A medida que aumenta el interés institucional y público por la islamofobia y se desarrollan programas de detección y prevención de discursos de odio —programas que son, naturalmente, bienvenidos y necesarios—, la investigación académica y la práctica de quienes enfrentan el estigma en la vida cotidiana van más allá y coinciden en que el fenómeno es mucho más complejo y profundo.
Ni es únicamente un problema de discursos ni se circunscribe al islam y los musulmanes. Son estas las premisas del seminario internacional La construcción neoliberal de las poblaciones musulmanas: securitización, extrema derecha y fronteras, que se celebró entre las Universidades Autónoma y Complutense de Madrid el 26 y 27 de junio de 2019, coorganizado por tres grupos de investigación: el veterano Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos (TEIM) de la Universidad Autónoma, el Grupo de Investigación en Antropología de Orientación Pública (GIAOP) de la misma universidad y el más reciente Grupo de Análisis sobre Islam en Europa (GRAIS) de la Complutense.
Señalar la singularidad de la islamofobia, como elemento diferenciable analíticamente del racismo en general y de la xenofobia, ha sido y continúa siendo, en España, una tarea ardua. En un contexto tan marcado a la vez por el nacional-catolicismo redivivo y por el anticlericalismo como elemento de resistencia, no siempre resulta sencillo demostrar que la religión, y en particular el islam, puede ser motivo de estigma y exclusión social. Una parte importante de quienes se consideran antirracistas encuentran sin duda más cómodo, desde su laicismo, no tener que solidarizarse con una confesión religiosa.
Señalar la singularidad de la islamofobia, como elemento diferenciable analíticamente del racismo en general y de la xenofobia, ha sido y continúa siendo, en España, una tarea ardua.
Sin embargo, también existe el riesgo de caer en el extremo contrario y considerar la islamofobia como un fenómeno singular, desligado en la práctica (no solo conceptualmente) de otras formas de racismo y que afectaría por igual a todos los musulmanes con independencia de su origen nacional o étnico, su género o su clase social. Es ésta una aproximación liberal a la que no son ajenos los discursos de ciertos sectores de los establishments musulmanes en las sociedades europeas. La islamofobia bebe de las demás formas preexistentes y contemporáneas de racismo, y está directamente conectada con las diversas estrategias neoliberales de control y jerarquización de poblaciones, musulmanas o no. Aunque, evidentemente, el elemento islámico constituya un eje central en los discursos y la legitimación de dichas estrategias.
La islamofobia como eje de crecimiento electoral
¿Quién produce esos discursos? La respuesta inmediata señala ante todo a la ultraderecha, que, en toda Europa, y también en España, utiliza la islamofobia como eje de crecimiento social y electoral, igual que hicieron sus predecesores con el antisemitismo unas décadas antes. Sin embargo, los imaginarios que subyacen a dichos discursos permean todo el espectro político, incluido el de la izquierda y la extrema izquierda. Como se recordó de forma recurrente en el seminario, las luchas por la igualdad de género o por la libertad sexual están siendo objeto de un intento de secuestro en favor de lógicas islamófobas y racistas, y lo mismo ocurre con reivindicaciones tradicionales de la izquierda como el laicismo.
La islamofobia bebe de las demás formas preexistentes y contemporáneas de racismo, y está directamente conectada con las diversas estrategias neoliberales de control y jerarquización de poblaciones, musulmanas o no.
A este confuso trasvase de reivindicaciones contribuye el hecho de que las fronteras políticas tradicionales en gran medida se hayan borrado, generando el fenómeno que algunos autores llaman pospolítica, antipolítica o posideología, y que funciona con lógicas comunes a izquierda y derecha. Por ejemplo, la idea de que la gestión de gobierno está determinada por criterios de “gestión eficiente” y no por posiciones éticas, el gusto por los liderazgos fuertes y el personalismo o la apelación a lo emocional por encima de los argumentos racionales.
La islamofobia y sus lógicas «hermanas»
Sin embargo, la islamofobia y sus lógicas “hermanas” no se apoyan únicamente en discursos. Es más, como recientemente señalaba un excelente libro de Narzanin Massoumi, Tom Mills y David Miller, el principal soporte de la islamofobia, y a la vez el menos estudiado, lo constituyen no los discursos sino las prácticas institucionales. Prácticas que casi nunca proceden de gobiernos de ultraderecha y que no suelen explicitarse discursivamente, pero que aplican, en definitiva, aquello por lo que abogan los discursos racistas.
Dos son los escenarios privilegiados de dichas prácticas institucionales. Uno de ellos es el de la gestión de las migraciones y la pasmosa frialdad con la que las sociedades europeas aceptan —nuevamente— la división del cuerpo social en personas “con derechos” (aunque en franco retroceso) y “sin derechos”. E incluso, más allá, la naturalización de la muerte de estas últimas hasta el punto de llegar a convertir en delito el hecho de prestarles ayuda, en consonancia con lo que Achille Mbembe ha llamado necropolítica: dejar morir a los excluidos. En esta necropolítica intervienen no solo las sociedades de la Unión Europea, sino que juegan un papel directo algunos de los Estados adyacentes.
Según el concepto de securitización, una persona educada y socializada en la religión islámica es susceptible de convertirse en cualquier momento en un “radical” y de ahí en un criminal, como si el islam fuera una especie de psicosis latente.
El segundo escenario es el de la securitización, que afecta particularmente a los musulmanes en tanto que tales y que se fundamenta en la idea de la “radicalización”. Según este concepto en boga, una persona educada y socializada en la religión islámica, al margen de su práctica religiosa real o de la importancia subjetiva que ésta tenga, es susceptible de convertirse en cualquier momento en un “radical” y de ahí en un criminal, como si el islam fuera una especie de psicosis latente.
O bien puede no desarrollar del todo las potencialidades perversas de su religión, en cuyo caso es un “musulmán moderado”. El ámbito docente se considera un espacio privilegiado para la vigilancia, la corrección y, llegado el caso, la denuncia de los alumnos susceptibles de convertirse en “radicales”, que son evidentemente aquellos que la administración escolar considera musulmanes por su origen familiar. En el ámbito español, Cataluña ha sido pionera en la aplicación de estas lógicas de criminalización preventiva sobre el alumnado, a través del “protocolo de radicalización islamista” (PRODERAI) al que luego se llamó “de procesos de radicalización en los centros educativos”.
Conclusiones
Las conclusiones del seminario, en el que participaron como ponentes una quincena de investigadores y activistas de diversos ámbitos y universidades, españolas y extranjeras, fueron sobre todo la reafirmación de la necesidad de analizar la islamofobia en sus lógicas racistas, sexistas y (neo) coloniales más amplias, su conexión con la economía política neoliberal y los procesos de liquidación de los Estados de derecho, las prácticas abiertas o sutiles que la sostienen, especialmente las institucionales, y la necesidad de pasar, en todo momento, del análisis a la acción y viceversa, para que seminarios como éste tengan una incidencia social transformadora, más allá de la producción y reproducción de conocimiento académico.
Daniel Gil-Benumeya
Sin comentarios