En el siguiente artículo, publicado en el periódico Diagonal, Ángeles Ramírez, profesora de antropología en la Universidad Autónoma de Madrid, rebate cuatro de los argumentos fundamentales que se emplean a la hora de generar un discurso de islamofobia. Como afirma la autora, estos conceptos no son sólo utilizados por aquellos islamófobos que de forma activa atacan al Islam y a la población musulmana, sino que son usados para legitimar su discurso de odio ante el resto de la población, la cual lo asimila y llega, incluso, a justificarlo.
“Recurriendo a una antigua analogía: sólo los nazis llevaron a cabo el exterminio de la población judía en Europa, pero la idea de que era una raza extranjera, corrupta, que se aprovechaba de los alemanes y que merecía la exclusión, era ampliamente compartida por la población alemana de la época. Lo segundo fue condición de lo primero. En el caso del islam, sólo unos cuantos derechistas liderarían en la calle la oposición violenta a la apertura de una mezquita, por ejemplo. Pero los presupuestos de tal acción son los estereotipos sobre el islam: su relación con la violencia, el potencial fanatismo de los musulmanes y la falta de derechos de las mujeres, principios que son asumidos por la mayor parte de la gente, independientemente de su signo político. Todo esto es la islamofobia, entendida como racismo contra las personas musulmanas.”
Estos cuatro argumentos, tan comúnmente utilizados, y que incurren en generalizaciones y reduccionismos son:
1. “Los musulmanes son…” los musulmanes son 1.570 millones de personas y constituyen un grupo profundamente heterogéneo, perteneciente a distintos países, etnias y corrientes religiosas.
2. “El islam conduce a la violencia. Los musulmanes siguen ciegamente los preceptos religiosos.” Ésta es una generalización sin fundamento, fomentada por una visión orientalista que tiene su origen en la ocupación colonial y fomentada, en la actualidad, por los medios de comunicación.
3. “El islam va contra los derechos de las mujeres.” Se trata de una generalización impulsada por las experiencias de aquellos países que han instrumentalizado el islam para defender sus propias intenciones misóginas y patriarcales. El islam no oprime a las mujeres.
4. “Las mujeres musulmanas son obligadas a ponerse el pañuelo y, por tanto, en Europa hay que prohibirlo para que puedan ser liberadas de esa opresión.” Esta afirmación criminaliza la vestimenta y, con ello, estigmatiza a las mujeres que la llevan. “Lo curioso es que desde posturas progresistas se termina asumiendo que el Estado ordene cómo se han de vestir las mujeres, pretendiendo ‘emanciparlas’ quitándoles los derechos ciudadanos.”
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