El gran poeta sirio Adonis habla sobre el islam en dos libros de entrevistas. Sus conversaciones están repletas de malinterpretaciones y reduccionismos sobre la religión, el mundo árabe y la historia del islam.
Suleiman Mourad*
En el siglo XIX, impresionados por la modernidad europea y sus logros, los intelectuales del mundo musulmán se dividieron en tres corrientes. Por un lado, los secularistas como Mirza Aqa Khan Kermani en Irán y el movimiento de Mustafa Kemal Atatürk en Turquía consideraban al islam responsable del atraso de los musulmanes. Poco a poco abandonaron la religión y adoptaron el pensamiento y la vestimenta occidentales.
Los modernistas como Jamal Al-Din Al-Afghani (Irán) y Muhammad Abduh (Egipto) abogaron por las reformas, pero manteniendo las ideas «fundamentales» del islam. Estos autores, sin embargo, discrepaban sobre la naturaleza de estas ideas fundamentales y sobre las reformas que debían emprenderse.
Por su parte, los fundamentalistas musulmanes, como Rashid Rida en el mundo árabe o Aboul Ala Maududi en el sur de Asia, insistieron en que el islam era perfecto y atemporal. Si los musulmanes tenían problemas (económicos, políticos, militares, etc.) era su culpa, porque no se adherían estrictamente a las enseñanzas del islam.
Cada una de estas tres corrientes inventó una edad de oro, igual que hicieron los europeos durante el Renacimiento. Los secularistas se remontaron a los tiempos preislámicos, buscando modelos en los que basar sus fantasías modernas. Los modernistas recogieron fragmentos históricos de los orígenes del islam y los convirtieron en manifiestos emancipadores. Los fundamentalistas se centraron en Muhammad y sus compañeros, con el fin de recrear la «pureza» y el poder «transformador» de su movimiento.
Una influencia determinante sobre la literatura árabe
El gran poeta e intelectual Adonis pertenece al primer grupo. Nacido como Ali Ahmed Said Esber en 1930, en el seno de una familia alauita del noroeste de Siria, adoptó el seudónimo de Adonis (en honor al dios del antiguo Oriente Próximo) a finales de la década de 1940. Hacia 1956, se trasladó a Beirut, tras pasar un año en prisión por motivos políticos, debido a su pertenencia al partido nacionalista pansirio, Partido Social Nacionalista Sirio (SNSP). En Beirut, lanzó dos revistas literarias, Shi’r («Poesía») y Mawaqif («Puntos de vista»), que se convirtieron en grandes referentes del modernismo árabe. También produjo un flujo constante de poesía radical y crítica literaria, que ha llevado a algunos autores a comparar su influencia con la de T.S. Eliot en el ámbito anglófono. Sus obras más conocidas son el poemario Canciones de Mihyar el de Damasco (1961) y el estudio crítico en cuatro volúmenes Al-thabit wa al-moutahawil (1974-1978).
A mediados de los 80, cuando la crisis libanesa se agravó, Adonis se mudó a París, donde reside desde entonces. Sin embargo, no ha dejado de ser una referencia imprescindible en la escena literaria árabe, debido sobre todo a sus opiniones sobre el islam, que expresa a menudo y que siempre han sido controvertidas, cuanto menos. Esta cuestión vuelve a ser tratada en dos nuevos libros, publicados en forma de conversaciones con la psicoanalista franco-marroquí Houria Abdelouahed, bajo el sello editorial francés Seuil: Violencia e islam (2015, publicado en castellano en 2016) y su segundo tomo Prophétie et pouvoir (2019). Estos libros ilustran bien la difícil postura de muchos intelectuales musulmanes secularistas, que idealizan las ideas europeas al tiempo que hacen gala de una condescendencia irónica con su propia sociedad.
El texto está plagado de vacilaciones o incoherencias, como si se debatiera entre la dureza hacia los no creyentes y el deseo de ofrecerles una nueva oportunidad para arrepentirse.
En primer lugar, estas conversaciones están llenas de errores históricos. Por ejemplo, Adonis afirma que el islam rechaza e incluso destruye las esculturas e imágenes, lo que no es cierto. Algunos musulmanes han prohibido y siguen prohibiendo las imágenes, pero otros (incluidos suníes y chiíes) han producido innumerables imágenes e ilustraciones, incluso del profeta Muhammad. Asimismo, la poesía no está «mal vista en el islam», y muchos de los compañeros cercanos a Muhammad eran poetas. Es más, los musulmanes produjeron más poesía, en ocasiones religiosa, que cualquier otra cultura antes de la era moderna. Esta afirmación de Adonis es aún más chocante si se tiene en cuenta que ha publicado una antología, en tres volúmenes, de poesía árabe e islámica (Le dîwân de la poésie arabe classique, traducido del árabe por Abdelouahed Houria y Adonis, Gallimard, 2008.).
Tampoco es cierto que el sufismo se «oponga a aquello que llamamos cultura islámica». Al contrario, en la mayoría de los países musulmanes es inseparable de la cultura islámica. De igual modo, afirmar que «el islam árabe ha rechazado a Occidente» no se corresponde con los hechos. Desde el siglo XIX, nos encontramos con un gran número de discursos islámicos que se inspiran e imitan a Occidente: las reformas (tanzimat) en el Imperio Otomano, el modernismo religioso de Al-Afghani y Mohamed Abduh, la noción de liberación de la mujer de Qasim Amin (que no impresiona a las feministas más recientes, especialmente su creencia de que las mujeres necesitan ser educadas para poder formar líderes), el humanismo islámico de Mohamed Iqbal, etc.
Los secularistas como Adonis apostaron por la modernidad occidental, que consideraban que «liberaría» al mundo árabe y musulmán, pero tardaron en darse cuenta de que se trataba principalmente de un discurso de sometimiento.
Es igualmente errónea la opinión de Adonis sobre la bandera de la organización del Estado Islámico (EI), la cual malinterpreta: cree erróneamente que lleva el lema «Dios es el mensajero de Mohamed», por lo que interpreta que los miembros del EI piensan que Dios está al servicio de Muhammad. En realidad, el eslogan reproduce el anillo del Profeta en el que el eslogan – «Muhammad es el mensajero de Dios»- está escrito verticalmente de abajo a arriba para asegurar que el nombre de Dios es mencionado antes que el del Profeta (un hecho que Adonis parece desconocer); su interpretación de la noción de Muhammad como sello (khatam) de los profetas, etc.
¿Una religión impuesta a golpe de espada?
Los errores son demasiado numerosos para enumerarlos. Los libros también contienen innumerables errores conceptuales, el peor de ellos es la idea de que el islam se extendió por la fuerza. En realidad, lo que comúnmente llamamos las conquistas islámicas no tenían una naturaleza religiosa. No hay pruebas de que los hombres que salieron de Arabia en el año 630 buscasen convertir a los pueblos conquistados. Por el contrario, los árabes de la época intentaron prohibir la conversión al islam.
Por otro lado, los primeros manuales de derecho islámico registran numerosos debates entre juristas sobre la protección otorgada a las «Personas del Libro» (cristianos y judíos) que viven bajo el dominio islámico, y si se ésta debía extenderse a los no monoteístas (zoroastrianos, hindúes, etc.).
No se puede negar que algunos versos del Corán predican la violencia contra los no creyentes. Pero el texto es muy vacilante. El versículo 9:29 es un buen ejemplo, cuando llama a los musulmanes a luchar contra la Gente del Libro. Sin embargo, no les permite matarlos, dañarlos o convertirlos. Sólo pueden imponerles un impuesto. Asimismo, el Corán afirma que la religión con Dios es exclusivamente el islam (cuyo término en el Corán significa «sumisión a Dios», algo que Adonis parece desconocer). Sin embargo, el Corán también afirma: «A cada uno os hemos dado una norma y una vía. Alá, si hubiera querido, habría hecho de vosotros una sola comunidad”. El texto está plagado de vacilaciones o incoherencias, como si se debatiera entre la dureza hacia los no creyentes y el deseo de ofrecerles una nueva oportunidad para arrepentirse.
Las opiniones de Adonis y Abdelouahed podrían ser aceptables en discusiones de bar. Pero cuando se publican para su amplia difusión, se convierten en armas de desinformación y estigmatización.
La práctica histórica de los gobernantes musulmanes en la Edad Media, salvo en casos excepcionales, demuestra que las comunidades no musulmanas eran toleradas. De hecho, Medio Oriente árabe siguió siendo predominantemente cristiano hasta el siglo XII, un hecho que Adonis y Houria Abdelouahed parecen ignorar por completo. En algunas regiones no árabes, los musulmanes siguieron siendo una minoría hasta los albores de la era moderna. Se puede pensar en los yezidíes del norte de Irak, que han vivido un infierno a manos del EI, y prosperaron en el corazón del mundo islámico, a lo largo de la carretera más transitada, que une Oriente y Occidente. Si los musulmanes querían purgar el mundo de todo aquello que no se ajustaba a su ideología, como afirman Adonis y Abdelouahed, ¿por qué dejaron a los yezidíes tranquilos? ¿Por qué Egipto siguió siendo predominantemente cristiano hasta el siglo XIV? ¿Por qué se permitió a los judíos vivir y prosperar en todo el mundo musulmán? ¿Por qué las estatuas de Buda en Afganistán permanecieron intactas hasta que los talibanes las destruyeron en 2001?
Estos hechos ponen de manifiesto un problema más con la perspectiva histórica de Adonis y Abdelouahed: proyectan los puntos de vista sostenidos por grupos como el EI, como si los musulmanes en su conjunto siempre los hubieran defendido. De hecho, el islam militante es una ideología reciente, producto de la dinámica política, y especialmente de décadas de políticas de explotación por parte de Occidente, la URSS y los regímenes locales. Es bien sabido que Estados Unidos se alió con el islamismo militante para desestabilizar ciertos regímenes del mundo árabe y combatir la expansión del comunismo. Algunos de estos regímenes han jugado con el fundamentalismo islámico para ganar puntos contra sus rivales. ¿Acaso Anwar Sadat no liberó a los fundamentalistas musulmanes para acabar con las organizaciones estudiantiles universitarias de izquierda en Egipto? ¿No liberó Bashar Al-Assad a miles de islamistas de sus cárceles para que se trasladasen a Irak a combatir la invasión estadounidense? ¿Y qué pasa con Pakistán y su apoyo al islamismo militante para contrarrestar la influencia de la India? El islamismo no es una continuación orgánica de la tradición islámica medieval, es una creación política.
El islamismo no es una continuación orgánica de la tradición islámica medieval, es una creación política.
Adonis afirma que «todos los que escribieron obras en el campo de la poesía, la filosofía, la música, etc., los que construyeron la cultura islámica o la civilización árabe, no eran musulmanes en el sentido tradicional de la palabra”. ¿Significa esto que poetas como Rûmî o los filósofos Avicena y Averroes no eran verdaderos musulmanes? Sin lugar a dudas, abordaron la cuestión de qué significa ser musulmán y cómo conocer al Creador, y sus respuestas contribuyeron a enriquecer la tradición islámica.
Los filósofos racionalistas, como Avicena y Averroes, afirmaban que Dios había dotado a los seres humanos de una mente racional, que podía conducir a los creyentes hasta Él. Estudiaron la filosofía antigua con la esperanza de que les ayudara a resolver cuestiones religiosas profundas, y tuvieron que hacerla encajar en el monoteísmo para que fuera útil. Cuando Tomás de Aquino quiso armonizar la filosofía aristotélica con los principios del cristianismo, recurrió a Avicena y a Averroes (la verdadera aportación de la filosofía islámica es un tema que muchos académicos siguen negándose a discutir, más allá de una simple nota a pie de página). Averroes fue también un gran jurista de tradición suní. Su enciclopedia jurídica, Bidayat al-mujtahid wa-nihayat al-muqtasid («El comienzo para los estudiosos y el fin para los selectivos») es una obra de referencia, en cuatro volúmenes, sobre la sharía. Si esto no es el islam tradicional, ¿qué es entonces?
Una tradición múltiple
Mi pregunta retórica va al centro del problema planteado por las reflexiones esencialistas de Adonis. El islam no es algo fijo y nunca ha sido una única cosa. El islam siempre ha tenido varios discursos. El Corán está lleno de contradicciones, y no porque su autor estuviese confundido. Cualquiera que tenga que lidiar con el idealismo y el realismo se encuentra con contradicciones. La tradición islámica (incluidos los hadices) reconocen que no existía el Corán como texto cuando murió Mohamed en el año 632. El códice oficial no se redactó hasta, aproximadamente, veinte años después de su muerte. Los musulmanes acabaron poniéndose de acuerdo sobre un texto básico, pero nunca sobre cómo leerlo e interpretarlo. En cuanto a los hadices (o [Sunna]), nunca se pusieron de acuerdo ni siquiera en un texto básico. Esta es la tradición islámica.
Cuando Tomás de Aquino quiso armonizar la filosofía aristotélica con los principios del cristianismo, recurrió a Avicena y a Averroes.
La idea de que el islam puede determinarse con exactitud sobre la base de lo que enseña el Corán es un dogma moderno, inspirado en la «protestanización» de las religiones del mundo, y en la falsa pretensión de que cada una debe centrarse en su propia escritura sagrada. En realidad, los textos divinos de cada religión se leen junto a otros textos. Por ejemplo, en el judaísmo tradicional, sin la Mishna (denominada la Torá Oral), es imposible entender la Biblia hebrea. En el islam, la Sunna del Profeta Mohamed ocupa una posición similar para la mayoría de los suníes. Los chiíes, en cambio, se refieren a sus imanes, a los que llaman «el Corán parlante» (al-qur’an al-natiq) porque pronuncian aquello que está oculto en el texto. Además, los musulmanes desarrollaron una compleja ciencia llamada tafsir (exégesis escrita) para poder deducir del Corán los significados que querían encontrar en el texto divino.
También encontramos pruebas claras de que los juristas musulmanes «manipularon» su construcción de la ley islámica. Su hadiz profético más popular era: «Busca el conocimiento hasta en la China», que entendían como un estímulo para buscar el conocimiento, más que a la imitación pasiva de Muhammad. Al contrario de lo que dice Adonis, para ellos, Muhammad no era «una autoridad absoluta, última y suprema». Numerosos juristas rechazaron la adhesión ciega, desplegando a menudo una búsqueda racional. El jurista Al-Shatibi (m. 1388) lo resumió perfectamente: «Todo lo que no está explícitamente indicado en un texto revelado, pero al que se puede llegar por deducción, es intención de Dios.»
Esta influencia perdura hasta nuestros días. Subhi Al-Salih (fallecido en 1986), vicepresidente del Alto Consejo Islámico Chií del Líbano, fue uno de los juristas tradicionales más influyentes del mundo árabe. Afirmó que su motivación para escribir su libro Las características de la sharía islámica (en árabe) era «liberar» la ley islámica de «cuestiones complejas» y adaptarla «al espíritu de los tiempos». Llegó a afirmar que «la sharía es inmaculada desde el comienzo eterno y se renueva perpetuamente». No hace falta ser un genio para entender lo que quería decir Al-Salih: si la sharia es «inmaculada», no necesita ser renovada. El hecho de que necesite una renovación quiere decir que serán los juristas los que harán el trabajo, no Dios ni Mohamed.
Condena de la Primavera Árabe
Nos vendría bien escuchar que su generación de laicos musulmanes habría actuado de forma diferente si hubiese podido repetir su experiencia. Culpar de sus fracasos al islam no muestra un gran valor intelectual.
Los secularistas como Adonis apostaron por la modernidad occidental, que consideraban que «liberaría» al mundo árabe y musulmán, pero tardaron en darse cuenta de que se trataba principalmente de un discurso de sometimiento. Los sueños de emancipación desembocaron en situaciones difíciles, a las que se enfrentan la mayoría de los consumidores de la modernidad occidental en la actualidad. Sin embargo, a pesar de la popularidad del socialismo y del nacionalismo laico en el mundo árabe e islámico en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, los laicistas no lograron alcanzar sus promesas de emancipación y libertad. Desde la década de 1980, se han visto gradualmente superados por una nueva generación de modernistas islámicos que ofrecen su propia visión del progreso, ya sean intelectuales como Amr Khaled o líderes políticos como Recep Tayyip Erdoğan, -si tenemos en cuenta sus políticas manipuladoras-. Su éxito depende de numerosos factores, entre ellos las versiones del islam que desarrollen.
Esto explica, en parte, por qué Adonis condenó la Primavera Árabe. Tras aplaudir inicialmente a los manifestantes (sobre todo en Túnez y Egipto, donde muchos pensaron que los secularistas árabes volverían a su época dorada), Adonis perdió su entusiasmo cuando quedó claro que los islamistas estaban tomando la delantera. Repitió que los árabes son incapaces de producir nada más que regímenes opresivos, una neurosis que atribuyó al islam.
Pero las ideologías y los sistemas de creencias no predeterminan el comportamiento. Por el contrario, la gente se apodera de las ideologías y juega con ellas hacia un lado o hacia otro para conseguir sus propios objetivos. Sin embargo, los rebeldes sirios no se adhirieron a la mezquita. Fue el único espacio que les quedaba, y la brutalidad del régimen, unida al cinismo de intelectuales como Adonis, condujo a muchos de ellos a organizaciones extremistas como Al-Qaeda y el Estado Islámico, o a otras formas de explotación política protagonizadas por Turquía, Arabia Saudí, Estados Unidos, Rusia, etc.
Adonis nos decepciona al perder la oportunidad de reflexionar sobre las razones por las que su generación, que tanto logró en los años 60 y 70, tiene dificultades para resonar entre los jóvenes árabes y musulmanes de hoy en día. Abdelouahed le pregunta: «¿Qué has perdido? Él responde: «Lo único que he perdido es mi vejez». Nos vendría bien escuchar que su generación de laicos musulmanes habría actuado de forma diferente si hubiese podido repetir su experiencia. Culpar de sus fracasos al islam no muestra un gran valor intelectual.
Los jóvenes musulmanes de hoy no comparten la rígida separación de Adonis entre islam y modernidad. Feministas musulmanas como Leila Ahmed, Fatima Mernissi y Amina Wadud han recurrido a la historia y al pensamiento religioso para promover la emancipación de la mujer. Musulmanes homosexuales como Scott Siraj Al-Haqq Kugle y el imán franco-argelino Ludovic Mohamed Zahed han explorado la sexualidad a través de la lente del Corán y la ley islámica para demostrar que hay un espacio para ellos en el islam. Se están produciendo avances similares en la banca islámica (banca occidental con una terminología islámica), el liberalismo político, los derechos humanos y un sinfín de cuestiones. Aparentemente ajenos a estas conversaciones, Adonis y Abdelouahed repiten viejos tópicos. Las prácticas del EI o las de ciertas zonas rurales no son representativas de todo el islam.
Las opiniones de Adonis y Abdelouahed podrían ser aceptables en discusiones de bar. Pero cuando se publican para su amplia difusión, se convierten en armas de desinformación y estigmatización.
*Suleiman Mourad es profesor en el Smith College (Estados Unidos). Es co-autor, junto con Perry Anderson, de «El mosaico del islam», sigloXXI, 2018.
Fuente: Orientexxi.info
Traducción: Alfonso Casani – FUNCI
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