Tawakkul Karman fue la primera mujer árabe en recibir el Premio Nobel de la Paz en el año 2011. Convertida en un emblema de la defensa de los derechos de las mujeres en el mundo árabe y un ícono de la lucha por la democracia durante las protestas antiautoritarias de Yemen en 2011, Karman recibió este reconocimiento internacional “por su batalla no violenta a favor de la seguridad de las mujeres y de su pleno derecho en la participación de la obra de construcción de paz”.
Alfonso Casani – FUNCI
Tawakkul Karman se había distinguido desde mediados de la década del 2000 por su labor en defensa del periodismo y de los derechos de la mujer. Desde el comienzo de las protestas antiautoritarias contra el gobierno de Abdullah Saleh, en enero de 2011, Karman adoptó un rol central como instigadora de las movilizaciones, distinguiéndose en su promoción y organización. Su participación se convirtió en un símbolo de la función que debían desempeñar las mujeres en las protestas del norte de África y Oriente Medio y el escenario político posterior.
Junto con Tawakkul Karman, recibieron el premio nobel las liberianas Ellen Johnson-Sirleaf, presidenta del país entre 2006 y 2018, y la activista Leymah Gbowee por su labor en defensa de los derechos de la mujer y sus esfuerzos en incluirlas en el proceso de paz del país.
Periodismo y activismo político
Tawakkul Karman nació en Ta’izz, una ciudad agrícola al sur de Yemen, el 7 de febrero de 1977. Hija de un político y abogado, creció en un entorno intelectual de una familia acomodada. Estudió Comercio en la Universidad de Ciencia y Tecnología (en Saná, capital del país) y Ciencias Políticas en la Universidad de Saná.
En 2005 fundó, junto con otras siete mujeres, la asociación “Mujeres periodistas sin cadenas”, para protestar contra las restricciones a la libertad de prensa del país y el control estatal de los servicios de noticias. A partir de ese momento, la asociación trató de crear su propio servicio de noticias, Bilakoyood, no reconocido por el régimen, y concibieron la llamada “Plaza de la Libertad” frente a la sede central del Consejo de ministros, transformada en un espacio de presión contra el régimen y de expresión del descontento popular. Como afirmó Tawakkul Karman en un entrevista en 2018 al periódico argentino Infobae:
“Un país que se define a sí mismo como una democracia pero no tiene el derecho real a la libertad de expresión está mintiendo.”
Durante este periodo, Karman también se incorporó al partido islamista Al-Islah, principal partido de la oposición del país, donde participó en su Consejo asesor desde el año 2007 hasta el año 2011. Desde su cargo, Karman ha combatido las críticas de aquellos que cuestionan la compatibilidad entre islam y los derechos de la mujer, y ha defendido su derecho de participación política.
Esta misma reivindicación se hacía presente tras ser galardonada con el premio Nobel de la paz en 2011. Durante la recepción del premio, Tawakkul reivindicó las dificultades que las mujeres sufren en todo el planeta (no solo en el mundo árabe), las guerras internas que, bajo forma de protestas pacíficas se sucedieron en la mayor parte de países del norte de África y Oriente Medio (“otro tipo de guerra [frente a la guerra entre países], mucho más amarga, que es la guerra contra los líderes despóticos que oprimen a su propio pueblo”), y el papel del pueblo yemení en sus protestas contra Saleh.
“Millones de mujeres y hombres, niños, jóvenes y ancianos yemeníes salieron a la calle en dieciocho provincias exigiendo su derecho a la libertad, la justicia y la dignidad, utilizando medios no violentos pero eficaces para conseguir sus demandas. Fuimos capaces de mantener una revolución pacífica de forma eficiente y eficaz a pesar de que esta gran nación cuenta con más de setenta millones de armas de fuego de diversos tipos. Aquí radica la filosofía de la revolución, que persuadió a millones de personas para que dejaran sus armas en casa y se unieran a la marcha pacífica contra la maquinaria de asesinato y violencia del Estado, sólo con flores y el pecho desnudo, y llenos de sueños, amor y paz. Estábamos muy contentos porque nos dimos cuenta, en ese momento, de que el Premio Nobel no llegaba sólo como un premio personal para Tawakkol Abdel-Salam Karman, sino como una declaración y un reconocimiento del mundo entero por el triunfo de la revolución pacífica de Yemen y como un reconocimiento a los sacrificios de su gran pueblo pacífico.”
La caída de Saleh y el inicio de una década convulsa en Yemen
“Para que el ser humano tenga sus derechos tiene que reclamarlos.”
Tres años después de la creación de la Plaza de la libertad, este espacio público y modelo de expresión de descontento, se trasladó a la Universidad de Saná, y de ahí a las calles, en el contexto de las protestas antiautoritarias de 2011. Durante once meses, la población, con una importante representación de los jóvenes, llamó a la democratización del país y a la caída del régimen del presidente Saleh, considerado un obstáculo insalvable para el alcance de estos objetivos. Las protestas, que se enmarcaban en el impulso revolucionario experimentado en la región en 2011, eran una reacción directa al fracaso de las negociaciones entre gobierno y oposición para reformar la ley electoral y, más importante, a los intentos de Saleh de constitucionalizar una presidencia vitalicia[1].
Las movilizaciones experimentadas a partir del 27 de enero de 2011 suponían el retorno a las calles de una población que había sido sistemáticamente excluida de los espacios públicos durante los 33 años de gobierno de Saleh. Durante estas décadas, Saleh había gobernado sobre un sistema político dividido, mantenido en constante conflicto por parte del gobierno mediante la cooptación de la oposición y la búsqueda de un sensible equilibrio entre las élites tribales del país[2].
La inclusión en las protestas de partidos y movimientos políticos y tribales y las luchas de poder, la violencia ejercida por el régimen contra los manifestaciones (el 18 de marzo, las fuerzas gubernamentales asesinaban a al menos 45 personas durante una manifestación en la capital), o los enfrentamientos protagonizados entre fuerzas revolucionarias y del régimen (el propio presidente Saleh fue herido en un atentado con un lanzagranadas en junio de 2011 y trasladado a Arabia Saudí para ser atendido), recrudecieron las manifestaciones y contribuyeron a complicar la consecución de sus objetivos, a medida que las protestas eran capitalizadas por otros actores políticos y la vieja guardia del régimen.
Finalmente, las protestas culminaron en la deposición del presidente Saleh y el inicio de un proceso de transición tutelado por el Consejo de Cooperación del Golfo, bajo la autoridad del Vicepresidente del gobierno Abed Rabuh Mansur Hadi. Este proceso político pretendía atajar las cada más profundas dificultades político-sociales a las que se enfrentaba Yemen, polarizada políticamente, con amplios incidentes de seguridad y con un cada vez más fuerte movimiento secesionista en el sur del país[3]. Estos problemas debían ser atajados en el Congreso de Diálogo Nacional, compuesto por los principales partidos políticos del país, distintos agentes de la sociedad civil, con una especial representación de los jóvenes y las mujeres (incluida Tawakkul Karman), el Movimiento de Yemen del Sur y el movimiento insurgente huzí.
La primavera árabe yemení y la lucha de las mujeres
Las revueltas también supusieron una oportunidad para la integración de las mujeres en los procesos políticos, mediante su participación en las protestas y su desafío a los prejuicios mantenidos por los propios activistas de género opuesto. Este hecho enfatiza la relevancia movilizadora mantenida por la propia Tawakkul Karman y sus esfuerzos y ánimos por incorporar a las mujeres en los procesos de cambio.
La lucha por el cambio político de las mujeres yemeníes a lo largo del año 2011 fue registrado por la célebre directora de cine Khadeja Al Salami y presentado en formato documental, bajo el título de The Scream en el festival de cine de Dubái en el año 2013.
Trailer for The Scream on TrailerAddict.
«Elegí este título para mi película porque las mujeres han gritado con su levantamiento y movimiento que existen en la sociedad yemení dominada por los hombres. Han gritado su sufrimiento, anunciando que su revuelta no es sólo contra el gobierno, sino también contra toda la sociedad yemení, incluidos sus maridos y los padres»[4], explica Salami. Este desafío de las costumbres sociales contribuye a enfatizar la relevancia movilizadora mantenida por la propia Tawakkul Karman y sus esfuerzos y ánimos por incorporar a las mujeres a las protestas.
La guerra contra Yemen y la labor de Karman
Lamentablemente, la convulsa década experimentada por Yemen ha truncado los principales objetivos soñados por su población en 2011. El periodo de transición de dos años pactado bajo los auspicios del Consejo de Cooperación del Golfo finalizó sin que los actores políticos involucrados lograsen pactar un nuevo texto constitucional democrático ni se celebrasen unas nuevas elecciones legislativas. A la persistencia de la vieja élite política del país, se suman los grandes problemas securitarios del país, refugio de organizaciones terroristas internacionales como Al-Qaeda y bajo el desafío soberanista del movimiento huzí en el Sur[5]. El aumento de las tensiones en la frontera con Arabia Saudí culminó en una intervención militar ilegal por parte de esta última potencia regional y de Emiratos Árabes Unidos, que a día de hoy permanece todavía activa, con un saldo estimado por Naciones Unidas de, al menos, 377.000 muertes[6] y un contexto económico crítico, en el que más del 80% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza[7].
Como muchas otras personas, Karman fue forzada a abandonar el país en 2015, después de la toma de Saná por parte de las tropas huzíes. Karman se trasladó a Estambul, Turquía, desde donde continúa desempeñado una considerable labor en defensa de los derechos humanos, la libertad de prensa, y las actividades de carácter caritativo en contra de la guerra. Para ello ha fundado diversas instituciones, como la Fundación Internacional Tawakkul Karman o el canal de televisión Belqees TV y ha continuado activa con «Mujeres periodistas sin cadenas».
Como ha afirmado Karman en repetidas ocasiones, desde sus primeras protestas hace casi dos décadas, hasta la actualidad:
“Para que el ser humano tenga sus derechos tiene que reclamarlos”[8].
Referencias
[1] “Yemen: de la revolución pacífica a las luchas por el poder”, en Gutiérrez de Terán, Igancio y Álavrez-Ossorio, Igancio (eds.). Informe sobre las revueltas árabes, Madrid, Ediciones del oriente y del mediterráneo.
[2] Sami Kronenfeld and Yoel Guzansky (2014). “Yemen: A Mirror to the Future of the Arab Spring”, Military and Strategic Affairs, vol. 6, nº 3.
[3] https://www.mei.edu/publications/yemens-national-dialogue
[4] https://www.thenationalnews.com/uae/the-scream-yemeni-women-make-their-voices-heard-1.402667
[5] https://www.realinstitutoelcano.org/hacia-donde-se-dirige-yemen/
[6] https://www.aljazeera.com/news/2021/11/23/un-yemen-recovery-possible-in-one-generation-if-war-stops-now
[7] https://www.oxfam.org/es/conflicto-en-yemen-millones-de-personas-al-borde-de-la-hambruna
[8] https://rebelion.org/la-yemeni-tawakul-karman-simbolo-de-la-paz-y-la-revolucion/
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