Alfonso Casani – FUNCI
En febrero de 1991, en plena crisis política por la caída de la Unión Soviética, tres Estados se reunieron con el propósito de acelerar el proceso de integración en Europa y promover una convergencia de sus políticas, economía y cultura. Reuniendo a Hungría, Polonia y Checoslovaquia (en la actualidad, suman cuatro Estados, tras la división de esta última en la República Checa y Eslovaquia), el acuerdo condujo al hoy llamado Grupo de Visegrado. Este grupo ha trascendido hoy la coordinación de sus políticas, para convertirse en uno de los principales grupos de presión contra las políticas comunitarias de Bruselas y las políticas de recepción y acogida de inmigrantes y asilo promovidas por la Unión Europea.
El lugar elegido para su primer encuentro, Visegrado, estaba cargado de simbolismo y recordaba la reunión celebrada por los monarcas Carlos I de Hungría, Casimiro III de Polonia y Juan I de Bohemia en el s. XIV para hacer frente a las ambiciones territoriales y el cobro de impuestos de los Habsburgo[1]. Esta ambición “soberanista” continúa presente en la actualidad, a través de la reivindicación de mayores competencias para los parlamentos nacionales o la defensa de un mayor control fronterizo.
Para comprender el impacto de este Grupo sobre Europa y la Unión Europea es necesario tener en cuenta la promoción que han realizado de tres líneas políticas interrelacionadas, que defienden : una concepción diferente de lo que debe ser la Unión Europea, una nueva forma de entender el Estado democrático, y la difusión de un discurso y postura de marcado carácter islamófobo.
Una Unión Europea con menos competencias
El funcionamiento actual de la Unión Europea constituye uno de sus principales ejes de crítica, y, sin embargo, no deben entenderse como un Grupo antieuropeísta, sino más bien anti-Bruselas[2]. En la práctica, el Grupo no solo surgió para impulsar la integración europea, sino que, económicamente, se ha beneficiado ampliamente de su adhesión a la UE. A pesar de ello, estos países se han convertido en un foco de presión contra las políticas procedentes de Bruselas, un polo que aboga por una nueva orientación de este organismo supranacional, una devolución parcial de las competencias a los parlamentos nacionales y un mayor control fronterizo.
Como afirmaba el año pasado Mateusz Morawiecki, primer ministro de Polonia, el año pasado, en unas declaraciones en conmemoración del trigésimo aniversario de la formación del grupo:
“la fuerza del Grupo de Visegrado se basa hoy en la sinergia de la acción comunitaria, una posición negociadora más fuerte en las estructuras de la UE y la representación de nuestros intereses estratégicos internacionales en la arena internacional.”[3]
En el año 2015, los respectivos primeros ministros de Polonia y Hungría, Jarosław Kaczyński y Viktor Orbán, llamaron a realizar una “contrarrevolución” en Europa, “que alterase la Unión Europea, sus estructuras y proceso de toma de decisiones”[4].
A pesar de que las declaraciones realizadas de Olaf Scholz, actual canciller alemán, el pasado septiembre en Praga en su primer posicionamiento con respecto a la Unión como jefe de gobierno de Alemania apostasen fuertemente por el europeísmo, también reflejaban una certeza cada vez mayor, la posibilidad de una Unión Europea a varias velocidades, con una mayor o menor voluntad de integración de sus Estados-miembro.
El Estado iliberal
Ya en el año 2014, en un discurso ante el alumnado de la Summer Free University, el primer ministro húngaro Viktor Orbán declaraba en un discurso su voluntad de que Hungría ejemplificase una nueva concepción estatal[5]. Una nueva forma de evolución del Estado que superase los problemas a los que se enfrenta el Estado democrático liberal actual, y que habría de conducir, en su lugar, al denominado nuevo “Estado iliberal”. Este sería un Estado de corte soberanista, con una noción de libertad diferenciada, distinta de la libertad individual del Estado liberal, y en la que esta inevitablemente quedaría subordinada a los intereses de la nación.
La adopción de esta etiqueta es chocante si tenemos en cuenta las connotaciones negativas con las que el “Estado iliberal” ha estado tradicionalmente asociado. Desarrollado como concepto teórico en 1997 por el analista de relaciones internacionales Fareed Zakaria[6], la “democracia iliberal” alude a los regímenes híbridos, no democráticamente plenos, en los que los derechos civiles de la población son sistemáticamente violados. Aunque estas democracias celebran elecciones con carácter periódico, estos procesos distan de ser libres y transparentes debido a la falta de competición electoral, la debilidad del Estado de derecho y la exclusión de las minorías o voces disidentes.
Un baluarte de la islamofobia en Europa
La discriminación de las minorías musulmanas, de palabra o hecho, constituye uno de los principales ejemplos de la debilidad de derechos civiles del país. Pilar ideológico del Fidesz, el partido liderado por Orbán en Hungría, esta retórica muestra el proceso de conversión de la población musulmana en un chivo expiatorio para los problemas del país a lo largo de la última década.
Cuando atendemos al surgimiento de esta retórica en la región, dos aspectos resultan especialmente llamativos: la práctica inexistencia de un discurso anti-musulmán con anterioridad a 2015, y el bajo número de musulmanes residentes en los cuatro países que conforman el grupo. Hungría, por ejemplo, tienen una población musulmana de tan solo 5.000 personas aproximadamente[7], frente a los 10 millones de habitantes con los que cuenta el país. Esto significa que el islam ocupa un lugar minoritario en el país, que justifica la escasa importancia política que había recibido hasta mediados de la década pasada.
Su incorporación al discurso político coincide con el momento de mayor tensión intraeuropeo ante la mal llamada crisis de refugiados y el surgimiento del debate en torno a la necesidad de acordar unas cuotas obligatorias de refugiados a acoger entre los distintos miembros de Unión.
También coinciden con la percepción del rechazo de los emigrantes húngaros residentes en otros países europeos, y con un fortalecimiento del perfil nacionalista-cristiano por parte de Fidesz, respondiendo a cuestiones de política doméstica[8]. En este contexto, el discurso de este partido conservador se benefició del debate generado por la violencia del autodenominado Estado islámico y la expansión de atentados internacionales en suelo europeo, principalmente, en Francia. Así, a medida que se fortalecían las raíces nacionalcatólicas del partido, aumentaban las posturas antiinmigración e islamófobas que este defendía.
Ante la urgencia de acoger de los refugiados procedentes de Siria que llegaban a suelo europeo, Orbán anunció la disposición de Hungría para acoger únicamente a los refugiados de religión cristiana. Como justificaba en un artículo de opinión publicado en el diario alemán Frankfurter Allemaigne:
«Es una cuestión importante, porque Europa y la cultura europea tienen raíces cristianas. ¿Y acaso no es preocupante que la cultura cristiana de Europa apenas esté en condiciones de defender sus propios valores cristianos?»[9]
Este discurso se trasladó rápidamente al plano nacional, debido a la escasa oposición que este mensaje encontró, teniendo en cuenta la escasez de musulmanes residentes en el país. “¿Seremos esclavos y hombres libres, musulmanes o cristianos?”[10], preguntaba el presidente de la Asamblea Nacional de Hungría en un discurso ante las juventudes del Partido Popular Demócrata Cristiano.
Una tendencia europea
Este discurso no es únicamente propio de Hungría, sino que es compartido por los cuatro países que conforman el grupo, retroalimentándose y encontrando una pauta de funcionamiento similar. En República Checa, donde se estima que la población musulmana no alcanza el 0,02% de la población[11], la discriminación contra los musulmanes y la expresión de su fe han aumentado considerablemente en los últimos años, mientras que, en Eslovaquia, en 2016, se aprobó una ley para prohibir el reconocimiento del islam como religión oficial. De igual modo, en pleno debate en torno a la acogida de refugiados, en el año 2016, Milos Zerman, presidente de la República Checa, defendía que la llegada de solicitantes de asilo era una nueva estrategia de invasión por parte de los Hermanos Musulmanes[12].
Muy significativo es también la resonancia que este discurso ha encontrado en el resto de Europa. En las elecciones de Austria de 2017, los candidatos de derechas y extrema derecha presumían de su cercanía con Víctor Orbán y de la voluntad de alinearse con sus políticas migratorias[13], mientras que a lo largo de Europa, partidos como el Partido por la Libertad en los Países Bajos, la Liga Norte en Italia, o la Agrupación Nacional y Reconquista en Francia toman a la población musulmana como chivo expiatorio para justificar la crisis socioeconómica a la que se está enfrentando Europa y promover políticas chovinistas con un énfasis en la soberanía y la protección de los nacionales de cada país.
Todos estos movimientos comparten una percepción común que entiende la globalización y los procesos de construcción supranacionales como una amenaza, y que considera que sus ciudadanos nacionales han sido los perdedores de los procesos de modernización y de la crisis financiera global de 2007. En este proceso, la retórica contra el islam, la discriminación de los musulmanes, y la defensa de los valores cristianos o judeocristianos se convierten en una herramienta de denuncia de unos elementos estructurales mucho mayores, políticos y económicos, que poco tienen que ver con el islam, pero cuyos efectos perniciosos afectan profundamente a la población musulmana residente en el continente.
Referencias
[1] Ferrero, Ángel (2021). “El grupo de Visegrado cumple 30 años”, Política Exterior, 22/02/2021. https://www.politicaexterior.com/el-grupo-de-visegrado-cumple-30/
[2] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-42879957
[3] Ferrero, Ángel (2021). “El grupo de Visegrado cumple 30 años”, Política Exterior, 22/02/2021. https://www.politicaexterior.com/el-grupo-de-visegrado-cumple-30/
[4] Rupnik, J. (2017). La démocratie illibérale en Europe centrale. Esprit, , 69-85. https://doi.org/10.3917/espri.1706.0069
[5] Puede consultarse el discurso en: https://www.youtube.com/watch?v=mHxg3Aoir6w
Zakaria, Fareed (1997). “The Rise of Illiberal Democracy”, Foreign Affairs, November 1997. https://www.foreignaffairs.com/world/rise-illiberal-democracy
[7] Sayfo, Omar & pall, zoltan. (2016). Why an anti-Islam campaign has taken root in Hungary, a country with few Muslims. V4Revue.
[8] Ibid.
[9] https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/09/150904_crisis_migratoria_europa_debate_islam_musulmanes_religion_hungria_paises_este_lv
[10] Sayfo, Omar & pall, zoltan. (2016). Why an anti-Islam campaign has taken root in Hungary, a country with few Muslims. V4Revue.
[11] https://www.aljazeera.com/news/2017/11/13/czech-republics-tiny-muslim-community-subject-to-hate
[12]https://www.telegraph.co.uk/news/worldnews/europe/czechrepublic/12082757/Muslim-Brotherhood-using-migrants-as-invasion-force-to-seize-control-of-Europe-Czech-president-claims.html
[13] https://themaydan.com/2017/11/converging-islamophobias-europe-visegrad-four-countries-western-forerunners/
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