El sábado 7 de octubre, el mundo observaba estremecido el ataque masivo lanzado por el grupo político y paramilitar Hamas contra la población de Israel. Diez días más tarde, el 17 de octubre, el mundo se estremecía de nuevo tras el bombardeo de un hospital en la franja de Gaza (Palestina), con más de quinientas víctimas (civiles inocentes) mortales. Hace más de diez días que el mundo observa horrorizado lo que está sucediendo en Palestina.
Los ataques de Hamas, la mayoría contra civiles, han dejado ya más de 1.200 muertos en Israel. La reacción desmedida de Israel contra la Franja de Gaza suma más de 3.200 fallecidos, en un delito de castigo colectivo tipificado como crimen de lesa humanidad y prohibido por el IV Convenio de Ginebra.
El ataque de Hamas sobre población civil israelí es condenable. Los ataques de Israel también lo son. Todo asesinato de inocentes lo es. Cuando uno condena Israel, sin embargo, no debería detenerse en los millares de muertos que ha acumulado en los últimos diez días. Se debería condenar la violación del derecho internacional por parte de Israel, su anexión y ocupación de territorios palestinos, el desplazamiento forzado, la discriminación y el régimen de apartheid al que somete diariamente a la población palestina.
La respuesta bélica de Israel ha sido deshumanizante, la respuesta mediática y política de la Unión Europea y Estados Unidos, también.
Israel se ha escudado en el derecho internacional para argumentar que, ante un ataque extranjero, un Estado tiene derecho a dar una respuesta proporcional. Un ojo por ojo que de por sí podría hacernos ya arquear una ceja. Pero la respuesta de Israel no ha sido en absoluto proporcional. La respuesta a Hamas se ha extendido a la población de Gaza en su conjunto. Sobre la Franja de Gaza, uno de los territorios más densamente poblados del mundo (más de dos millones de habitantes habitan en 51 km de largo y hasta 12 km de ancho), han llovido más de 6.000 bombas israelíes en una sola semana (para ponerlo en perspectiva, durante su lucha contra ISIS, Estados Unidos lanzaba entre 2000 y 5000 bombas al mes en todo Iraq y Siria). En Gaza, el 40% de la población tiene menos de 15 años.
Save the Children ha denunciado que muere un niño cada 15 minutos, más de un tercio de las víctimas que se han producido son niños o adolescentes. Hace una semana, Israel completó el asedio incomunicando Gaza, que vive sin agua, electricidad, comida o gasolina. “Estamos luchando con animales humanos y actuaremos de la misma manera”, afirmó el ministro de defensa israelí, Yoav Gallant. Ninguna declaración podría reflejar mejor el nivel de deshumanización que ha adquirido el ataque de Israel.
Como han denunciado numerosos académicos en relación a las acciones de este país, la destrucción de propiedad no militar, la deportación o evacuación forzada de la población, el ataque indiscriminado y con conocimiento a la población civil, el ataque a hospitales y colegios, el uso de gases ilegales como el fósforo blanco, recurrir al hambre como arma de guerra, entregar armas a civiles, todo ello son crímenes de guerra.
Una misma deshumanización por parte de Occidente
Si Israel es el que empuña las armas, Estados Unidos y Europa son los que las sostienen. La respuesta bélica de Israel ha sido deshumanizante, la respuesta mediática y política de la Unión Europea y Estados Unidos, también. Tras el ataque de Hamas, Israel afirmó que estaban viviendo su “11-S” particular, lo que –consideraban– les daba carta blanca para responder a Hamas por todos los medios imaginables. La Unión Europea ha validado esa idea.
Dar la espalda a Palestina tendrá consecuencias humanitarias, morales y diplomáticas inconmensurables.
Ya el primer día, Ursula Von der Leyer, presidenta de la Comisión Europea, proclamó “el derecho a la autodefensa de Israel”. Una semana después repetía las declaraciones en el propio país, acompañada de la presidenta del Parlamento Europeo, “Israel tiene el derecho y deber de responder a los actos de guerra de Hamas”. Ninguna declaración mencionaba las víctimas de Gaza, ni condenaba el ataque a civiles por parte de Israel.
Su visita y apoyo inequívoco a Israel, que ya había anunciado su decisión de cortar todo suministro a Gaza, fue ampliamente criticada por la sociedad civil europea. Ese día se recuperó (e hizo viral) su reacción al ataque a infraestructuras civiles y suministros de agua en Ucrania por parte de Rusia. Lo que en Israel eran respuestas legítimas, en Ucrania eran “puros actos de terror” y “crímenes de guerra”. La denuncia de la hipocresía y doble moral de la Unión Europea ha hecho que este organismo intensifique su ayuda humanitaria hacia Palestina, pero no que condene los actos de Israel.
Este apoyo ciego a Israel esconde un paralelismo entre Hamas y Palestina, entre una organización terrorista y la población civil de un territorio.
El posicionamiento acrítico de Europa con Israel se ha repetido en la mayoría de los Estados miembro: condena a Hamas y solidaridad con las víctimas israelíes, sin mención a Palestina. A medida que la situación se ha hecho insostenible, las declaraciones políticas se han extendido para reivindicar el cumplimiento del derecho internacional. Con derecho internacional se refieren al ataque a víctimas civiles, las evacuaciones forzosas de la población y los cortes de suministro y víveres. No a la anexión ilegal de territorios tras 1967, la construcción de muros ilegales de separación del territorio o la violación de derechos de la población palestina. Esos derechos forman parte del statu quo y no se cumplen.
Es imposible no apreciar la diferencia de trato entre la guerra de Ucrania y el ataque a Gaza. Los monumentos que antes se cubrían de azul y amarillo ahora proyectan la estrella de David. Las preocupaciones por los desplazamientos y violación de derechos humanos de la población ucraniana desaparecen cuando se trata de los palestinos, y las sanciones a Rusia son inexistentes cuando hablamos de Israel.
Más aún, Francia ha prohibido las manifestaciones en solidaridad con Palestina, Reino Unido sugirió que ondear banderas palestinas podía ser ilegal, y Alemania acaba de anunciar que el apoyo a Hamas, sus símbolos, o la llamada a acciones contra Israel será considerado “antisemitismo” y juzgado como tal. Este apoyo ciego a Israel esconde un paralelismo entre Hamas y Palestina, entre una organización terrorista y la población civil de un territorio.
De hecho, VOX, en España, ha aprovechado para pedir la suspensión de los procesos de nacionalización de todos aquellos ciudadanos que procedan de países islámicos. Aunque este ataque islamófobo no deja de ser una llamada de atención para capitalizar el conflicto, bebe del mismo relato extendido por Israel. Hamas y Palestina son todos terroristas y deben ser tratados como tales.
Un error histórico
Dar la espalda a Palestina tendrá consecuencias humanitarias, morales y diplomáticas inconmensurables. Es difícil defender la impasividad europea ante un genocidio transmitido en vivo por televisión y redes sociales. El ataque sobre Gaza, aún sin fin en el horizonte, será un antes y un después para el pueblo palestino, y sobre la Unión Europea y sus miembros pesará la inacción, los vetos en el Consejo de Seguridad de la ONU, y los apoyos indiscriminados a las acciones del país agresor.
Moralmente, esta impasividad cuestiona todos los valores sobre los que se construyó la Unión Europea: la dignidad humana, la igualdad, la libertad, los derechos humanos… Todos ellos componen la Carta de los derechos fundamentales de la Unión Europea, y todos ellos están siendo incumplidos en Palestina.
Diplomáticamente, es difícil justificar al resto del mundo el abismo que separa la reacción ante Ucrania y Palestina. Como declaraba un diplomático del G7 al periódico Financial Times:
“Hemos perdido la batalla en el Sur Global. Todo el trabajo que hemos hecho con el Sur Global [sobre Ucrania] se ha perdido. . . Olvídense de las reglas, olvídense del orden mundial. No volverán a escucharnos.”
Alfonso Casani
Foto de portada: Mohammed Saber
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