Las minorías étnicas y religiosas, especialmente aquellas que son de origen musulmán, están cada vez más amenazadas en Asia. Los rohinyás en Myanmar, los uigures en China y los musulmanes en la India son objeto de un continuo hostigamiento por las mayorías gobernantes y sufren una discriminación sistemática e institucionalizada. Estas persecuciones son un síntoma de la creciente ola de islamofobia, racismo y discriminación que azota el continente.
La reciente decisión del Tribunal Internacional de Justicia de Naciones Unidas, con sede en La Haya, en favor los rohinyás, es una muestra de la peligrosa situación que afronta una comunidad brutalmente perseguida en Myanmar. Alrededor de 700.000 personas de esta etnia se han visto obligadas a huir del país para refugiarse en la vecina Bangladés, dando lugar a la mayor concentración de refugiados del mundo. Para evitar que esta despiadada represión —manifestada en asesinatos y violaciones en masa— quede en el olvido, el Tribunal de la ONU ha dictado medidas cautelares enfocadas a proteger a los rohinyás de un posible genocidio y, al mismo tiempo, conservar las pruebas que permitan investigar y demostrar supuestos crímenes contra esta minoría musulmana. En este contexto se enmarca la orden que los jueces han dado al Gobierno birmano para detener la violencia y cesar las hostilidades hacia los rohinyás.
El deterioro de la situación en China e India
También los uigures, en China, son objeto de una represión política continuada, que vulnera los más básicos derechos fundamentales. Los 11 millones de personas pertenecientes a esa etnia, la mayoría de los cuales se concentran en la región de Xinjiang, son víctimas de un sofisticado sistema de represión desarrollado por Pekín. Son vigilados, perseguidos y detenidos sin respetar las mínimas garantías judiciales. Se calcula que en torno al 10% de los integrantes de este grupo demográfico han sido encerrados en campos de internamiento chinos con el escalofriante propósito de ser reeducados ideológicamente, una práctica que recuerda a los gulags de otros tiempos.
En similar situación de indefensión se encuentran los musulmanes de la India, pese a que suman 200 millones de habitantes en una población de 1.200 millones. Una nueva legislación concede asilo a los inmigrantes indocumentados de países de la región, siempre y cuando no sean musulmanes, lo cual lesiona gravemente los derechos de esta minoría religiosa, acosada por el Gobierno indio.
Las limitaciones a la libertad religiosa y las persecuciones de grupos éticos representan una flagrante violación de los derechos humanos. A la comunidad internacional le corresponde adoptar medidas para erradicar los abusos y acabar con las intolerables discriminaciones.
Fuente: El País
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