Esta reflexión nos llega de forma anónima. No obstante, refleja de forma acertada la arrogancia de eso que llamamos “Occidente”, es decir, de aquella parte del mundo habitada en su mayoría por personas “blancas”. Un Occidente que este africano considera que solamente mira su ombligo, es decir, su propio interés, e impone sus ideas y su forma de ver el mundo a los demás, despreciando a quien es diferente. Una reflexión acerca del doble rasero moral de quienes detentan el poder económico y cultural en el mundo.
“Cuando hacen la guerra, se convierte en mundial.
Cuando tienen una opinión, es internacional.
Cuando se expresan, lo hacen en nombre del mundo entero.
En cuanto a sus valores, son universales.
Cuando tienen una crisis, es global.
Cuando se expresan, es una lengua.
Cuando lo hacen los demás, son necesariamente dialectos.
Sus frutas son del tipo manzana, albaricoque, melocotón.
Las de África son exóticas, salvajes.
Se han instalado a la fuerza en América, en Canadá, en Australia, en Suráfrica, en Suramérica, y nos tratan de inmigrantes.
Cuando vienen a nuestra tierra dicen que son expatriados, y cuando somos nosotros quienes lo hacemos, nos tratan de clandestinos.
Cuando atacan al ocupante, son resistentes.
Cuando atacamos al ocupante, somos terroristas.
Cuando uno de ellos muere, debemos aprender su nombre.
Cuando los nuestros mueren por millares, no son más que cifras.
Son los únicos que pueden dotarse de bombas atómicas, y curiosamente, son los demás quienes las fabrican y utilizan “armas de destrucción masiva”.
Cuando creían en Dios, el mundo entero debía creer al igual que ellos. Y ahora que ya no creen, creer en Dios se ha convertido en mojigatería, cuando no en motivo de discriminación hacia los que no piensan como ellos.
Cuando algunas de nuestras tribus van con el torso desnudo, nos llaman salvajes, y cuando son ellos los que van completamente desnudos, practican el naturismo.
Cuando nuestras mujeres se velan, las oprimimos. Cuando las suyas se velan, son santas (monjas).
Cuando eran los únicos que practicaban el boxeo, se hablaba de un arte noble. Desde que los aplastamos en un ring o sobre un tatami, hablan de violencia.
Cuando nos prestan dinero para pagarles, hablan de ayuda al desarrollo. Cuando vienen a expoliarnos, nos hablan de partenariado estratégico.
Cuando son ellos los que pagan, hablan de influencia y de lobbying. Cuando somos nosotros quienes pagamos, es corrupción, clientelismo y nepotismo.
Tratan nuestras escarificaciones (marcas de reconocimiento étnico) de salvajes. Y en cambio se anuncian como objetos inertes para vender ropa interior.
Aclamemos al hombre blanco como él mismo se aclama en el espejo. No por nuestro reconocimiento, sino por el de su ombligo”.
H.Koné
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