Tristan Semiond – FUNCI
En un primer artículo, Mujeres y poder político durante la expansión del islam, mostramos el rol desempeñado por las mujeres en diversos ámbitos, sobre todo en el político, durante el periodo de la expansión del islam. Este segundo artículo, como continuación del primero, busca una vez más contribuir a acabar con la marginación de la mujer musulmana en la Historia. En esta ocasión ponemos el foco en el mundo contemporáneo, en el que esta falta de reconocimiento continúa favoreciendo a la instrumentación y opresión de la mujer musulmana.
Dos acontecimientos recientes reflejan bien las consecuencias que tiene el desconocimiento general del rol de las mujeres musulmanas a lo largo de la historia. El primero de ellos es la reacción de los partidos islamistas de Pakistán tras la elección de Benazir Bhutto como Primera Ministra en 1988. Estos partidos argumentaron que ninguna mujer había gobernado un estado musulmán en la historia y que, por ello, no debía ser jefa de Estado. Este argumento fue refutado en nuestro artículo anterior.
El segundo discurso que queremos rebatir se desarrolló tras las protestas antiautoritarias de 2011. Estas movilizaciones provocaron un cambio en la imagen de las mujeres de los países árabes ante la opinión pública y los medios de comunicación occidentales. Las revoluciones árabes sorprendieron al mundo occidental por su escala y resultados, pero también por la importante presencia de mujeres en ellas. Este “efecto sorpresa” refleja la persistencia de una mirada neocolonial que sigue viendo a las mujeres musulmanas como actores pasivos de las transformaciones sociales[1]. Sin embargo, el hecho de que las mujeres luchen por sus derechos y participen activamente en movimientos sociales, ¡no es ninguna novedad!
Mujeres y resistencia al poder colonial
En el contexto de la lucha contra el poder colonial, una mujer se distingue por haber derrotado más de una vez a los franceses en la colonización del territorio argelino, Lalla Fatma N’Soumer.
Nacida en 1830, el mismo año en que comenzó la invasión de Argelia por las tropas francesas, creció en Ouerdja en el seno de una poderosa y religiosa familia cabila. Tenía apenas 20 años cuando decidió unirse a la lucha contra las fuerzas coloniales.[2] Su leyenda, entre combatiente de la resistencia, líder de guerra y “profetisa”, empezó realmente en 1854 justo después de la muerte del líder de la resistencia del pueblo cabilio, Cherif Bou Baghla,[3]
Si no llegó a ser jefa de Estado, lo mínimo que podemos decir de ella es que fue una increíble líder militar y política, pero también religiosa. Sobre su relación con la religión, Feriel Lalami Fates, politóloga y especialista de Argelia, explica:
“Procedía de una familia alfabetizada y muy versada en estudios religiosos, de los que ella misma se benefició. Lo cual, por supuesto, en esa época era extremadamente raro para las mujeres. Rechazó un matrimonio endogámico con su primo, refugiándose en la religión, en una actitud casi mística.”[4]
Además de eso, sus victorias en batallas -claramente asimétricas- contra el ejército francés, en particular en el pueblo Soumer, hizo de ella una guía espiritual que inspiraba el respeto en ambos campos. Los relatos de la campaña de la Cabilia de 1857 de Emile Carrey atestiguan el aura excepcional que rodeaba a Lalla Fatma: «La santidad de la profetisa es universalmente conocida (…) ella sabe (…) cómo alejar todos los peligros, y puede, si le place, ¡hacer retroceder la invasión francesa!» [5]. Además, el respeto a la figura de Lalla se ve reflejado en esta interesante curiosidad: muchos de sus enemigos la llamaban la “Juana de Arco de la Djurdjura”[6].
A pesar de eso, desafortunadamente, en 1857 el ejército francés conquistó la Cabilia de la Djurdjura y la heroína de la resistencia del pueblo cabilio fue encarcelada. Murió finalmente en prisión a la edad de 33 años en 1863 en Ben Slimane.
“Las feministas argelinas la introdujeron de nuevo en la historia de Argelia, y es gracias a este trabajo que, en 1995, sus restos fueron transportados al cementerio de los héroes nacionales de Argelia que es El Alia”
A pesar de que su nombre es ahora un símbolo de la resistencia a la colonización y de los movimientos feministas argelinos, la figura de Lalla cayó en el olvido durante más de un siglo. La rehabilitación de su leyenda ha sido el resultado del esfuerzo de las feministas argelinas en los años 1990, según Feriel Lalami Fates: “Las feministas argelinas la introdujeron de nuevo en la historia de Argelia, y es gracias a este trabajo que, en 1995, sus restos fueron transportados al cementerio de los héroes nacionales de Argelia que es El Alia”[7]. Desde entonces los homenajes se han multiplicado, ya sea a través de estatuas, películas, canciones o actos simbólicos como la denominación de calles o escuelas…
En Argelia las mujeres no solamente participaron activamente en las guerras para impedir la colonización, sino que también participaron en la guerra de liberación nacional. Las «muyahidas» (mujeres combatientes durante la guerra de liberación) son muy numerosas y muchas se han erigido como símbolos de la resistencia y martirio. La victoria de esta lucha nacional no habría sido posible sin ellas, ya que jugaron diferentes papeles durante la guerra. Es difícil destacar una figura por encima de las demás, pero, para este artículo, hablaremos de Zoulija Oudai por ostentar el título de «madre de los mártires».[8]
La ejecución de su marido y su hijo por parte del ejército colonial fue uno de los motivos de su compromiso con la independencia de Argelia. Compromiso tan importante que fue rápidamente nombrada responsable del FLN (Frente de Liberación Nacional) en la región de Cherchell, participando en operaciones de inteligencia y en el acercamiento del FLN a la población. También financió muchas de sus acciones y, cuando se desmanteló la red de la región de Cherchell, en 1957, se unió a los maquis. El ejército francés le tendió una emboscada en el Oued Haïzer, donde fue detenida el 15 de octubre de 1957 y torturada durante diez días. Fue finalmente asesinada, lanzada desde un helicóptero por los soldados franceses, tras negarse a divulgar información secreta. En la actualidad, descansa en el cementerio de los «Chouhada» (mártires) de Menaceur.
Mujeres nacionalistas en un contexto de descolonización
A través de los movimientos nacionalistas, las mujeres comenzaron a ocupar un mayor espacio público y político en muchos países árabes. En Egipto, por ejemplo, desempeñaron un importante rol en la revolución de 1919 contra la colonización británica[9]. El 14 de marzo de 1919, en El Cairo, Hamida Khalil fue alcanzada por una bala inglesa y se convirtió en la primera mujer mártir de la causa nacional. Dos días después de su muerte, un centenar de mujeres de la alta sociedad se reunieron para manifestar contra la dominación británica[10]. Entre ellas, una mujer que tendría un gran importancia en los eventos del país, Huda Sharawi.
Huda Sharawi comenzó su activismo en el espacio público en 1908 fundando un dispensario para mujeres de escasos recursos y una escuela para mejorar el entorno familiar.[11] Su compromiso social se convirtió rápidamente en un compromiso político tras asistir a una manifestación de mujeres a favor del derecho al voto en Francia. Decidió entonces crear la Asociación Intelectual de Mujeres Egipcias en 1914, con el objetivo de adaptar las luchas feministas a la sociedad egipcia.[12]
Los acontecimientos de 1919 trajeron un nuevo cambio en sus compromisos, que se volvieron también nacionalistas. De hecho, llegó a desempeñar un papel fundamental en el partido nacionalista Wafd, creado ese mismo año, primero a través de su vicepresidente y marido Ali Sharawi, y luego de ella directamente. El 12 de enero de 1920 creó el Comité Central de Mujeres del Wafd, el cual presidió durante dos años.
Sin embargo, después de que varias de sus demandas fueran rechazadas por los líderes del partido durante las negociaciones con los británicos, Huda se alejó del Comité Central y sobre todo del Wafd.
Entre sus motivos para distanciarse del partido destaca el rechazo de los nacionalistas hacia el voto de las mujeres, una cuestión que ocupaba un lugar especial para ella. Una carta escrita por Huda al líder del partido, Saad Zaghlul, ilustra su razonamiento:
“[…] En este momento en que la cuestión egipcia está a punto de resolverse, es manifiestamente injusto que el Wafd egipcio, que defiende los derechos de Egipto y lucha por su liberación, pueda negar a la mitad de la nación la parte que le corresponde en esa liberación.”[14]
Decidió entonces seguir luchando por sus ideas y por esa mitad de la nación excluida, creando, en 1923, la Unión Feminista Egipcia (UFE), de la que fue presidenta hasta su muerte en 1947. El objetivo de la organización era defender los derechos de las mujeres y se caracterizaba por sus relaciones estrechas con organizaciones feministas internacionales como el International Woman Suffrage Alliance[15]. Sus ambiciones la condujeron a dejar el nacionalismo egipcio por un nacionalismo árabe, en el que también tendría una representación importante. En diciembre de 1944 organizó el primer Congreso Feminista Árabe para «la construcción de una verdadera ciudadanía para hombres y mujeres en los estados árabes liberados del yugo de la colonización«.[16] Sin embargo, sus ideas y proximidad con las ideas feministas occidentales, ilustradas, por ejemplo, en su decisión de quitarse el velo en la estación de tren de El Cairo en 1923, fueron la razón de muchas críticas en su momento.[17]
La condición de la mujer era una cuestión importante en esa época en Egipto y dio lugar a muchos debates. Sin realizar un análisis comprensivo de estas ideas, podemos destacar varias corrientes de pensamiento, impulsadas por distintas mujeres: por una parte, una corriente progresista cercana a las ideas occidentales que acabamos de ver con Huda. Por otra parte, otra corriente representada por Malak Hifni Nasef, quien luchaba por la mejora de la condición de la mujer desde el marco de la religión y de las costumbres de la sociedad.[18] Malak buscaba una voz feminista diferente a la de Huda, que combinaba elementos de occidentalización y otros de la tradición árabo-islamica.[19].
Por último, destacaba otra corriente más rigorista y tradicional representada por Zainab al-Ghazali. En 1936, al-Ghazali creó la Asociación de Mujeres Musulmanas, cuya misión era animar a las mujeres musulmanas a incorporar el islam en su vida cotidiana, porque, según ella:
el islam ha proporcionado todo tanto a los hombres como a las mujeres. Ha dado a las mujeres todo: libertad, derechos económicos, derechos políticos, derechos sociales, derechos públicos y privados.»[20]
En las regiones del Mashreq, del Magreb, así como en Turquía, muchas mujeres se movilizaron por la independencia de su país y, aprendiendo de estas movilizaciones, comenzaron a defender sus derechos.
Al-Ghazali insistía en que las mujeres deben tener un papel activo en las esferas pública, intelectual y política si así lo desean, siempre que dichas actividades no interfieran con las responsabilidades de la mujer hacia su familia. Estuvo también muy comprometida con el nacionalismo y apoyó la revolución de 1952. Sin embargo, sus actividades políticas y su oposición al gobierno egipcio tras la disolución de los Hermanos Musulmanes en 1964 la llevaron a ser detenida y encarcelada en 1965.
Egipto no fue el único país en el cual las mujeres empezaron a tener más poder en el espacio público. En las regiones del Mashreq, del Magreb, así como en Turquía, muchas mujeres se movilizaron por la independencia de su país y, aprendiendo de estas movilizaciones, comenzaron a defender sus derechos. Esta lucha continuó tras la independencia, pero la mayoría de estos movimientos fueron gradualmente absorbidos por el Estado, limitando la acción de las mujeres al mundo asociativo. Así, se vieron en general excluidas de los puestos de decisiones y del poder político a pesar de la importancia que habían tenido en las liberaciones nacionales. Lamentablemente, esto no es una particularidad de los países de tradición islámica, sino una realidad global.
Mujeres jefas de Estado en países musulmanes
A pesar de ello, muchas de las grandes democracias occidentales como Francia o Estados Unidos nunca han tenido una jefa de Estado, mientras que, en algunos países musulmanes, las mujeres sí han llegado a ocupar este puesto.
Benazir Bhutto, mencionada en la introducción de este artículo, es un ejemplo de ello. En la década de 1990 se convirtió en la primera mujer jefa de Estado elegida en un país musulmán, y abrió la puerta a otras. Sin embargo, hay que recordar que su mandato fue muy criticado y que la acusaron varias veces de corrupción. Khaleda Zia fue la segunda mujer en ser nombrada Primera Ministra en un país musulmán, liderando dos legislaturas en Bangladés (1991-1996 y 2001-2006). Desde su primer mandato, muchas mujeres han ocupado puestos de responsabilidad en el país, especialmente bajo los gobiernos de la actual primera ministra, Sheikh Hasina, hija del primer presidente del país. Hasina también ganó dos elecciones: la primera vez tras el fin del primer mandado de Khaleda en 1996, y la segunda vez en 2008 cuando obtuvo una victoria aplastante en las elecciones, a pesar de haber sido arrestada y acusada de estorsión en 2007.
En 1997, en Turquía, Tansu Çiller siguió los pasos de Benazir, de Khaleda y de Sheikh Hasina como la primera mujer en ser nombrada primera ministra en su país, aunque su vida también estuvo marcada por muchas polémicas y acusaciones de corrupción.
En el país musulmán más poblado del mundo, Indonesia, destaca la figura de Megawati Sukarnoputri, quien ocupó la vicepresidencia entre 1999 a 2001 y fue nombrada presidenta de la República entre 2001 y 2004. El mismo año, en Senegal, un país caracterizado por su diversidad cultural y religiosa, Mame Madior Boye fue también nombrada primera ministra del país. Tras finalizar su mandato, fue nombrada representante especial ante la Unión Africana para la protección de la población civil en los países bajo conflictos armados.
Más recientemente, en 2010 tras la revolución de abril que depuso al presidente Kurmanbek Bakiyev en Kirguistán, fue Roza Otunbayeva la que juró el cargo de presidente del país, con la misión de pacificar una situación explosiva. Un año después, en Kosovo, Atifete Jahjaga rompió también el techo de cristal ejerciendo como la cuarta presidenta de la recién República de Kosovo entre 2011 y 2016.
Acabaremos esta lista con Samia Suluhu Hassan, quien se convirtió este mes de marzo en la primera mujer presidenta de Tanzania tras la muerte del presidente John Magufuli. Según la Constitución tanzana, la nueva presidenta, musulmana y nativa del archipiélago semiautónomo de Zanzíbar, debe permanecer en el poder hasta el final del mandato del presidente fallecido, que llegará en 2025. Este hecho sin precedentes convierte a Samia en una figura referente en materia de feminismo y política y supera otra marca personal, pues Samia ya había marcado la historia de su país previamente, al erigirse como primera mujer vicepresidenta de Tanzania en 2015.
Estos relatos, así como muchos trabajos recientes, demuestran y visibilizan la importancia de las mujeres de países musulmanes en las transformaciones sociales. Para el mundo occidental las movilizaciones de las mujeres en la sociedad civil parecen un fenómeno nuevo; sin embargo, son el resultado de siglos de lucha y se inscriben en un proceso histórico. Djamila Bouhired ilustra perfectamente esa continuación de las luchas. A los 20 años, Bouhired se unió al FLN y más tarde a los Fedayines (militantes armados), con los que participó en las guerrillas contra los colonos franceses. Por ello fue arrestada y torturada y, tras su liberación, su lucha y coraje fueron homenajeados por personalidades claves de la región. No obstante, tras alcanzar Argelia la independencia fue deliberadamente apartada de la escena política por sus compañeros del FLN.
Bouhired nunca renunció a luchar y, exasperada por la injusticia del patriarcado, sigue reivindicando, a día de hoy, la posición de las mujeres en la liberación de Argelia. También participa en las protestas del Hirak en Argelia, donde su palabra, llena de experiencia, es muy escuchada:
«Nuestra sangre es la misma que la de los hombres. Nuestra sangre no es agua. Nuestra sangre es sangre«.[21]
Bouhired, como muchas otras, simboliza estos siglos de lucha de las mujeres en los movimientos sociales, que desafortunadamente siguen olvidados con demasiada frecuencia… A través de este artículo hemos tratado de recuperar sus luchas, sus ideas y sus historias, como modelos de lucha e inspiración, y como ejemplos para rechazar las lecturas patriarcales del islam, que sustentan la islamofobia y la esencialización de la mujer musulmana.
Referencias
[1] Mahfoudh, Amel, et Christine Delphy. « Entre dictatures, révolutions et traditions, la difficulté d’être féministe au Maghreb », Nouvelles Questions Féministes, vol. vol. 33, no. 2, 2014, pp. 4-12.
[2] Elsa Mourgues. « Lalla fatma N’Soumer, la résistante kabyle », France Culture [En linea], 24/02/2020
[3] Ouissal Harize. « From militants to student activists: The women who fought for Algeria », Middle East Eye [En linea], 03/07/2020
[4] Elsa Mourgues. « Lalla fatma N’Soumer, la résistante kabyle », France Culture [En linea], 24/02/2020
[5] Ibid.
[6] Ouissal Harize. « From militants to student activists: The women who fought for Algeria », Middle East Eye [En linea], 03/07/2020
[7] Elsa Mourgues. « Lalla fatma N’Soumer, la résistante kabyle », France Culture [En linea], 24/02/2020
[8] Ouissal Harize. « From militants to student activists: The women who fought for Algeria », Middle East Eye [En linea], 03/07/2020
[9] Nora Semmoud, Gülçin Erdi Lelandais, Safaa Monqid. “ Femmes, droits et participation citoyenne au Machrek, au Maghreb et en Turquie ”. Genre, féminisme et développement. Une trilogie en construction, Les presses de l’Université d’Ottawa, 2019
[10] Dayan-Herzbrun, Sonia. « Féminisme et nationalisme dans le monde arabe », Fatou Sow éd., La recherche féministe francophone. Langue, identités et enjeux. Karthala, 2009, pp. 243-253
[11] Sonia Dayan-Herzbrun, « Féministe et nationaliste égyptienne : Huda Sharawi », Mil neuf cent, n°16, 1998, p.64.
[12] Ibid. p. 66
[13] No lo tendrán hasta la llegada al poder de Nasser en 1956
[14] Sonia Dayan-Herzbrun. « Féminisme et nationalisme dans le monde arabe », La recherche féministe francophone. Langue, identités et enjeux. Paris, Éditions Karthala, « Hommes et sociétés », 2009, p. 247
[15] Margot Lefèvre. « Huda Sharawi (1879-1947) », Les clés du Moyen-Orient [En linea], 09/11/2020
[16] Sonia Dayan-Herzbrun, « Féministe et nationaliste égyptienne : Huda Sharawi »,p. 73.
[17] Margot Lefèvre. « Huda Sharawi (1879-1947) », Les clés du Moyen-Orient [En linea], 09/11/2020
[18] Nora Semmoud, Gülçin Erdi Lelandais, Safaa Monqid. “ Femmes, droits et participation citoyenne au Machrek, au Maghreb et en Turquie ”. Genre, féminisme et développement. Une trilogie en construction, Les presses de l’Université d’Ottawa, 2019
[19] Leila Ahmed, Women and gender in Islam : historical roots of a modern debate, New Haven, Connecticut, Yale University Press, 1992, 296 p.
[20] Ibid. pp.197-202
[21] Ouissal Harize. « From militants to student activists: The women who fought for Algeria », Middle East Eye [En linea], 03/07/2020
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