En los últimos meses, estamos siendo testigos del aumento de acciones vandálicas que forman parte de un fenómeno preocupante en toda Europa y, especialmente, en España: el crecimiento de la islamofobia como herramienta política y social por parte de sectores reaccionarios. Se trata de una estrategia articulada que instrumentaliza el miedo al islam en contextos occidentales para erosionar la percepción sobre avances sociales como la defensa de los derechos humanos y la diversidad cultural, así como el feminismo, blanco directo de pintadas vejatorias.
Auge de la islamofobia como estrategia política y social
En esta tendencia alarmante encontramos un discurso islamófobo que se presenta en dos versiones: una claramente xenófoba donde abundan mensajes como “España nunca será musulmana”. Este tipo de consignas refuerzan la idea de que el islam es un ente extraño en España y, como reacción, hay una búsqueda de la idea de nación cerrada, homogénea y excluyente, incompatible con los valores constitucionales de igualdad, pluralidad y libertad religiosa. Para los ciudadanos y ciudadanas musulmanes que forman parte de los millones de personas del tejido social español esta es una amenaza directa a su lugar en la sociedad, ya que se les niega el derecho a la existencia.
Este tipo de consignas refuerzan la idea de que el islam es un ente extraño en España y, como reacción, hay una búsqueda de la idea de nación cerrada, homogénea y excluyente.
Por otro lado, existe otra versión de la islamofobia encubierta en una supuesta preocupación por la igualdad, la libertad de las mujeres o la seguridad pública. Mensajes como “infiel” junto al rostro de una mujer a la que han vandalizado cubriéndola de negro emulando un velo o “el verdadero patriarcado es el islamismo” suponen una perversión del lenguaje que pretende deslegitimar al islam y, por extensión a toda su comunidad, al mostrarlo como una cultura incompatible con los valores democráticos y progresistas. Ese tipo de lemas señalan la supuesta naturaleza patriarcal del islam, a pesar de que, paradójicamente, estos ataques provienen en muchas ocasiones de sectores que, históricamente, se han opuesto al feminismo y que incluso en sus programas rechazan el movimiento social por los derechos de las mujeres al considerarlo una degeneración de la ideología de género.
El empleo del velo o cualquier otro símbolo relacionado con la cultura islámica queda instrumentalizado en estos actos vandálicos para justificar discursos de odio. La proyección de la supuesta islamización fomenta la visión de que las mujeres serán sometidas, otorgándoles un papel pasivo en su experiencia vital. Pero, además, se invisibiliza así la voz de las propias mujeres musulmanas, reducidas a ser vistas meramente como víctimas que necesitan ser “salvadas” por el prisma occidental, en lugar de sujetos activos con derecho a decidir sobre sus creencias, su forma de vida y su cuerpo, como todas las mujeres. Con todo, la elección de manifestaciones de carácter feminista sobre las que se llevan a cabo estos ataques no puede dejar de ser leído de forma general, también, como un acto de odio a la emancipación de las mujeres.
Se invisibiliza la voz de las mujeres musulmanas, vistas como víctimas que necesitan ser “salvadas” por el prisma occidental, en lugar de sujetos activos con derecho a decidir sobre sus creencias, su vida y su cuerpo.
Este fenómeno viene alimentándose de la desinformación y la propagación de bulos sobre imposiciones religiosas, mitos sobre la islamización de Europa y exageraciones sobre la supuesta amenaza de las comunidades musulmanas. Estos estereotipos del miedo legitiman un rechazo que no solo nos distancia en el desconocimiento, sino que nos divide como sociedad. Por eso, es necesario incidir en que la islamofobia no es solo una forma de intolerancia religiosa, sino una herramienta que busca enfrentar a la sociedad y debilitar los lazos comunitarios.
Necesidad de una respuesta social activa e inclusiva

Pintadas vandálicas en un centro cultural y religioso de la Comunidad islámica de Esquivias © Ayto. de Esquivias.
Al poner el foco en un “enemigo interno” se desmoviliza la posibilidad de atender a los verdaderos problemas estructurales desde el punto de vista social: la desigualdad, la precariedad, la violencia machista, el retroceso de derechos o el auge de ideologías autoritarias. Frente a este panorama, el silencio y la indiferencia no tienen cabida. Urge ahora contrarrestar las narrativas de odio con información veraz y promover espacios de encuentro intercultural, con acciones encaminadas a la inclusión y a la pluralidad.
En este contexto, es fundamental subrayar la importancia de la convivencia plural, basada en el respeto mutuo y en el reconocimiento de la diversidad como un valor esencial. Las sociedades culturalmente diversas no solo son una realidad presente en nuestro día a día, sino también una oportunidad para enriquecer nuestro tejido social a través del intercambio, el conocimiento mutuo y la cooperación. Garantizar los derechos de la población nunca es excluyente; permiten proteger y garantizar la integridad de las personas, cohesionándonos socialmente. Defender los derechos de la comunidad musulmana así como de las mujeres en este tipo de vejaciones es apostar por los principios democráticos que nos sostienen.
Julia Martínez Cano y Ainara García Sánchez
Sin comentarios