Desde prácticamente el comienzo de las Olimpiadas estamos asistiendo a una cobertura de los juegos, desde una perspectiva que podríamos tildar claramente de machista, que pone el acento con demasiada frecuencia en la indumentaria y el cuerpo de las atletas femeninas. Esto se ha exacerbado con la agria polémica en torno al uso del llamado “burkini” –o malla térmica usada por ciertas musulmanas, que oculta el cuerpo y el cabello-, que saltó a los medios y las redes sociales con el famoso partido del voley playa entre Alemania y Egipto, acerca del que se comentó de todo menos del mérito o el desmérito de las jugadoras, abundando en cambio en el supuesto sometimiento de las mujeres musulmanas obligadas a utilizar semejante prenda.
Desde entonces, se han multiplicado las publicaciones sobre esta cuestión y esta controversia, que opone una supuesta cultura del culto al cuerpo, a otra supuesta cultura del ocultamiento total del mismo. Y ahí radica el primer error: el de asimilar la cultura occidental con el bikini y el uso de prendas mínimas para disfrute de una audiencia eminentemente masculina, y a la cultura musulmana con el velo integral o el cubrimiento total del cuerpo y el cabello, como requisito para la tranquilidad de los varones, que ven de este modo a sus mujeres protegidas del deseo ajeno.
Así, se han incrementado en estos últimos tiempos los casos de prohibición de esta prenda de baño en piscinas y clubes privados, no solamente franceses, sino también marroquíes y españoles, entre otros. La razón: la supuesta falta de higiene o la inseguridad, argumento que luego se convirtió, en especial en el caso de Francia, en la intención de evitar signos de carácter religioso. El colmo, no obstante, ha sido cuando la ciudad francesa de Cannes, en Francia –País traumatizado por los repetitivos ataques terroristas- ha decidido prohibirlo también en la playa, alegando este último argumento en el decreto publicado por el alcalde, David Lisnard. Por si las razones no quedaran suficientemente claras, el director general de servicios del Ayuntamiento, Thierry Migoule, en declaraciones a Francetv info recogidas por Efe, aseguró que el «burkini» es una «señal de adhesión al yihadismo”.
Pero la realidad es que la prohibición del uso del mal llamado “burkini”, como de otras prendas tildadas de “islámicas” -aunque muchas son de origen preislámico, como el nikab y el burka, y otras son un invento moderno, como el “burkini”-, responde a un miedo irracional a la pérdida de identidad cultural a la que se ven enfrentados no pocos países europeos, en particular Francia, donde la presencia musulmana es importante y se supone irá en aumento.
Al prohibir esta prenda, se está tratando de evitar que en el futuro sea el bikini el que desaparezca del espacio público europeo, como de hecho ha sucedido prácticamente en las playas de los países árabes, donde ha sido desplazado por prendas largas de todo tipo, incluso de calle. No hay más que observar la transformación de las playas marroquíes a lo largo de los últimos años en este sentido. Hoy en día la presión de las mujeres que optan por cubrirse por entero sobre las que prefieren los trajes de baño o los bikinis es notoria. ¿Podría esto llegar a suceder en Francia? Es la pregunta que más de uno se hará…
Voley playa y reglamentación
Regresando al caso de las jugadoras de voley playa, se puede afirmar que su cobertura en los medios de información y en las redes sociales ha sido parcial e sesgada, cuando se decidió ignorar que, en primer lugar, la jugadora egipcia, Doaa Elghobashy, que fue fotografiada hasta la saciedad, había elegido el “hiyab” de forma voluntaria (luego, no obligada), mientras que su compañera no lo vestía, y sin embargo no salió en “la foto”.
También se obvió contar lo incómodo y duro que les resulta a las jugadoras el bikini, que no evita el roce de la arena sobre la piel y bajo las prendas íntimas.
Pero el colmo fue ocultar la reglamentación por la cual las jugadoras de la selección alemana estaban obligadas, contrariando su libertad individual, a vestir bikini con unas medidas y características determinadas, para deleite del público, en especial masculino.
Según explica Íñigo Sáenz de Ugarte en Guerra Eterna, “hasta 2012 las jugadoras de voley playa alemanas, no así los jugadores, estaban obligadas a llevar bikini en los partidos, y la parte inferior no podía tener una altura de más de siete centímetros en la cadera. También podían llevar un traje de baño completo. La condición de deportistas quedaba subordinadas a tener un aspecto sexy por el bien de las audiencias televisivas. Era una imposición que nunca suscitó protestas por parte de los medios que publicaron sorprendidos la foto de las deportistas egipcias”.
También se obvió completamente el hecho de que días más tarde el equipo femenino holandés compitiera con unas mallas térmicas largas similares, como de hecho lo hacen muchas otras jugadoras de élite como son las españolas Liliana Fernández Steiner y Elsa Baquerizo. Nada de ello ha suscitado sin embargo el debate ni los comentarios machistas e islamófobos que surgieron con la aparición en escena de Doaa Elghobashy.
La playa como espacio compartido
El caso de la prohibición del uso del “burkini” en la playa de Cannes no ha hecho sino recrudecer la polémica y la sensación de tirantez y confrontación que se pretendía evitar con esta medida.
Sin duda, de esta manera, lo que se consigue no es evitar la tensión entre comunidades y frenar las actitudes “yihadistas”, sino que las muchachas y mujeres musulmanas remisas a mostrar su cuerpo desaparezcan del espacio público y se marginalicen.
Cataluña también ha vetado esta prenda en diversos parques y clubes alegando razones de seguridad que pueden estar justificadas. Así ha sucedido en el parque acuático Aqua Brava de Roses, cuya normativa recalca el peligro de usar este atuendo relativamente holgado en los toboganes y demás atracciones.
Si bien esto podría estar perfectamente justificado, muchos han visto, no obstante, en la prohibición del “burkini” en casos como el de la playa, una clara vulneración de las Constituciones. De hecho, esta medida, propuesta en otros países europeos, no ha prosperado en ninguno salvo en Francia.
El catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona, Xavier Arbós, como se recoge en El Periódico, opina que si los parques acuáticos pueden acreditar que, efectivamente, es un peligro para las usuarias el uso del “burkini”, no hay nada que decir al respecto. “Un argumento de ese peso es el único que puede justificar en la legislación española que se vete esta u otras manifestaciones del sentimiento religioso”. Cualquier otra prohibición, en las playas o en las piscinas, vulneraría el derecho a la libertad religiosa recogido por la Constitución”, afirma.
Pero lo que es innegable es que, en pleno siglo XXI, y contrariando la idea de que son solamente los demás, en especial los musulmanes, quienes cosifican el cuerpo de la mujer y lo utilizan para sus intereses patriarcales o machistas, Europa, con esta actitud, no hace sino ratificar que el cuerpo femenino sigue siendo de dominio público. Siguen siendo los hombres occidentales y musulmanes quienes centran el debate en torno a lo que debería hacer y dejar de hacer la mujer, en torno a su vestimenta, en este caso. Excluyendo de esta forma a la mujer y privándola de la capacidad de decidir, pensar y actuar, siguen perpetuando los modelos machistas arrastrados durante siglos y, en ocasiones, como en el caso del “burkini”, bajo la falsa bandera de la libertad individual y la modernidad preconizadas por Occidente y la laicidad militante.
Fundación de Cultura Islámica
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