El pasado jueves, 17 de agosto, se produjeron, en Barcelona y Cambrils, dos trágicos atentados terroristas que se han cobrado la vida de 15 personas y han provocado más de 120 heridos. Estos ataques merecen nuestra total condena y rechazo, deben ser calificados de bárbaros y debe trabajarse conjuntamente y en todos los niveles para que no vuelvan a ocurrir. Sin embargo, como ocurre siempre que se produce un atentado calificado como “yihadista”, también debe insistirse en la necesidad de distinguir entre este tipo de actos y los valores representados por el islam, en la independencia entre estos terroristas y la población musulmana y en la imposibilidad de que estos primeros puedan ser de alguna forma representativos de la religión islámica o de la comunidad musulmana en su conjunto (compuesta, no lo olvidemos, por más de 1,6 billones de personas).
Es necesario insistir sobre estos aspectos porque el terrorismo persigue siempre los mismos objetivos, generar miedo, pero también polarizar a la población. Se pretende, así, alterizar a la población musulmana, distinguirla de la población española o la occidental y exacerbar las tensiones entre unos y otros. La tragedia ocurrida la semana pasada ha dado lugar a nobles actos de ayuda y muestras de unidad entre toda la población, pero también a las primeras reacciones de racismo e islamofobia, en la forma de actos de violencia y xenofobia protagonizados por colectivos que sólo esperan una razón para poder atacar a la población musulmana o extranjera.
Brotes de islamofobia
En los últimos seis días hemos sido testigos de distintas reacciones que pretendían atacar o culpabilizar a la población musulmana, desde ataques a distintas mezquitas del país y manifestaciones contra el Islam hasta la exigencia de una condena específica de los ataques por parte de los musulmanes o una generalización y homogeneización de este colectivo.
Uno de los principales peligros de estas reacciones es el intento de la extrema derecha de capitalizar la lucha antiterrorista. Este rechazo del terrorismo busca ganarse la simpatía de la población, pero esconde, tras esta postura, la intransigencia de estos grupos y su rechazo a la población extranjera. Una muestra de ello es la promoción de camisetas con la inscripción “fuck ISIS” por parte del grupo fascista “Hogar social” o la organización de una manifestación de extrema derecha el pasado sábado, 19 de agosto, en Barcelona bajo el lema de “terroristas no son bienvenidos”, pero también bajo el, más clásico, eslogan xenófobo “stop islamización de Europa”.
Además de esta manifestación, se han producido pintadas y ataques contra distintas mezquitas de todo el país, tales como grafitis en la mezquita de Montblanc o en el Consulado de Marruecos en Tarragona, en los que podían leerse mensajes amenazantes como “Vais a morir putos moros”, en la sede de la Fundación Mezquita de Sevilla (con mensajes como “moro que reza, machete a la cabeza”), en una mezquita de Logroño (“terroristas”, “fuera de Europa”) o en la mezquita de Fuenlabrada, en la que además de las pintadas se llegó a arrojar una cabeza de cerdo contra el edificio. Del mismo modo, un grupo de jóvenes pertenecientes al grupo nazi “Hogar Social” atacó la mezquita del Albaicín, en Granada, arrojando botes de humo contra ella y colocando delante una pancarta de rechazo al islam.
Otra forma de ataque indirecto ha consistido en exigir a la población musulmana una condena de los ataques, con lo que pretende atribuírseles, de forma implícita, una cierta responsabilidad sobre los crímenes cometidos, o ignorarse las posturas de rechazo adoptadas por las distintas comunidades del país. Un ejemplo de ello lo encontramos en el periódico La Razón, que, el 20 de agosto, publicaba: “Esta mañana escribí un tuit en el que comentaba por qué no salían indignados a protestar en manifestación los miles de musulmanes que hay en España diciendo «basta YA» a este reguero de sangre absurdo y sin sentido.”
Esta reflexión se apoya en aquellos estereotipos que entienden a la comunidad musulmana como un ente monolítico y homogéneo y que tienden a ignorar, además, las contribuciones históricas y actuales realizadas por la civilización musulmana. Destacan, en este sentido, los muy criticados tweets de la periodista Isabel San Sebastián, que afirmaban:
Malditos seáis, islamistas hijos de… Ya os echamos de aquí una vez y volveremos a hacerlo. España será occidental, libre y democrática.
— Isabel San Sebastián (@isanseba) 17 de agosto de 2017
Un ejemplo de solidaridad
Sin embargo, aunque las reacciones racistas y violentas son un riesgo y un peligro para la sociedad, estos días también se han vivido importantes muestras de solidaridad y unidad con la población musulmana. Éstas se han reflejado en la amplia condena al terrorismo expresada por las distintas mezquitas y colectivos de musulmanes del país, que incluyeron la participación y rechazo de algunos de los familiares de los terroristas responsables del ataque contra Las Ramblas. Estas movilizaciones culminaron en una manifestación celebrada en la plaza de Cataluña, Barcelona, el pasado lunes, 21, que reunió a cientos de personas al grito de “No tinc por” (no tengo miedo) y que concluyó con un comunicado de rechazo al terrorismo al que se adscribieron más de 153 entidades. Pero los actos de solidaridad no sólo han provenido de los musulmanes. Destacan, también, las respuestas ejemplares del jefe de los Mossos, Josep Lluís Trapero, a las incriminatorias preguntas de los periodistas internacionales, en las que insistió en no criminalizar a musulmanes o inmigrantes, puesto que ellos no son el problema: “No criminalicemos las mezquitas […] Las mezquitas son lugares en los que la gente se dedica a rezar”. También llama la atención la emotiva campaña lanzada en Twitter #YoTeAcompaño, en la que la población se ofrecía a acompañar por la calle a aquellos musulmanes que pudiesen sentirse inseguros y los musulmanes a hacer compañía a las víctimas, familiares o turistas asustados, y, sobre todo, con la que se hacía frente al hashtag lanzado en esa misma web bajo el lema de #stopislam.
Palma de Mallorca, si necesitas ir en bus o recados #yoteacompaño Debemos combatir el racismo y la islamofobia — Nerea (@Nereasola) 17 de agosto de 2017
Este tipo de tragedias constituyen un momento crucial en el cual es importante mostrar solidaridad hacia toda la población y no ceder a las tensiones que persiguen generar las distintas partes, interesadas únicamente en promover el odio y la ruptura social. Es por ello que es importante comprender que los musulmanes también son víctimas del terrorismo, que son una parte una parte intrínseca de la sociedad y que no debe caerse en el error de diferenciarla o culpabilizarla de los ataques.
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