Alfonso Casani – FUNCI
La semana pasada (17 de septiembre) volvió a abrirse el debate en torno al velo en Francia. Se trata de una de las cuestiones que más controversia han generado en los últimos años; una polémica recurrente, que muestra la dificultad de los dirigentes políticos y del sistema legislativo francés de encontrar una solución que satisfaga al conjunto de la sociedad. El debate y los argumentos esgrimidos engloban diferentes posturas y aproximaciones, en torno al feminismo y el laicismo, pero también al racismo y la islamofobia, y la pervivencia de una mirada colonial sobre el cuerpo de la mujer musulmana y el lugar que el islam ocupa en Francia. En el fondo del debate encontramos la incapacidad de la sociedad francesa de adaptarse a una realidad cada vez más multicultural.
La reciente polémica se desató cuando una diputada de la Asamblea Nacional francesa, Anne-Christine Lang, miembro del partido La Republique en Marche liderado por el Presidente de la República Emmanuel Macron, abandonó una comisión parlamentaria ante la participación de una estudiante con hiyab. La acción fue secundada por varios de sus compañeros, que también reprobaron la vestimenta de la joven que en aquel momento tomaba la palabra. Se trataba de Maryam Pougetoux, actual portavoz del sindicato nacional estudiantil UNEF, y en aquel momento participaba en una sesión dedicada a abordar los efectos de la crisis del Covid-19 sobre la juventud. La sesión no tenía ninguna relación con el islam ni con el rol de la religión en Francia; sin embargo, para estos diputados, la mera participación de la joven velada constituía un ataque al espíritu de la laicidad que caracteriza al país y sus instituciones.
En tant que députée et féministe, attachée aux valeurs républicaines, à la #laicite et aux #droitsdesfemmes, je ne peux accepter qu’une personne vienne participer à nos travaux à l’#AN en hijab, qui reste pour moi une marque de soumission.
J’ai donc quitté cette audition #DirectAN pic.twitter.com/6L5PRF2YvX— Anne-Christine Lang (@AChristine_Lang) September 17, 2020
“Como diputada y feminista, adscrita a los valores republicanos, la laicidad y los derechos de la mujer, no puedo aceptar que una persona venga a participar a nuestro trabajo en la Asamblea Nacional vistiendo un hiyab, que continúa siendo, para mí, un símbolo de sumisión”, justificó Lang. Se observa, así, cómo laicismo y feminismo se convierten en un medio de ataque a las mujeres musulmanas, y así, en una herramienta para alimentar la islamofobia de género.
Lamentablemente, se trata de una cuestión recurrente en Francia. De hecho, no es la primera vez que Maryam Pougetoux se encuentra en el foco de una controversia similar. Ya en 2018, esta estudiante fue ampliamente criticada tras ser elegida como portavoz de la UNEF y ofrecer una entrevista en la televisión nacional. En aquel momento, Marlène Schiappa, Secretaria de Estado de igualdad, criticó que la representante del sindicato fuese alguien que vistiese un hiyab, y la revista satírica Charlie Hebdo le dedicó una portada, ampliamente criticada como racista por retratarla con facetas simiescas.
La laicidad en el centro del debate
La principal razón de conflicto en Francia es la función central ocupada por la laicidad, que, más allá de su reconocimiento legal, se encuentra enraizado en la identidad francesa desde la proclamación de la primera república en el s. XVIII. La laicidad es reconocida en el artículo 1 de la Constitución, como también se reconoce jurídicamente la obligación de evitar la ostentación de símbolos religiosos en los espacios públicos.
Pero ni siquiera esto es aplicable al caso que nos concierne. La Asamblea Nacional prohíbe asistir con símbolos religiosos a los funcionarios públicos, no dice nada sobre la vestimenta de aquellos que son invitados a participar en ella de forma puntual. Las declaraciones de Anne-Christine Lang fueron, por tanto, puramente políticas.
Lo que realmente se observa en Francia es un enfrentamiento entre laicismo y comunitarismo, entre libertades positivas y negativas.
Pero, ¿qué hay detrás de todo esto? Lo que realmente se observa en Francia es un enfrentamiento entre laicismo y comunitarismo, entre libertades positivas y negativas, tal y como las definió hace más de medio siglo el politólogo Isaiah Berlin. Esta concepción nos ofrece dos imágenes de la laicidad: una primera, negativa, entendida como la abolición y ausencia de todo símbolo religioso, que desemboca en una igualdad de los ciudadanos, consecuencia de la ausencia de toda expresión identitaria. Frente a esta encontramos la laicidad positiva, que promueve la igualdad de los ciudadanos mediante la expresión de todas las distintas prácticas religiosas y permite la presencia de todo símbolo religioso. La controversia que se ha desatado en Francia es fruto de las tensiones existentes entre una concepción negativa de la laicidad y una sociedad cada vez más multicultural, cuyas expresiones identitarias no encajan con el modelo normativo francés.
La cosificación del cuerpo de la mujer
Una segunda cuestión es la de la mujer musulmana, situada en el punto de mira del debate en torno a la religión por la utilización de una vestimenta fácilmente relacionada con el islam. En un informe publicado por la Red Europea contra el Racismo, el Colectivo contra la Islamofobia en Francia (CCIF) recogía que un 81,5% de los ataques islamófobos producidos en Francia se realizaban contra mujeres. Éstas son también las mayores perjudicadas a la hora de acceder o mantener un empleo. Es más, de acuerdo con un estudio de Pascal Tessemat (Universidad de Lorraine), sus posibilidades de ser contratadas eran siete veces menores cuando la candidata al empleo vestía un velo.
Pero las mujeres no son sólo las más afectadas por la islamofobia. Las acciones y argumentos realizados en su nombre también les quitan la capacidad de agencia y les privan de voz propia. ¿Cómo es posible acusar de sumisión a la mujer musulmana al tiempo que se habla en su lugar?
Como afirma la escritora Leïla Slimani en esta magnífica intervención: “Podemos estar en contra del velo, eso lo entiendo, cada uno tiene derecho a tener su propia opinión. Pero hay una gran diferencia entre estar en contra del velo y atacar a una mujer velada. Porque hacer eso es ponerse al nivel de aquellos que atacan a una mujer sin velo y la tildan de prostituta. Es cosificar a la mujer y reducirla a aquello que lleva o no lleva en la cabeza”.
La necesidad de una nueva práctica
Lo que necesitamos en la actualidad es una aproximación positiva a la laicidad y al multiculturalismo, que entienda el islam como un elemento más de la sociedad francesa.
El debate en torno al velo entraña muchos peligros, el principal de ellos, la legitimación de la discriminación de la mujer musulmana, entendida como un ser sumiso que no puede defenderse por sí mismo, y de la islamofobia en general (ya que, si las mujeres son atacadas por estar sometidas ¿por qué no atacar al hombre musulmán por someterlas?). Este debate se ha intensificado en los últimos años con el aumento del terrorismo internacional en suelo francés, que han conducido al establecimiento de un vínculo discriminatorio entre islam y terrorismo, que posiciona al islam como una antítesis de los valores franceses.
En su lugar, lo que necesitamos en la actualidad es una aproximación positiva a la laicidad y al multiculturalismo, que entienda el islam como un elemento más de la sociedad francesa (los musulmanes comprenden un 8% de la población del país, aproximadamente) y que, respetando los espacios públicos y los valores sobre los que se construyó la República, no criminalice las expresiones religiosas ni legitime los ataques a sus portadores.
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