Reunidos en las tranquilas orillas del Lago Leman, un grupo de 32 representantes políticos fracasaron en alcanzar un acuerdo sobre cómo alojar a cientos de miles de refugiados que huían de una violenta opresión.
No es el párrafo introductorio de un informe sobre los esfuerzos europeos para hacerse cargo de la crisis migratorio y del éxodo proveniente de Siria, sino que describe la Conferencia de Evian de 1938, en donde políticos, diplomáticos y grupos de apoyo a los refugiados se reunieron por del, entonces, presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt.
Uno a uno, cada país se levantó para expresar su solidaridad con los refugiados, sin llegar a ofrecer ningún tipo de ayuda tangible.
El 6 de julio de 1938 la abrumadora situación de los refugiados judíos procedentes de Alemania y Austria. Las leyes fascistas promovidas por Adolf Hitler les convertían en marginados en sus propios países, apremiando al resto de Estados a encontrar una solución urgente a su situación. Sin embargo, diez días después, la Conferencia de Evian terminaba sin haberse alcanzado ningún resultado real. Uno a uno, cada país se levantó para expresar su solidaridad con los refugiados, sin llegar a ofrecer ningún tipo de ayuda tangible. El propio Estados Unidos, que no era representado por Roosevelt, ni por un funcionario electo, sino por un amigo del presidente llamado C. Taylor, se negó a aumentar la cuota anual de 27.370 de refugiados de Alemania y Austria. El representante de Gran Bretaña, Lord Winterton, expresó claramente la posición de su país: “El Reino Unido no es un país de inmigrantes”.
Como expresó, años más tarde, Golda Meir, posterior Ministro de Asuntos Exteriores y Primer Ministro del Estado de Israel: “estar sentado allí, en ese magnífico hall, y escuchar a 32 delegados levantarse uno a uno y explicar lo mucho que les habría gustado acoger un número importante de refugiados y lo desafortunado que era que no pudieran hacerlo fue una terrible experiencia […]” «(Golda Meir: My Life, Nueva York, 1975, p. 158).
Otra vez los mismo errores
El 13 de julio de 1938, el periódico alemán, «Völkischer Beobachter”, declaraba triunfal: “¿Nadie los quiere?”
¿Por qué sucedió esto? Y, ¿qué puede decirnos su fracaso sobre el debate político actual, sobre la suerte de los refugiados que huyen del autoproclamado Estado Islámico y la guerra en Siria?
El contexto histórico y cultural es, obviamente, muy diferente, pero la oposición a aceptar judíos inmigrantes en la década de los años 30 se basaba sobre argumentos similares a los citados por los políticos en la actualidad: seguridad, la necesidad de mantener una sociedad cohesionada, salvaguardar el interés económico nacional.
Tan solo unas décadas antes, la inmigración era considerada en Europa un asunto tan insignificante, que no tenía, siquiera, una legislación apropiada. En Holanda y el Reino Unido, los extranjeros únicamente necesitaban tener fondos suficientes y los papeles en regla. Todo el mundo era bienvenido. El primer esfuerzo para limitar su llegada provino de Reino Unido, a través del Aliens Act de 1905.
Sin embargo, en la década de los años 20 se experimentó un proceso migratorio masivo, consecuencia de la Primera Guerra Mundial. Ya en 1938, se habían desplazado en Europa más de medio millón de refugiados, huyendo de los nazis, los cuales habían convertido a los primeros 900.000 judíos alemanes en apátridas, amparándose en las Leyes de Núremberg. A estos, se les unieron, aproximadamente, 200.00 judío austriacos tras la invasión de 1938.
Argumentos raciales y económicos
En la Conferencia de Evian se expresaron algunos de los motivos que condujeron a los delegados a rechazar a los refugiados.
Una preocupación fundamental era el efecto desestabilizador que podría tener en la sociedad un gran número de refugiados, bajo la opinión de que éstos serían incapaces de integrase, un hecho que se encuentra aún en el centro del debate actual sobre la crisis de refugiados sirios. T. W. White, representante australiano en Evian, declaró: “No tenemos ningún problema racial real y no tenemos intención de importar uno.”
Como escribió el editor de la revista estadounidense, Defender Magazine: “Paremos por completo la inmigración durante un tiempo, para dar a nuestra población extranjera la oportunidad de convertirse en estadounidenses antes de que nos extranjericen. Ésta no era una nueva amenaza para el pensamiento estadounidense. La política de inmigración se había regido, desde 1924, por el principio de mantenimiento de la estabilidad de la sociedad estadounidense, a través del bloqueo de la inmigración que pudiese representar una amenaza, en particular los asiáticos.
Tal y como sucede en la actualidad, el año 1938 también estaba marcado por el temor de que se llevarían los recursos destinados a los ciudadanos pobres del país de acogida.
Entonces, al igual que ocurre en la actualidad, algunos líderes de Europa del este (como ocurre con Republicanos clave en la actualidad) sólo querían acoger a refugiados de un credo concreto. Brasil manifestó su voluntad de acoger únicamente peticiones acompañadas de un certificado de bautismo cristiano.
Entonces, al igual que ahora, los políticos estaban profundamente influenciados por cuestiones económicas. Tanto Europa como Estados Unidos se estaban recuperando de la Gran Depresión, una etapa que había significado el comienzo de las prestaciones públicas. En Estados Unidos aún había millones de personas que dependían de la ayuda federal.
Tal y como sucede en la actualidad, el año 1938 también estaba marcado por el temor de que se llevarían los recursos destinados a los ciudadanos pobres del país de acogida. Como escribió el senador Robert Taft a un constituyente que le había pedido que votase a favor de la acogida en Estados Unidos de 20.000 niños judíos: “Si hay hogares para 20.000 niños, sin duda hay 20.000 niños estadounidenses cuya condición podría ser mejorada”. Taft votó en contra, por lo que los niños fueron excluidos.
En 1933, la oferta de los judíos británicos de asumir los costes asociados con la llegada de refugiados judíos (estimada entre 3.000 y 4.000), fue crítica para que el gobierno británico permitiese acceder al país a los primeros refugiados. A pesar de ello, se prohibió que pudiesen trabajar.
La opinión de que la llegada de refugiados les quitaría sus puestos de trabajo, un argumento dominante en la actualidad, estaba también muy difundida.
En la actualidad, el argumento clave para no aceptar refugiados es que podrían encontrarse miembros del Estado Islámico entre ellos, una dinámica considerada específica de esta crisis. Sin embargo, no lo es tanto. En 1938, también existía el miedo de que, entre los necesitados, pudiesen esconderse auténticos peligros para la sociedad estadounidense, en la forma de espías nazis y comunistas. Un estatuto aprobado por el Departamento de Estado y publicado en 1941 en el periódico Saturday Evening Post advertía que “los nazis se habían infiltrado por todo el mundo disfrazados de refugiados “. Incluso el propio Roosevelt advirtió “entre los refugiados hay algunos espías.”
Entonces, al igual que ocurre en la actualidad, algunos líderes de Europa del este (como ocurre con Republicanos clave en la actualidad) sólo querían acoger a refugiados de un credo concreto.
En Francia, también se estableció una conexión entre los refugiados que entraban, el comunismo y los espías nazis. Las dificultades para distinguir entre los perseguidos y aquellos que podían presentar un riesgo para el país fueron haciéndose más patente tras la escalada del conflicto, a partir de 1939. En concreto, el gobierno de Reino Unido internó a 27.000 judíos acusados de “enemigos extranjeros” junto con simpatizantes nazis. En un campo de la Isla de Man, el 80% de los que recluidos eran refugiados judíos.
También existían auténticos prejuicios. El antisemitismo era un punto clave de partida para muchos delegados y para las sociedades a las que representaban. El retrato alienante de los refugiados como chusma, portadores de enfermedades, peligro e inestabilidad se asentaba sobre prejuicios profundamente arraigados. No obstante, como muestra la retórica actual, muy pocos de estos estereotipos son realmente específicos del antisemitismo; en la actualidad, se reflejan sobre los musulmanes los mismos miedos y lenguaje.
Una situación actual similar
El resultado: los refugiados eran percibidos, de forma generalizada, como indeseables. En 1938, tan solo el cinco por ciento de los estadounidenses estaban a favor de “permitir acceder los alemanes, austriacos y otros refugiados políticos a Estados Unidos”.
El único país que mostró en Evian un apoyo considerable a los refugiados fue la República Dominicana. Su delegado, hermano del entonces dictador Rafael Trujillo, declaró que podían acoger a 100.000 refugiados. La razón concreta por la que realizaron dicha oferta es motivo de debate: entre las distintas teorías se encuentran la esperanza de recibir fondos, una necesidad de trabajadores agrícolas y un deseo de alejar la atención de las masacres de haitianos de 1937. Finalmente, sólo 800 refugiados llegaron hasta el Caribe.
El único logro real de la conferencia fue la creación del Comité Intergubernamental para los Refugiados (ICR), una organización totalmente voluntaria y completamente dependiente de financiación privada. El Comité existió hasta 1947, aunque es difícil encontrar un impacto real de su labor, desapareciendo al poco de haberse fundado la ONU.
Está claro que hay grandes diferencias entre 1938 y la actualidad. La crisis de refugiados judíos fue deliberadamente creada por los nazis como una estrategia para desestabilizar Europa y aquellos que emigraron representaban una minoría, no una población entera escapando de una guerra indiscriminada. Alemania no se encontraba en medio de una guerra civil en curso en la cual el jefe de Estado era un protagonista clave (en 1938, los líderes políticos aún estaban intentando acomodar y apaciguar a Hitler).
Sin embargo, los políticos actuales, además de trabajar en el marco de la ley humanitaria internacional sobre los refugiados de 1951, tienen acceso a una gran cantidad de información y análisis, cosa que no tenían sus correligionarios de 1938, en particular en lo referente a las posibilidades de asimilación y a los beneficios económicos netos que suelen conllevar los refugiados. Para aquellos que luchan por los derechos de los refugiados, la importancia de continuar haciéndolo está clara. Una lección clave de Evian es que la incapacidad para resolver el problema de los refugiados es una decisión que ni es neutral ni carece de consecuencias.
Fuente: Irin
Sin comentarios