La complejidad de la realidad abarcada por la islamofobia, así como su tardío reconocimiento, ha contribuido a que sea un fenómeno difícil de definir. Como explica en este artículo Miqdaad Versi, Secretario general del Consejo de Musulmanes de Gran Bretaña, la extrema derecha se aprovecha, con frecuencia, de esta dificultad para defender sus argumentos. Sin embargo, como afirma el autor, ni estos movimientos tienen derecho a decidir qué es la islamofobia, ni esto debería servir para difuminar la dura realidad que abarca este concepto.
“La islamofobia es una invención para acabar con los debates”, declaró hace unos meses Melanie Philips a The Times. Sus quejas reforzaban su participación en el programa de televisión BBC Sunday Politics esa misma semana, en el que descartó la islamofobia afirmando que “cualquier crítica a la comunidad musulmana se considera islamofobia”.
No es la única que pone en duda este término. Defendiendo su postura racista, el activista de extrema derecha Tommy Robinson sentenció: “No estoy hablando de los musulmanes, estoy hablando del islam”. De nuevo, se trivializa la islamofobia con argumentos débiles que hacen referencia a la falta de debate.
Llama la atención ver cómo esta deformación deliberada del término islamofobia a través de la semántica se impone a algunas de las preocupaciones reales que engloba el término. Mientras que autores como Rod Liddle y Brendan O’Neil son aliados naturales de Philips, la triste realidad es que la misma BBC ha servido, a menudo, de plataforma para “debatir” la propia existencia de la islamofobia.
Thank you @DawnHFoster for standing up to Melanie Phillips’ disgusting semantic excuses for #Islamophobia on @daily_politics. People use the same excuse for anti-semitism and it is appalling in both cases. pic.twitter.com/aI4daec4hs
— Miqdaad Versi (@miqdaad) May 6, 2018
Problemas de conceptualización
Aunque muchos movimientos musulmanes y judíos criticaron (y con razón) a Philips, una buena parte de las corrientes liberales se ha preguntado, también, con mejores intenciones, por el verdadero alcance de la definición de islamofobia.
Estos términos son, a menudo, imperfectos. Tampoco necesitan ser muy precisos, ya que una formulación ligeramente diferente no va a modificar mucho su impacto sobre el racista medio.
Fijémonos, por ejemplo, en el término antisemitismo. Literalmente, se refiere al racismo contra los semitas (que son, de acuerdo con la definición del Diccionario de Cambridge, los árabes y los judíos de Oriente Medio). Sin embargo, el término hace referencia, y es siempre entendido, como racismo contra los judíos en particular. Es más, la definición trasciende el mero odio e incluye a los movimientos antisemitas aún comunes en nuestra sociedad. Si alguien argumentase que un árabe no puede ser antisemita porque un árabe es un semita, le dirían que está recurriendo, simplemente, a un juego de semántica.
La mayor parte de la gente con buena voluntad entiende que la islamofobia es un concepto o fenómeno social que va más allá de una definición literalista de diccionario.
De igual modo, la mayor parte de la gente con buena voluntad entiende que la islamofobia es un concepto o fenómeno social que va más allá de una definición literalista de diccionario. El término fue popularizado por Runnymede Trust en un informe publicado en 1997. El concepto surgió debido a la necesidad de encontrar un término específico que contribuyese a llamar la atención y combatir de forma activa los prejuicios anti-musulmanes. Inicialmente se definió como “hostilidad infundada hacia los musulmanes, y, por lo tanto, miedo o rechazo de todos o la mayoría de musulmanes”, con el elemento de “fobia” basado en el marco general de la “xenofobia”, al igual que ocurre con la homofobia.
Desde el principio (al igual que en ese informe de Runnymede), se especificó que la islamofobia no incluye el desacuerdo, crítica o, incluso, la condena del islam. Es absurdo pretender lo contrario.
Sin embargo, con el propósito de sembrar dudas en torno al término, sus detractores confunden con frecuencia la crítica de la fe con la hostilidad hacia los seguidores que la profesan.
También es necesario señalar que hay quien se esconde detrás de la “crítica del islam” para legitimar su intolerancia, como hace el escritor Douglas Mourray al afirmar que menos islam es una solución al terrorismo. Al utilizar el término “islam”, Mourray se está refiriendo a que haya menos musulmanes en Gran Bretaña para mantener la región a salvo. Parece difícil imaginar cómo alcanzar esta meta sin recurrir a algún tipo de limpieza étnica o deportación en masa. Esto no es una “crítica del islam”, sino pura islamofobia.
Sin embargo, con el propósito de sembrar dudas en torno al término, sus detractores confunden con frecuencia la crítica de la fe con la hostilidad hacia los seguidores que la profesan.
Con el propósito de apaciguar a estos bullies que tratan deslegitimar la islamofobia, hay quien propone sustituir el término por el de “odio anti-musulmán”, en un intento de garantizar que la acción contra la islamofobia no se pierda en una discusión en torno a su definición. Sin embargo, la islamofobia va mucho más allá del odio. Como afirma el último informe de Runnymede: “Hablar únicamente de ‘odio anti-musulmán’ (o de ‘prejuicio y discriminación anti-musulmán’) no llega a capturar los extensos medios (estructurales) a través de los que persisten las desigualdades raciales. También se puede expresar al revés: las actitudes prejuiciosas contra un grupo se desarrollan para justificar las desventajas políticas o económicas que experimenta este grupo”.
Tomemos en cuenta los siguientes datos: el hecho de que el 31% de los niños piensen que los musulmanes están invadiendo Inglaterra; que el 37% de los británicos apoye a un partido que propone reducir el número de musulmanes en Reino Unido; que los musulmanes tengan un 76% menos de posibilidades de ser contratados que su contraparte caucásica y cristiana; o que la mitad de la población musulmana británica viva en el 10% de las áreas más desfavorecidas del país. Estos datos, en solitario, no pueden atribuirse al odio; sin embargo, todos estos elementos juntos pueden relacionarse con ese amplio paraguas que es la islamofobia.
Es más, la islamofobia como término ha quedado asociada al concepto, más general, de racismo anti-musulmán. Su uso ha trascendido el ámbito académico e investigador en todo el mundo, hasta alcanzar el público general, la policía y los medios de comunicación. Incluso los políticos comprenden este término.
La islamofobia es algo real, se encuentra presente en muchos sectores de nuestra sociedad y parece estar aumentando en todas sus formas. Más que deslegitimar el término, deberíamos destacar cuándo no se utiliza bien, y, más importante, presionar a nuestro gobierno para que haga algo al respecto.
Al final, la idea de que los que apoyan la islamofobia o niegan su existencia puedan decidir sobre nuestro uso del lenguaje es absurda, y cambiar el término no cambiará su intolerancia.
En lo que respecta a aquellos obsesionados con esta palabra, parece que les preocupa más la semántica que el odio, la violencia y el racismo reales. Parecen creer que las palabras pueden esconder su flagrante intolerancia. Pero no pueden. Os vemos.
Fuente: The Guardian
Traducción: Alfonso Casani – FUNCI
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