Último capítulo del informe “Islamofobia en España. Informe Nacional 2015”, de la FUNCI, en el que ofrecemos una serie de recomendaciones generales que pueden contribuir a la lucha contra la islamofobia. (Pincha aquí para leer las entradas anteriores)
La educación desempeña un rol fundamental para poner fin a la islamofobia. Solamente a través del conocimiento pueden derribarse las barreras con las que la población local se distancia de los musulmanes, por miedo o por incomprensión. Este conocimiento sólo puede ser alcanzado a través de un enfoque integrador, que debería incluir campañas de sensibilización que garanticen una mejor comprensión del Islam y de los musulmanes, y que permita al resto de la población empatizar con su situación. También urge una mejor preparación de las instituciones gubernamentales, un mayor apoyo del gobierno a las ONG activas en este ámbito, y la implementación de medidas que faciliten la convivencia con la población musulmana. Al mismo tiempo, la participación activa de los musulmanes en la sociedad (a través de asociaciones vecinales y de padres, actividades comunitarias, etc.) debería contribuir a la normalización de su imagen, rompiendo los prejuicios que los rodean, así como a visibilizar las necesidades y problemas que experimentan, facilitando la comprensión de su contexto.
Una transformación del sistema educativo
No obstante, todas estas iniciativas no son suficientes sin una transformación radical del sistema educativo. Es necesario un reconocimiento de los elementos islámicos presentes en el país. Esto requeriría la participación de especialistas, que puedan integrar de forma activa esta cultura en la enseñanza, y de la propia población musulmana, a través de sus percepciones y experiencias, además de requerir una mayor implicación y financiación gubernamental.
El periodo histórico musulmán de España debe ser comprendido como una parte fundamental de la historia del país, que contribuyó a la valorización de su patrimonio.
También debería fortalecerse el sistema legislativo, especialmente en lo que concierne a la modificación y endurecimiento del artículo 510 del código penal, que recoge las penas por delitos de odio, y a la mejora de la eficacia de las fiscalías especializadas en la persecución de los mismos. Del mismo modo, debería realizarse un mejor registro de los delitos de odio y de islamofobia, ante las dificultades existentes en la actualidad para conocer el número de delitos que se producen cada año y la gran dependencia que, para esta labor, existe de las asociaciones de la sociedad civil.
Pongamos fin a los prejuicios en torno al Islam
Por último, es necesario realizar un esfuerzo activo para dejar de relacionar terrorismo e Islam. Esta asociación es cada vez mayor, especialmente en lo relativo a la vinculación de los refugiados sirios con el terrorismo mal llamado islámico. Esta relación está siendo establecida tanto por los medios de comunicación como en el ámbito político, con los mismos efectos desoladores.
Tal y como se ha expuesto, los medios de comunicación sucumben, a menudo, a los prejuicios y la información errónea, con consecuencias muy negativas para la población, si se tiene en cuenta la función que estos medios desempeñan como generadores de opinión. Al mismo tiempo, estos mismos medios de comunicación son utilizados para defender los actos y declaraciones políticas. En este sentido, debería exigirse una mayor precisión con los términos empleados, así como una mayor precaución a la hora de establecer vínculos entre distintos grupos o personalidades. Con este propósito, una de las primeras medidas que deberían implementarse es una mejor formación de los profesionales especializados en esta materia, a través de talleres especializados o de la elaboración de guías de estilo más precisas, en el caso del periodismo. Del mismo modo, los editores deberían ser más exigentes al tratar esta cuestión.
En lo que respecta a las opiniones políticas, los políticos deberían apoyarse en asesores especializados y ampliar la comunicación con el ámbito académico e investigador a la hora de tratar cuestiones relacionadas con el mundo árabe e islámico. Por otro lado, las acusaciones arbitrarias y los discursos de odio no deberían quedar impunes. Para que esto sea posible, el gobierno debería adoptar una postura más activa en la erradicación de estos prejuicios y en la generación de una opinión pública más abierta e inclusiva, que pueda actuar como cortafuegos frente las acciones y decisiones islamófobas.
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