“En el Siglo de las Luces, la Revolución francesa otorgó derechos a los siervos de la gleba convirtiéndolos en ciudadanos. Por primera vez la comunidad europea judía tenía el mismo estatus jurídico que el resto del pueblo. Sin embargo, los prejuicios sociales prevalecieron ya que, históricamente, los procesos sociales han estado y están separados de la mentalidad colectiva por una larga distancia. No todos los valores, por el mero hecho de ser populares, son aceptables.
Al igual que ocurre hoy en el viejo continente con los ciudadanos musulmanes, en aquella época, gran parte de los ciudadanos judíos eran fácilmente distinguibles por su indumentaria mientras que otros habían ido perdiendo sus rasgos culturales diferenciales asimilándose al colectivo mayoritario.
Al igual que hoy, aquellos judíos tenían una lengua y una religión propia. Estas personas eran ciudadanos, franceses y europeos, es decir, al igual que hoy, no eran extranjeros sino compatriotas.
Al igual que hoy, en el siglo XIX existía una corriente de pensamiento en alza que postulaba la lucha de las diferentes razas por la supremacía mundial –darwinismo social-. Hoy en día, en la era de lo políticamente correcto, nos encontramos con enconados defensores del choque de civilizaciones en cuyo argumentario encuentro varios puntos comunes como la supremacía de occidente frente a la barbarie mediante un eurocentrismo maniqueo y xenófobo.
Al igual que en nuestros días, los patrocinadores del odio se envolvían en la enseña nacional, en contra de la contaminación de Europa por los judíos cuyo fin era el debilitamiento y finalmente la destrucción de la civilización europea.
Al igual que hoy se publicaban novelas como Le grand remplacement (Renard Camus, 2011) en las que se espoleaba el miedo irracional e ignorante del ciudadano medio. Antes hablaban de dominación judía, ahora hablamos de islamización.
Al igual que hoy, en aquella época era fácil encontrarse con sectores fundamentalistas cristianos en abierta beligerancia, alimentando el fuego del estigma a cada ocasión que se presentaba. La última semana ha sido bastante prolífica en declaraciones delirantes al respecto. El 11 de enero un supuesto experto afirmaba en Fox News “… hay ciudades como Birmingham que son completamente musulmanas, donde los no musulmanes simplemente no entran (no-go zones). Y en partes de Londres existe policía religiosa que hiere gravemente a todo aquel que no viste de acuerdo con la tradición islámica…” Unos días antes el periódico El Mundo publicaba un artículo de opinión donde cito entre otras perlas de semejante calibre “el islamismo es terrorismo y en muchas mezquitas se predica la destrucción de Occidente”. Y por supuesto no puedo continuar sin mencionar a ese gran rotativo símbolo del cosmopolitismo ibérico, valga el oxímoron, que es el ABC donde se afirma “el laicismo es un delirio de la razón que sólo logrará que el islamismo erija su culto impío sobre los escombros de la civilización cristiana”; igual que ayer”.
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