Alfonso Casani – FUNCI
El aumento de la islamofobia en Europa durante los últimos años no es una novedad, como tampoco lo es la aproximación «securitaria» que se ha establecido hacia las comunidades musulmanas residentes en Europa, desde comienzos del s. XXI y los trágicos atentados del 11-S en Nueva York. En los últimos meses estas políticas europeas han dejado evidencias estremecedoras de su claro antagonismo con respecto a la población musulmana.
La aprobación de la controvertida ley contra el “separatismo” por parte de la Asamblea Nacional de Francia, la inaudita campaña de detenciones contra musulmanas promovida en Austria, que ha conducido a la detención del conocido académico Farid Hafez, y la prohibición del burqa en Suiza mediante referéndum el pasado 7 de marzo, constituyen un claro ejemplo de la vulnerabilidad de los derechos de la población musulmana, enmarcado en un discurso de lucha contra el islam político o el islamismo radical.
Este proceso de ensalzamiento de las políticas «securitarias» se traduce en un endurecimiento del control de la población musulmana, por parte de las fuerzas de seguridad, pero también de la legislación y la administración desde una perspectiva general, que contribuye a restringir las libertades religiosas de la comunidad musulmana (Césari, 2013).
El burqa y su ausencia en Europa
Este proceso de ensalzamiento de las políticas «securitarias» se traduce en un endurecimiento del control de la población musulmana, por parte de las fuerzas de seguridad, pero también de la legislación y la administración desde una perspectiva general.
Pocas cuestiones han generado tanta polémica en Europa como la vestimenta del burqa y el niqab, que ha conducido a una fuerte polarización social y es, a menudo, empleada para hablar de la sumisión de la mujer en el islam, obviando las connotaciones culturales (más que religiosas) que rodean a esta prenda. La supresión del burqa en Europa (a pesar de que se trata de una prenda exclusivamente afgana que nadie viste en Occidente) ha logrado contar con un amplio consenso de la ultraderecha, pero también de amplias secciones de los movimientos feministas. Como afirma el investigador Gil-Benumeya, se ha convertido, así, en un fenómeno transversal, “post-político”, que difumina las fracturas tradicionales entre a izquierda y la derecha.
A lo largo de la última década, distintos países europeos han adoptado una legislación restrictiva con esta prenda, prohibiendo su vestimenta en espacios públicos: Francia y Bélgica en el año 2010, Bulgaria y Holanda en 2016, Austria en 2017, y, hace pocos días, Suiza.
Como explicaba recientemente Inés Eléxpuru, directora de comunicación de FUNCI, la adopción de un relato «securitario» en estos casos esconde una intención de legislar contra la población musulmana de estos países. El aspecto más llamativo de todos ellos, que resalta el carácter ideológico que sustenta estas regulaciones, es precisamente el hecho de que apenas haya musulmanas que vistan no ya el burqa, sino también el nikab, o velo integral, en este continente, aparte de algunas turistas del Golfo, como se ha constatado en Suiza. El siguiente audio reproduce la entrevista de Eléxpuru a la cadena BLU Radio:
Un estudio reciente, previo al plebiscito celebrado en Suiza, estimaba en 20-30 personas el número de mujeres que utilizaba el nikab en el país. Con una población de 8,6 millones, aproximadamente un 5% de la población es musulmana, es decir, 390.000 personas. De estas, tan sólo el 0,007% usa esta prenda. Calcular esta cifra sobre el porcentaje total de la población ofrece un resultado que únicamente puede entenderse como anecdótico.
No se escapa la ironía de que el referéndum suizo haya sido celebrado durante la actual pandemia global, en un contexto en el que el uso de la mascarilla es obligatorio.
La situación se repite en todos los países mencionados, donde en ningún caso el número de mujeres que viste nikab alcanza la cifra del 0,1% del total de musulmanes del país, ni llega al centenar de personas. Tan solo en Francia la cifra ascendía a 1.900 personas en 2011, previo a su prohibición, y esta cifra seguía representando únicamente el 0,04% del total de población musulmana del país.
No se escapa la ironía de que el referéndum suizo, que alcanzó el “sí” con un resultado muy ajustado de 51,2% de votos a favor, haya sido celebrado durante la actual pandemia global, en un contexto en el que el uso de la mascarilla es obligatorio.
El islam político como problema ‘secutitario’
Días antes de la celebración de la consulta, el diputado Walter Wobmann, presidente del Comité del referéndum, justificaba la iniciativa de prohibición del burqa en su carácter de “símbolo de este islam político extremo que se ha vuelto cada vez más prominente en Europa y que no tiene lugar en Suiza”.
Independientemente de su referencia a esta prenda, no es la primera vez que el “islam político” es empleado como justificación para la restricción de los derechos de la población musulmana. Por el contrario, se trata de un relato cada vez más común, que relaciona el islam político con la población musulmana general y contribuye a representarlos como una amenaza al sistema político de los países europeos.
Sin detenernos en exceso en esta noción, el islam político se refiere a las corrientes ideológicas que difuminan las esferas pública y privada y persiguen la transformación del sistema político conforme a los valores enunciados en el Corán (Fuller, 2003). Existe una amplia variedad de interpretaciones ideológicas del islam, así como una multiplicidad de movimientos islamistas, y todos ellos se encuentran determinados por los contextos políticos e históricos de los entornos en los que han surgido (Ayoob, 2008). Por supuesto, también hay musulmanes (la mayoría) que no se adscriben a estas corrientes ideológicas, que circunscriben sus creencias a la esfera individual. La narrativa adoptada por un cada vez mayor número de partidos políticos europeos se apoya sobre los clásicos reduccionismos orientalistas que entienden el islam como una religión monolítica, antónima a los “valores occidentales” y machista por antonomasia. Esta percepción facilita la adopción de una aproximación «securitaria» hacia el islam, que traslada su gestión a la esfera de la seguridad y justifica la restricción de los derechos y libertades de las comunidades musulmanes que residen en Europa.
En este contexto situamos el controvertido discurso del presidente francés Emmanuel Macron el pasado dos de octubre de 2020 contra el “separatismo islamista”. Esta idea, con una base conceptual poco definida, se ha contrapuesto al respeto de la laicidad y los valores de la República francesa, y ha servido de marco para la promulgación del proyecto de ley “para reafirmar los principios republicanos”, que tiene por objetivo afrontar el separatismo y las ofensas contra los ciudadanos, y que señala de manera especial el islamismo radical. Este texto, aprobado por la Asamblea Nacional y a la espera de ser debatido en el Senado, impondrá la neutralidad religiosa entre los trabajadores públicos, y aumentará el control sobre la formación de los imanes y la financiación de fundaciones de carácter religioso. El proyecto ha sido ampliamente criticado por su aproximación estigmatizadora hacia el islam y su contraposición con los valores franceses.
Antiterrorismo y represión en Austria
En esta misma línea situamos la promulgación de una nueva ley antiterrorista en Austria, sustanciada en un duro discurso contra el islam político y sus peligros para el país. Este relato, común a la mayoría de partidos políticos y no únicamente al anterior gobierno de extrema derecha, adoptó un tono más marcado tras el atentado del 2 de noviembre de 2020 en Viena, en el que cuatro personas fallecieron a causa de un tiroteo en la capital.
Esta narrativa se apoya sobre los clásicos reduccionismos orientalistas que entienden el islam como una religión monolítica, antónima a los “valores occidentales” y machista por antonomasia.
En la víspera del atentado, el Canciller austriaco, Sebastian Kurz, prometió un endurecimiento de las leyes antiterroristas en la lucha contra el “islam político, la base ideológica [de estos atentados]”. Aunque posteriormente se retiró la alusión directa a este término, la ley contempla medidas controvertidas como la creación de un registro oficial de imanes, o, sobre todo, la vigilancia y posibilidad de prohibición de “asociaciones de motivación religiosa extremista” que puedan suponer una amenaza para los valores democráticos del país. Esta medida incluye la posibilidad de llevar a cabo arrestos preventivos de personas sospechosas de radicalización o con vínculos con asociaciones radicales.
En este contexto, se lanzó una campaña de detenciones contra más de 60 académicos y activistas musulmanes el 9 de noviembre de 2020, que incluyó la detención del célebre académico Fared Hafez, un conocido crítico de la deriva islamófoba que está experimentando el país. Acusado de apoyar el terrorismo, de hostilidad hacia el Estado y de blanqueo de dinero, las cuentas de Hafez han sido congeladas y sus materiales requisados, a la espera de un juicio que aún no se ha formalizado.
El siguiente vídeo, lanzado por el propio Hafez como parte de una campaña de recaudación de fondos que compense la congelación de sus cuentas, detalla estos acontecimientos y ahonda en la situación de los musulmanes en Austria.
¿Un nuevo consenso con respecto al islam?
Los acontecimientos descritos presentan varios puntos en común, preocupantes: en primer lugar y como como se ha expuesto a lo largo del artículo, todos ellos adoptan una aproximación «securitaria» hacia el islam y los musulmanes en Europa, que justifica la adopción de medidas que fomentan los prejuicios y contribuyen a la marginación de las comunidades musulmanas.
Más preocupante y frente a lo señalado en ocasiones anteriores, las disposiciones legales identificadas en este artículo no proceden de partidos de extrema derecha, sino que cuentan con el apoyo y aprobación de una amplia gama de partidos de todo el espectro político, con la connivencia de una parte importante de la población. Esto nos conduce a preguntarnos lo que sería una terrible conclusión, ¿se está trasladando el consenso político y social con respecto al islam hacia nuevas posturas excluyentes y estigmatizadoras?
Referencias
Ayoob, M. (2008). The Many Faces of Political Islam: Religion and Politics in the Muslim World. University of Michigan Press: Míchigan.
Cesari J. (2013). “Securitization of Islam in Europe: The Embodiment of Islam as an Exception”, Why the West Fears Islam. Culture and Religion in International Relations. Palgrave Macmillan: New York.
Fuller, G. (2003). The Future of Political Islam. Palgrave Macmillan: New York.
Gil-Benumeya, D. (2020). “La islamofobia progresista: discursos y agentes”, II Congreso Nacional “Desmontando la Islamofobia”, 24-26/11/2020. Publicado en: https://twistislamophobia.org/2020/12/04/la-islamofobia-progresista-discursos-agentes/
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