50 años después de la guerra árabe-israelí de 1973 (del 6 al 25 de octubre), la escalada de violencia entre palestinos e israelíes vuelve a aumentar. El 7 de octubre de 2023 Hamás lanzó una operación de resistencia en contra de la ocupación israelí, lo que desencadenó una violenta respuesta militar por parte del gobierno israelí, que se está saldando a costa de miles de refugiados, heridos y fallecidos.
En los medios de comunicación se retransmiten los hechos, sin dejar a casi nadie indiferente. Cabe preguntarse si es posible la imparcialidad en la emisión de un suceso que tiene un legado histórico de amplio recorrido. Sin la racionalidad y objetividad histórica es imposible comprender ningún tipo de fenómeno internacional. Más aún en el caso del conflicto árabe-israelí, cuya historia se remonta a más de 100 años atrás.
¿Cómo comprender la situación palestina actual desde la objetividad histórica?
Esta era Palestina en 1946 y en 2015, ¿qué ha pasado en ese lapso de tiempo?
A lo largo del siglo XVIII las comunidades judías asentadas en Europa sufrieron una creciente discriminación y persecución, por lo que muchos judíos se vieron obligados a migrar. Ningún país europeo u occidental estaba dispuesto a integrar dicha población, por lo que los grandes imperios del momento fueron reconduciéndola hacia otros territorios bajo su dominio, como es el caso del territorio palestino, entonces bajo dominio británico.
Sin la racionalidad y objetividad histórica es imposible comprender ningún tipo de fenómeno internacional.
Los primeros judíos que llegan a Palestina no lo hacen con pretensiones de construir un Estado-nación, sino porque es uno de los pocos territorios en los que se les permite el acceso. Estos judíos, que venían de Europa, traían consigo ideas europeas, fuertemente vinculadas con el nacionalismo. Así, comenzó a construirse el sionismo [1], como un movimiento por la configuración de un Estado judío, que, por primera vez, considera la idea del retorno a una nación judía.
El ideario sionista
Las ideas sionistas adoptan materialidad a partir de la Declaración de Balfour (1917), una carta del ministro de Asuntos Exteriores británico a la familia Rothschild -una de las familias más influyentes en el mundo financiero durante el siglo XIX y que, además, estaba muy involucrada con el sionismo-, anunciando el acuerdo británico con la formación de un Estado judío.
Los acontecimientos de la Primera y la Segunda Guerra Mundial dramatizaron la situación de los judíos y, al término de la Segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional se vio en la obligación de dar respuesta a la preocupante realidad. La solución la encontraron en el Plan de Partición de Naciones Unidas (1947), que dio el 55% del territorio palestino a los sionistas.
Desde el principio, la población palestina no estuvo de acuerdo con esta solución. Sin embargo, esto pareció no importar ya que en 1948 se proclama la fundación de Israel en territorio palestino. Esto desencadena la guerra árabe-israelí o Nakba -que significa catástrofe-, de la que se deriva la expulsión de palestinos y palestinas de sus casas, el asesinato de miles de personas y la destrucción de centenares de aldeas palestinas.
Desde entonces, la población palestina se ha centrado en resistir la ocupación israelí, mientras que el gobierno israelí no solo ha continuado haciéndose con cada vez más territorio palestino, sino que también ha expulsado del mismo a la población autóctona y ha bloqueado su retorno, marginándola y discriminándola cada día, mientras atacaba y torturaba a la resistencia y acababa con la vida de miles y miles de personas.
En 1967, en la Guerra de los Seis Días o Naksa – que significa derrota-, el gobierno israelí se añadió la península del Sinaí, la Franja de Gaza, Cisjordania, los Altos del Golán y parte de Jerusalén este, aumentando su territorio un 23% desde 1948.
La ilegalidad de la ocupación israelí de Palestina está reconocida en Naciones Unidas, pero la comunidad internacional vive y actúa de espaldas a esta realidad.
En 1973 se produce otra guerra, la del Yom Kippur o Guerra del Ramadán, a la que se refería este texto al principio por hacer ahora 50 años del suceso. La guerra la encabezan Egipto y Siria para recuperar el Sinaí y los Altos del Golán, y fue la primera vez que un país árabe reconocía a la gobernación israelí como un Estado independiente (Acuerdos de Camp David con Egipto, en 1978). Este suceso implicó el principio del fin de la unicidad árabe en contra del proyecto sionista, así como de la normalización de una situación de colonialismo e imperialismo en Palestina.
El estado de Israel
Desde entonces, cada vez más países de la comunidad internacional fueron reconociendo a Israel como Estado, de facto o de jure. Sin este apoyo internacional, el gobierno israelí no hubiese incrementado como lo ha hecho su tecnología y potencia militar, estando ahora en el top 20 de ejércitos más poderosos del mundo (GFP, 2023). Además, se mantienen en todo el mundo, sobre todo en el ámbito occidental un flujo de transferencia económica y de acuerdos de diversa índole con el gobierno israelí. Ello sucede aún con la existencia de numerosas resoluciones internacionales [2] que condenan la ocupación ilegal israelí y consideran a Palestina como un territorio ocupado. La ilegalidad de la ocupación israelí de Palestina está reconocida en Naciones Unidas, pero la comunidad internacional vive y actúa de espaldas a esta realidad.
El gobierno israelí no solo ha continuado haciéndose con cada vez más territorio palestino, sino que también ha expulsado del mismo a la población autóctona.
Sin embargo, los recientes ataques de Hamás muestran una resistencia palestina que aún no se ha cansado de luchar por sus derechos, una resistencia que permanece viva pese a los intentos del imperialismo sionista y la violencia israelí por acallar al pueblo palestino. Cabría hacer una reflexión en torno al uso de la violencia, sobre la cuestión de quién puede usarla y cuándo es legítima. En los últimos días, los medios de comunicación occidentales han anunciado el ataque de Hamás enfatizando el horror de la violencia terrorista. Pero ¿dónde se escucha hablar sobre la violencia sistémica israelí durante los últimos 75 años? La crítica en torno a la violencia no se basa tanto en el uso o no de la violencia, pues al final todas las potencias con poder, incluyendo los actuales Estados democráticos occidentales, se han construido sobre un pasado histórico de guerras y violencia. La crítica gira más bien en torno a quién hace uso de esa violencia y con qué fines. Para Occidente, cuando la violencia persigue algún fin que le interese entonces es legítima, mientras que si adopta la forma de terrorismo o resistencia en contra de sus intereses se criminaliza.
Borrar la Historia de Palestina
No se trata de justificar ningún tipo de violencia, sino de, como se comentaba al principio, tratar de entender la situación de Palestina desde la objetividad histórica. Desde ahí, no sería justo borrar la historia palestina: obviar que fue una coalición anglo-francesa la que impuso los límites fronterizos de Palestina para normalizar la colonización del siglo XIX, que fue el territorio palestino el que acogió a la población judía que huía de las persecuciones europeas, que la ideología sionista bebe del pensamiento nacionalista europeo del siglo XIX, y que el desarrollo del sionismo no hubiese sido posible sin el apoyo de la comunidad internacional.
También sería injusto olvidar los 75 años de violencia en el territorio, la demolición de los hogares palestinos, el exilio obligado, el subdesarrollo y la precariedad, así como el continuo maltrato y asesinato a manos del sistema gubernamental israelí, que de forma meditada intenta borrar la historia de Palestina y surgir como un Estado independiente de pleno derecho.
Ante esta situación, cabe recordar incansablemente los fundamentos sobre los que se constituyó el “Estado de Israel”, reflexionar sobre su naturaleza colonial, impugnar su expansión territorial sobre el exterminio palestino y, en última instancia, cuestionar la existencia “natural” que pretende tener hoy.
“Formamos parte de una historia, y la historia obviamente es un estado de acontecimientos pasados que han terminado, excepto para nosotros; para nosotros es un pasado continuo que nunca termina. Nos comunicamos contigo desde él como un presente que no debería ser vuestro futuro. Nuestro tiempo es diferente del vuestro, porque aquí el tiempo no se mueve sobre el eje del pasado, el presente y el futuro. No tenemos ningún control sobre nuestro futuro, y nuestro caso es bastante similar al de todos los pueblos árabes.”
Waled Daqqa. El tiempo paralelo
Citado en el TFM de Judit Rodríguez Fernández
Ainara García Sánchez
Notas
[1] No confundir sionismo con judaísmo. Una cosa es la religión judía y otra el movimiento nacionalista que aboga por la construcción de un Estado independiente que pretende representar a los judíos.
[2] Res.242 de 1967, Res.252 de 1968, Res.267 de 1969, Res.338 de 1973, Res.465 de 1980, Res.1397 del 2002, Res.1515 de 2003, Res.1850 de 2008, Res.1860 de 2009, Res.2334 de 2016. Más información en: https://www.un.org/unispal/es/data-collection/general-assembly/
Referencias
Al-Shaikh, A. (2021) “The parallel human: Walid Daqqah on the 1948 Palestinian political prisoners”. Confluences Méditerranée, 117 (2), pp. 73-87. DOI: 10.3917/come.117.0075
GFP (2023): “2023 Military Strenghth Ranking”. Disponible en: https://www.globalfirepower.com/countries-listing.php
Rodríguez Fernández, J. (2023): “Sobre el carácter performativo de Nakba en el pensamiento último de Edward Said” UAM. Madrid.
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