Sabido es que en las circunstancias difíciles las personas demostramos lo que realmente somos. Nuestra capacidad, o no, de aplomo, aguante y empatía con los demás. Durante estos días, se entremezclan de forma contradictoria a lo largo del mundo aplausos y actitudes generosas, con comportamientos incriminatorios y racistas. Sin embargo, en general, las comunidades musulmanas están poniendo en práctica como nunca su cultura de la solidaridad y la implicación social con los desfavorecidos, dando ejemplo de civismo.
Inés Eléxpuru – FUNCI
Rabat, 18 de abril de 2020.
La crisis provocada por el COVID-19 está sacando a la luz en el mundo entero actitudes muy diversas, que se van modificando a medida que el estado de alerta y el confinamiento se alargan en el tiempo. Esto abarca los consabidos aplausos desde los balcones a los profesionales de la sanidad, las oraciones colectivas desde las ventanas -como se ha visto esta Semana Santa y entre algunos musulmanes-, e incluso la entonación del himno nacional y el aplauso a las fuerzas de seguridad y los sanitarios, como sucede en algunos lugares de Marruecos. También los hay, como el Cardenal de Rabat (Marruecos), Cristobal López Romero, quienes avivan la convivencia interreligiosa y lanzan un llamado al rezo colectivo. No son pocos los líderes religiosos, en especial de las tres confesiones monoteístas, los que invitan al diálogo y la solidaridad común en estos momentos. Todo es válido y bienvenido.
No obstante, las actitudes de rechazo, discriminación y linchamiento social, lamentablemente, se van prodigando, también. Últimamente han proliferado las quejas más o menos diplomáticas de vecinos que invitan a trabajadores de la sanidad y los supermercados a cambiar de hábitos comunitarios ante el miedo al contagio. Estas «recomendaciones» incluyen el no hacer uso de ascensores y otros lugares en los bloques de viviendas. El problema es que estas advertencias se hacen públicas mediante notas en los espacios comunes, lo que ha obligado a algunas instancias a prohibir la identificación de personas enfermas. En algunos casos, las imputaciones son aún más graves y conllevan mensajes del tipo “lárgate de aquí”, y hasta amenazas.
No obstante, las actitudes de rechazo, discriminación y linchamiento social, lamentablemente, se van prodigando, también.
Pero de estas actitudes insolidarias no solamente están saliendo mal parados estos colectivos, sino también las comunidades musulmanas en no pocos países. Las dificultades, como es bien sabido, se aprovechan a menudo para señalar al otro de forma mezquina y cruel.
Congregaciones multitudinarias
Es cierto que algunos focos de propagación grave se han debido a congregaciones multitudinarias de toda índole como partidos de fútbol, mítines políticos, festejos y celebraciones religiosas masivas que han desoído las recomendaciones de distanciamiento y confinamiento. Así ha sucedido con la secta Iglesia de Jesús Shincheonji, Templo del Tabernáculo del Testimonio en Corea del Sur, principal foco de infección en el país asiático, y con la secta musulmana rigorista Tablighi Jamaat, culpable del contagio de 10.000 personas en Pakistán, como también sucedió en Malasia con el mismo grupo religioso.
Por otra parte, algunos gurús extremistas hindúes recomendaron beber orina de vaca para paliar la crisis debida al coronavirus, poniendo en grave peligro a la población.
Estos comportamientos irresponsables, condenados por la gran mayoría de líderes religiosos de todo credo, han provocado que se produzcan amalgamas acusatorias contra las minorías musulmanas de diversos países. Así lo vimos en el Reino Unido, entre grupos de ultraderecha. Por no hablar de la delicada situación que desde hace meses se está viviendo en la India debido al acoso que está sufriendo su población musulmana, situación que se ha visto recrudecida con la propagación del coronavirus en el país, lo que ha llevado a algunos a hablar incluso de corona yihad a modo de hashtags en las redes sociales.
Sin embargo, y a pesar de comportamientos peligrosos muy puntuales (en los que se seguía la proclama “Allah nos evita el virus”) cabe destacar, en general, el muy generoso comportamiento de las comunidades islámicas tanto en sus países de origen como en los de acogida. También han sido numerosos los líderes musulmanes que han negado que el COVID sea un castigo divino, como sostienen algunos, y han exclamado que era una oportunidad para purificar el comportamiento de los musulmanes y mostrarse solidarios. Uno de los primeros en hacerlo fue el rector de la gran mezquita de París, Chems Eddine Hafiz, quien además instó a cerrar todas las mezquitas y rezar en casa.
Es cierto que algunos focos de propagación grave se han debido a congregaciones multitudinarias de toda índole como partidos de fútbol, mítines políticos, festejos y celebraciones religiosas masivas que han desoído las recomendaciones de distanciamiento y confinamiento.
Una gran cantidad de imanes por el mundo han puesto a disposición sus mezquitas, cerradas al culto durante esta crisis, para los vulnerables de toda condición. El reparto de alimentos y productos sanitarios ha sido enorme en no pocos lugares, de modo que los establecimientos de alimentación se han visto totalmente desbordados por los pedidos solidarios. Tal vez los casos más conocidos y llamativos sean los de Marruecos y Turquía, donde desde el primer día asociaciones y particulares se han volcado y se siguen volcando en ayudas. Así, hemos visto a través de las redes sociales, desde Larache hasta Estambul, camiones cargados de mercancías que eran depositadas en espacios públicos para el consumo de los necesitados. En ningún momento, por lo demás, se han visto escenas de pánico en los comercios por falta de abastecimiento, ni asaltos y disputas por el acopio de víveres, como sí se han apreciado en muchos otros países.
Solidaridad en Turquía
En Turquía, esta solidaridad se ha hecho extensiva, desde un punto de vista institucional, a los países más afectados de la UE como España e Italia, con el envío de material sanitario. El propio secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, lo hacía patente en unas declaraciones recientes.
Según explicaba el diario La Vanguardia el 5 de abril, “el pasado miércoles 1 de abril aterrizó en Madrid un avión con material sanitario procedente de Turquía con cinco toneladas de ayuda de este socio de la OTAN, que incluía 250.000 mascarillas, 20 máscaras anatómicas, 750 protectores oculares, 2.000 trajes protectores EPI y 1.000 litros de líquido antibacteriano, en respuesta a la petición de ayuda que hizo España a la OTAN”.
Los llamados Grupos de Apoyo Social puestos en marcha por el Ministerio de Interior turco han satisfecho las necesidades alimentarias y medicinales de numerosos adultos mayores de 65 años a través del país.
Una gran cantidad de imanes por el mundo han puesto a disposición sus mezquitas, cerradas al culto durante esta crisis, para los vulnerables de toda condición.
Pero también en lo civil Turquía está haciendo un gran esfuerzo. Tanto en el ámbito nacional, como en el exterior. Así, vemos el ejemplo de toda una serie de restaurantes de comida turca ubicados en Nueva York y Jersey, que están elaborando comida para el personal que trabaja por contener la pandemia.
Abdulsamet çakır, un joven imán turco, convirtió la mezquita en la que anteriormente oficiaba en un «mercado» en toda regla para abastecer a la población en situación de precariedad bajo el lema «Toma lo que necesites, da lo que puedas».
La “excepción marroquí”
«La excepción marroquí» es una proclama oficial que siempre ha hecho sonreír a críticos y escépticos. Pero esta vez, la proclama parece haberse hecho realidad. Uno de los países que mejor están gestionando la crisis provocada por el coronavirus es sin lugar a dudas Marruecos, país concienciado con la fragilidad de su sistema sanitario. Así lo han reconocido numerosos medios internacionales entre los que destaca El País, que situaba recientemente al país alauí en la vanguardia de las medidas tomadas durante la pandemia. Otros medios, tan poco sospechosos de adular a terceros, como es la revista satírica francesa Le Canard Enchainé, no han dudado en poner a Marruecos como ejemplo en lo referente al abastecimiento de la población, frente a la misma Francia. Entre otras cuestiones, Le Canard Enchainé alaba el hecho de que Marruecos haya impuesto desde el primer día un límite a los precios de los productos higiénicos, y que haya obligado al porte de mascarillas, al tiempo que las fabricaba y facilitaba, a precios subvencionados, a toda la población.
Pero el país magrebí no solamente ha destacado en lo relativo a la implantación de medidas muy adelantadas y prontas en materia de cierre de fronteras (el 12 de abril) y confinamiento (que sin embargo no es absoluto, pues continúan vigentes los servicios esenciales, obras públicas, el deporte individual, etc.), sino también sanitarias, económicas y sociales.
Uno de los países que mejor están gestionando la crisis provocada por el coronavirus es sin lugar a dudas Marruecos, país concienciado con la fragilidad de su sistema sanitario.
Con alrededor de cuarenta millones de habitantes, cuando apenas despuntaban una decena de casos de coronavirus, el sofisticado sistema de seguridad y control puesto en marcha en época del rey Hassan II se desplegaba por todo el país para obligar con mano férrea a respetar el confinamiento y monitorizar cada persona llegada de otro país que daba positivo. Si esto sucedía, varios agentes de sanidad se personaban en la casa del viajero venido del extranjero, le tomaban la temperatura y le invitaban a seguir una estricta cuarentena y llamar a los números a disposición en caso de malestar.
Por lo demás, las ayudas económicas son relevantes. No solamente desde el punto de vista institucional, sino privado y asociativo. La asistencia médica es gratuita para todo el mundo y se ha acordado el RAMED (Régimen de asistencia médica) a numerosas personas, mientras que las que no se han beneficiado de esta medida y trabajan en lo “informal”, pueden aspirar a otras ayudas directas, que a día de hoy (30 de abril, alcanzan a más de cinco millones de familias por todo el país)
El Fondo COVID-19 creado a instancias del rey Mohammed VI, había logrado a finales de marzo alrededor de 33.000 millones de dirhams (unos 2.900 millones de euros) para hacer frente a la urgencia sanitaria y el «después».
Marruecos, por lo demás, ha exonerado de los impuestos de alquiler a muchas familias, así como del pago del alquiler a comerciantes y artesanos que ocupaban locales pertenecientes al Habous (institución islámica de bienes públicos) que han visto sus puertas cerradas durante esta larga temporada. La luz y la electricidad son gratuitas para muchos, se ha rebajado el sueldo de los funcionarios, y los consejeros del rey, así como varios ministros, han donado sus sueldos para este mismo propósito. Se están estudiando modalidades de subsidios para los desempleados y las empresas.
Marruecos, entre muchas otras medidas ha exonerado de los impuestos de alquiler a muchas familias, así como del pago del alquiler a comerciantes que ocupaban los locales del Habous.
Esto no es más que un resumen de la batería de medidas que Marruecos está implementando para paliar la penuria económica, pero lo más notable está siendo la respuesta de la sociedad civil y el comportamiento cívico, en un país de espíritu mediterráneo e indisciplinado, en el que esta no la es principal virtud.
Promotores que han puesto pisos a disposición de los mendigos locales, propietarios de hoteles que se han ofrecido a alojar a los turistas extranjeros atrapados y a los sanitarios, repartos de dinero, alimentos y bienes por parte de numerosas asociaciones, y toda una red de ayuda y asistencia a mujeres víctimas de maltrato machista por parte de instituciones como ONU Femmes Maghreb, la UNFM (Union Nationale des femmes au Maroc) y la FLDF (Fédération de la ligue démocratique des droits des femmes).
El siguiente vídeo, grabado por una musulmana española que regenta varios comercios de alimentación, explica con detalle cómo ha sido la explosión solidaria de la población.
https://youtu.be/pnaOxw-Ys9E
En España y en otros países europeos, la actitud de las comunidades musulmanas también ha sido, en general, modélica. Así tenemos pequeños ejemplos como el del comerciante marroquí asentado en Galicia, Imad Taktak, que donó todas las mascarillas y geles desinfectantes a su disposición a los profesionales de la sanidad, mientras que las mezquitas de Pinto, en Madrid; Almuñecar, en Almería, y Sevilla, se han ofrecido a poner sus instalaciones al servicio de las víctimas de la pandemia.
Una cultura de asilo, hospitalidad y solidaridad, que bebe sus fuentes del islam y conserva un fuerte entramado social y familiar, que en estos momentos convulsos se antoja modélica.
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