Zied Boussen es un activista e investigador tunecino que dirige Pandora Consulting, un centro de investigación y formación sobre gobernanza, políticas públicas y derechos humanos. Su área de especialización son las reformas institucionales y jurídicas en contextos de transición. Zied fue Senior Fellow de Arab Reform Initiative en Túnez de 2020 a 2023. También trabaja como formador sobre los mismos temas para asociaciones tunecinas, libias y marroquíes. Supervisa las reformas institucionales en estos tres países, como la reforma de los sectores de la justicia y la seguridad, la descentralización y el poder local, la aplicación de los derechos humanos y la reforma de la política medioambiental.
¿Cómo ha vivido las reformas institucionales y legales desde 2011 en Túnez?
Cuando se produjo la revolución en 2011, yo aún era estudiante de derecho en Túnez y pude ver un cambio completo en el marco institucional y jurídico. En muy poco tiempo, abandonamos la antigua Constitución de 1957, puesta en marcha básicamente con la independencia de Túnez, así como una serie de textos legales relacionados sobre todo con los derechos y las libertades fundamentales. También cayeron varias instituciones, como el gobierno y la mayoría de los órganos electos.
A partir de entonces, se avino un periodo de deconstrucción institucional y jurídica en muy poco tiempo, fueron semanas de deconstrucción. Luego, la reconstrucción del Túnez posrevolucionario duró años. Comenzó con la elección de la Asamblea Constituyente en 2011 y fue seguida por la adopción de la Constitución 3 años después, en 2014, así como por las primeras elecciones democráticas en el mismo año 2014, y en 2018 las elecciones municipales locales. Reformamos casi todo el marco legal relacionado con los derechos y libertades: en relación con elecciones y voto, asociación y reunión, libertad de prensa, libertad para afiliarse o formar partidos, sindicatos, acceso a la información, leyes sobre transparencia y rendición de cuentas, etc. Sin embargo, otras leyes no cambiaron tanto, especialmente las relacionadas con el sistema penal y penitenciario.
¿Partiendo de la situación actual considera que las reformas tuvieron un impacto positivo en la realidad social de Túnez?
Ahora, 12 años después de la revolución, es más fácil comprender sus repercusiones que en el momento en que se produjeron. Ahora se puede ver que pasamos por tres fases. La primera fue desde 2011 hasta la adopción de la Constitución en 2014, y fue el periodo más democrático, abierto y agitado de Túnez. Luego, de 2014 a 2019 pasamos por un periodo de más estabilidad, pero con muchos conflictos. Y finalmente, desde 2019 hasta 2021 y el golpe de Kaïs Saied, se produjo un retroceso en la transición democrática. En el mundo de la investigación y la academia, se ha utilizado el término «de-transición» para describir esta situación, que es básicamente retroceder en todo lo que adquirimos, uno a uno cada derecho y libertad, y eliminar los pilares de lo que es democrático, apertura, transparencia, etc.
En cuanto al impacto social o económico, es importante comprender que las revoluciones y las transiciones, en Túnez y en cualquier país, nunca son un periodo de estabilidad, sino que se caracterizan por el conflicto y la agitación. Por ello, no cabe esperar que ningún país que atraviese una transición sobreviva económicamente. Hay unas pocas excepciones en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, pero se debe a que Estados Unidos invirtió mucho dinero en esos países. Sin embargo, en otros lugares, especialmente en el mundo árabe o en África, los países que atraviesan una transición suelen pasar dificultades.
Hoy se puede decir que el impacto económico y social fue bastante negativo. Pero podemos decirlo ahora que sabemos que se trata de una parte muy natural del proceso de transición. No se puede esperar que el PIB crezca al mismo tiempo que se experimenta una transformación política. También es muy injusto culpar a la revolución o a la transición del impacto social y económico en Túnez, porque la revolución se produjo porque el régimen de Ben Ali estaba funcionando muy mal. En mi opinión, muchos de los impactos negativos que se han asociado a la revolución vienen en realidad de mucho tiempo atrás, de la mala gestión del gobierno de Ben Ali.
Muchos de los impactos negativos que se han asociado a la revolución vienen en realidad de mucho tiempo atrás, de la mala gestión del gobierno de Ben Ali.
Por otro lado, también es importante tener en cuenta el contexto regional. De los dos vecinos que tenemos, Libia ha pasado por una guerra civil, cuyo impacto ha llegado también a Túnez; y con Argelia ha habido consecuencias tanto económicas como políticas y diplomáticas desde el movimiento del Hirak en 2019. Y esto sin mencionar lo que ocurre en otras zonas del mundo árabe o de la región del Sáhara. Con esto quiero señalar que también hay que considerar el contexto regional para entender la situación social y económica de Túnez, no basta con culpar a la revolución por sí sola, eso sería muy injusto.
Por último, no había mencionado hasta ahora los vínculos que unen a Túnez con la Unión Europea, que no fueron necesariamente buenos en términos de cambio social y económico. Los europeos, desde el primer día de la revolución, jugaron en función del interés económico europeo y presionaron a muchos niveles, a pesar de que Túnez no representa un gran interés geoestratégico para Europa ni su inversión. Esto, por lo tanto, no fue de gran ayuda.
Tras presentar la situación actual en Túnez, sería interesante hablar específicamente del islam. ¿Cómo se abordó el papel del islam en la Constitución de 2014?
Recuerdo que al principio el islam se mencionaba muy superficialmente, sobre todo en el preámbulo de la Constitución. Pero no tuvo una mención específica dentro de la Constitución, básicamente porque el sistema jurídico de Túnez no se basa en la sharía, como el de otros países.
En 2013 y 2014, cuando se debatía la Constitución, los movimientos salafistas presionaron en la Asamblea Constituyente para incluir el islam en la Constitución. Los partidos de izquierda y de centro trabajaron para la elaboración de un artículo que pretendía limitar el poder de la religión y de los líderes religiosos dentro del nuevo sistema tunecino establecido, porque muchos temían que el partido Ennahda pudiera estar buscando el establecimiento de un sistema teocrático. Esta norma jurídica establecía básicamente que el Estado debía gobernar los lugares religiosos y era el protector de la religión, entre otras cosas, lo que en aquel momento supuso un gran dilema y polémica dentro de la Asamblea Constituyente, porque significaba que el poder civil estaba por encima del religioso. Finalmente, la ley fue aprobada e incluida en la Constitución a pesar de la oposición de la mayoría de los miembros de Ennahda, que en aquel momento era el partido que lideraba la Asamblea y dirigía el gobierno.
¿Cree que podría reabrirse ese debate?
Creo que sería posible, pero no creo que sea probable. En primer lugar, nuestro sistema jurídico procede en su mayor parte del francés, que es muy burocrático y legislativo. Tenemos un sistema jurídico muy amplio, con muchas normas, y la mayoría de ellas no se basan en la sharía. Así que, en la práctica, si se impusiera la sharía como base del sistema jurídico, significaría cambiar todo el sistema jurídico, lo que va más allá de la capacidad de los juristas tunecinos. En segundo lugar, y creo que más interesante, los tunecinos pensarían en lo que la sharía podría aportar en términos económicos o sociales. Por ejemplo, en lo que se refiere a los derechos humanos y las libertades fundamentales, no veo que los tunecinos prefieran ningún tipo de sharía, porque significaría renunciar a muchos derechos, especialmente en lo que se refiere a los derechos de las mujeres y las minorías, a las leyes de sucesión, etc. Ahora, la gente está mucho más interesada en ver cómo mejora la situación económica y social que en cualquier debate ideológico como el que teníamos hace 10 años.
Ahora, la gente está mucho más interesada en ver cómo mejora la situación económica y social que en cualquier debate ideológico como el que teníamos hace 10 años.
Además, estos últimos años han demostrado que muchos tunecinos están muy de acuerdo con nuestro sistema legal y constitucional tal y como es. Hemos dado algunos pasos hacia la ley islámica, por ejemplo, en el sistema bancario y la planificación financiera islámica. Pero no vemos una prueba clara o una forma de que la gente pase del sistema capitalista de transición al islámico. Y una última cosa, creo que la sharía está muy unida a otros sistemas en otros países árabes o musulmanes, como Arabia Saudí o Irán. No creo que a los tunecinos de hoy les guste ese tipo de sistema político, ni a los más conservadores, ni siquiera a los que aplican la sharía a diario para sí mismos. No creo que lucharan políticamente o de otra forma por ello.
¿Cuál es la relación entre el islam y el Estado en Túnez?
Si bien Túnez no es un país regido por la ley islámica, esto no significa que nuestro sistema jurídico o nuestro sistema constitucional no esté influenciado por la ley islámica. Esta influencia es muy evidente y natural, y no significa un sistema jurídico islámico o un Estado islámico. Creo que todos los tunecinos, salvo algunas excepciones, se sienten muy cómodos con la idea de tener un Estado civil. Pero un Estado civil no significa que no esté influido por la religión, hay influencia de las leyes islámicas y religiosas, pero no es el núcleo del sistema jurídico o institucional.
Aun así, algunos ámbitos de nuestra vida están completamente regidos por el islam, sobre todo en lo que se refiere a los derechos privados e individuales. Por ejemplo, la adopción está prohibida en Túnez; hay otro sistema, llamado Kafala, que procede de la ley islámica. Otro ejemplo es el Código del Estatuto Personal, a nivel individual y que está influido por la ley islámica. También en la economía o en algunos aspectos sociales se pueden encontrar normas procedentes de la ley islámica, y eso es una influencia procedente de la religión.
¿Qué futuro cree que le espera a Túnez?
No lo sé, pero tengo algunas pistas. La primera es que, aunque tardamos años en darnos cuenta, ahora todos sabemos que estamos en un régimen autocrático, por no decir dictatorial, dirigido en su mayor parte por el sector de la seguridad, como lo estaba el régimen de Ben Ali. En el plano más social, la gente está harta de la agitación y los conflictos políticos, de la inestabilidad y de los 10 u 11 gobiernos que hemos tenido desde la revolución, de la mala imagen del Parlamento, etc. En términos generales, la gente está harta de la práctica de la democracia que hemos tenido, no ven ningún impacto positivo de la democracia en Túnez desde 2011. Pero no toda esa opinión es cierta, y es sobre todo injusta para la transición y para la democracia, porque muchas cosas que se achacan a la democracia, en realidad no tienen nada que ver con la función democrática en el sistema político.
Lamentablemente, no hay nada que podamos hacer ahora a corto plazo. Muchos líderes de la oposición política están en la cárcel por expresar sus opiniones o por otras razones, y hay un ejercicio consciente de neutralización política. Además, en 2022 hemos asistido a una represión de la justicia, también de los periodistas, etc. También se ha podido observar un intento del gobierno de reducir el espacio, especialmente en lo que se refiere a la libertad de asociación. No les gusta cómo los activistas, los defensores de los derechos humanos y las organizaciones están cuestionando la labor del gobierno, especialmente la labor y las acciones del sector político y de seguridad.
No sé lo que va a suceder próximamente, pero he estado mirando en encuestas recientes, y cuando se pregunta a los tunecinos cuánto de comprometidos están con la democracia, se obtienen puntuaciones muy altas, entre el 78 % de los tunecinos todavía creen realmente en la democracia, la libertad de expresión, etc.
Cuando se pregunta a los tunecinos cuánto de comprometidos están con la democracia, se obtienen puntuaciones muy altas, entre el 78 % de los tunecinos.
Incluso Kaïs Saied y el golpe de Estado de 2021 no buscaban una sustitución de un sistema democrático que funcione. Ocurrió en julio de 2021 en el contexto de un sistema democrático disfuncional. Las elecciones se estaban celebrando en unas condiciones democráticas, transparentes y medianamente justas, pero salvo eso, nada de la democracia funcionaba bien. Creo que es importante entender que no ocurrió en un contexto en el que la gente perdiera la fe en el funcionamiento del sistema.
Terminaré diciendo que, a pesar del duro contexto del país y de la región, mucha gente sigue estando muy dispuesta a luchar. Lo que ocurre es que la gente carece de estructura, o que no hay ningún partido político importante, los sindicatos están completamente en silencio, a las organizaciones de la sociedad civil les cuesta sobrevivir, etc. Entonces, es la estructura en general lo que falla, pero no se puede saber, podemos estar así 15 años o en tal vez 6 meses cambiar a una nueva forma de estructura de activismo. Lo único que puedo decir es que Túnez es muy sorprendente, a veces sorprende en lo malo y otras en lo bueno.
Mucha gente sigue estando muy dispuesta a luchar. Lo que ocurre es que la gente carece de estructura, o que no hay ningún partido político importante, los sindicatos están completamente en silencio, a las organizaciones de la sociedad civil les cuesta sobrevivir, etc.
¿Alguna reflexión final que quiera compartir?
Me gustaría hablar de la influencia de la ocupación y el genocidio en Palestina sobre la política tunecina. En Túnez se siente a diario el conflicto en Palestina y creo que esto está haciendo que los tunecinos vuelvan a tener fe en la democracia, o al menos en la idea de que deberían volver a prestar atención a las políticas y a lo que ocurre en otros países, y volver a ponerse en pie, espero que mirando a la democracia. Lo más importante es que los tunecinos recuperen el interés, porque no sólo se está perdiendo la fe en la democracia, también se está perdiendo la fe en la política en general. Podemos ver esto también en muchos países europeos, especialmente en personas menores de 30-40 años, que pierden esperanza en cualquier tipo de política, y la opción más fácil termina por ser la autocracia.
El genocidio en Gaza y la ocupación, la guerra contra los palestinos, devolvieron la fe a las mentes y los corazones de los tunecinos, junto a la idea de que la gente necesita levantarse de nuevo y luchar por sus derechos y por un futuro mejor. Tal vez esto resulte en algo positivo o tal vez no, no se puede saber con certeza.
El genocidio en Gaza y la ocupación, la guerra contra los palestinos, devolvieron la fe a las mentes y los corazones de los tunecinos, junto a la idea de que la gente necesita levantarse de nuevo y luchar por sus derechos y por un futuro mejor.
Por otro lado, hay que señalar que la mayoría de las posiciones de los socios europeos sobre el genocidio en Gaza son percibidas muy negativamente por los tunecinos. Y como los países europeos, especialmente Francia, Italia y Alemania, que son los más influyentes en Túnez, también presionan a favor de la democracia, quizá la gente rechace la democracia porque sienten que es un sistema de doble rasero y que ya no se defiende realmente la democracia, sino que hay una serie de intereses ocultos.
Mi temor es que si el genocidio continúa pudiese tener un impacto directo en la relación, no solo de los tunecinos hacia la democracia, sino de la triangulación entre tunecinos, europeos y la democracia y los derechos humanos. He hablado de esto con compañeros e investigadores de la región y creo que esto no solo se va a limitar a Túnez. El nivel de decepción de los tunecinos hacia los europeos no tiene precedentes y no creo que los oídos, las mentes y los corazones estén tan abiertos como solían estarlo cuando se trata de cualquier retórica procedente de países europeos, incluida la retórica sobre derechos humanos, democracia, igualdad, etc. No significa que la gente no crea en eso, es solo que están cerrando sus oídos a esa retórica procedente de Occidente. Tengo la sensación, no está documentado, pero tengo la sensación de que probablemente es lo mismo en Líbano, en Marruecos, en Argelia, en Egipto, etc.
Ainara García Sánchez – FUNCI
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