Omar Al Mujtar fue uno de los principales protagonistas de la lucha contra la colonización de Libia por parte de Italia, un combate que trasciende la carrera por el dominio de África por parte de las potencias europeas, y se enmarca también en el conflicto generado por el ascenso de los autoritarismos en el continente, sirviendo de preludio tanto de la Primera Guerra Mundial como de la Segunda. A pesar de todo ello, el esfuerzo de este líder nacionalista es poco recordado, consecuencia del celo eurocéntrico de estos conflictos bélicos internacionales, que ignora su profundo impacto sobre otras regiones, como la ribera sur del Mediterráneo.
Alfonso Casani – FUNCI
Con un carácter casi épico, la biografía de Omar Al Mujtar narra la historia de un huérfano temprano, educado en una escuela coránica, que llegó a ser un líder espiritual del país para posteriormente, ya avanzado en años, convertirse en un líder nacionalista en la lucha contra la ocupación del país por parte de Italia.
Primeros años y formación religiosa
Omar Al Mujtar nació en la tribu minifa, en el pueblo de Zawiyat Janfur, una pequeña localidad costera al este del país, cerca de la frontera con Egipto, en torno al año 1860. Huérfano desde una temprana edad y siguiendo los designios de su padre, Omar pasó a estar bajo la tutela del líder religioso Sharif Al-Ghariani, quien le educó en la madrasa (escuela coránica) local y le enseñó el Corán. Su educación dejó una fuerte impronta en Al Mujtar y le permitió acceder a la Universidad de Jaghbub, afiliada a la orden sufí de Senussi (vinculada, a su vez, a la monarquía del país), a cuyo destino quedaría ligado.
Después de graduarse en la universidad, ejerció como cheij (jeque, líder religioso) en la ciudad de Zaiyat Al-Qusour y, posteriormente, como líder senussi en los territorios de Sudán. Hasta ese momento, su vida estuvo ligado a la espiritualidad y la educación. No fue sino hasta 1899, cuando tenía 39 años, que estas adquirirían un tinte militar y combativo, cuando fue enviado a Chad a luchar contra las fuerzas colonas francesas. Fue durante ese viaje cuando se granjearía el sobrenombre por el que es conocido hasta la actualidad, “el león del desierto”. Se dice que por haberse enfrentado (y salido victorioso) contra un león durante su trayecto a Chad, aunque también simboliza la bravura por la que fue conocido en batalla.
Libia, entre las ambiciones otomanas e italianas
La ocupación de Libia y la resistencia de su población se inscribe tanto en la carrera por la colonización oficializada por la Conferencia de Berlín de 1885, como por la narrativa imperialista impulsada en Italia tras la llegada de Mussolini al poder y el establecimiento del fascismo.
El territorio que ocupa actualmente libia permaneció bajo soberanía del Imperio Otomano desde el s. XVI hasta 1912. La Conferencia de Berlín celebrada entre las potencias europeas a finales del s. XIX legitimó la carrera por la colonización de África, pero también reconoció la ocupación de una gran parte del continente por parte de los imperios de primer orden, principalmente Reino Unido y Francia.
Italia se había unificado tardíamente (en 1870) y había quedado aislada de esta carrera por el dominio de África. Por su parte, el Imperio Otomano era ya el “hombre enfermo de Europa”, como lo había denominado el zar Alejandro III, de Rusia, y cada vez tenía más dificultades para mantener el control sobre su extenso territorio, que se proyectaba sobre parte de Asia, Europa y África. Italia aprovechó el estallido de la guerra de los Balcanes en 1912 y el foco del Imperio Otomano sobre Europa del Este para invadir Libia y reclamar su territorio. Anteriormente, en 1911, Italia ya había invadido Trípoli y Bengasi sin que las fuerzas otomanas pudiesen hacer frente a la invasión. El ataque culminó en los Tratados de Ouchy y Lausana, de 1912, con la retirada del Imperio Otomano del territorio libio y la reclamación y unificación de Libia como provincia italiana ese mismo año.
Ocurrido en la víspera de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), el conflicto hizo patente la debilidad del Imperio Otomano, pero también nos permite entender las dificultades del imperio italiano para hacerse con el control de Libia, algo que no se haría efectivo hasta los años 30.
La resistencia de Al Mujtar
La auténtica ofensiva italiana comenzó en 1922 tras el golpe de Estado de Benito Mussolini en Italia y el lanzamiento de una campaña de “reconquista”, que se presentó como una iniciativa de recuperación de las antiguas campañas romanas de África[1]. El relato construido en torno a la campaña por la ocupación efectiva de Libia, que se sucedía desde hacía una década, es un interesante ejemplo de manipulación histórica con el objetivo de legitimar la línea política del momento, que trataba de presentar como un paréntesis los casi 14 siglos ocurridos entre la caída del Imperio romano occidental y la Primera Guerra Mundial, con el fin de establecer un vínculo entre la vieja gloria romana y la recién proclamada Italia fascista.
Durante la siguiente década, Al Mujtar ocupó un papel central como líder de la resistencia libia contra los avances italianos. Con el rey del país, Muhammad Idris al-Senussi, exiliado en Egipto, una parte considerable de las responsabilidades políticas y militares recayó sobre este, como figura religiosa de prestigio en la cofradía senussí, y gracias a su experiencia militar[2]. Durante la siguiente década, como líder de la resistencia libia, Omar Al Mujtar libró una audaz guerra de guerrillas contra las tropas italianas, dificultando su avance en el país.
Por su parte, las tropas italianas recrudecieron su presión sobre la población del país, atacando las líneas de suministro, mientras realizaban ejecuciones masivas entre la población local y establecían campos de concentración para los prisioneros[3]. Su presión sobre la población y su colaboración con distintos notables locales condujo finalmente a la captura de Al Mujtar en 1931. Herido en una emboscada, Omar Al Mujtar fue capturado el 11 de septiembre, y condenado a muerte por un tribunal militar cinco días más tarde, el 16 de septiembre de 1931.
A pesar de la victoria italiana sobre Al Mujtar, Libia no sería completamente controlada y unificada a Italia hasta 1939, cuando se proclamó la Libia italiana. Su anexión conllevó la unificación de los tres territorios que componen el territorio libio actual (Tripolitania, Cirenaica y Fezzan) y supuso, “virtualmente”, la creación de la Libia actual. Tras la derrota italiana en la Segunda Guerra Mundial, Libia pasó a formar parte de la unificación británica hasta 1951, cuando finalmente logró su independencia.
Un héroe nacional desconocido
El proceso de creación e independencia de Libia tiene mucho que ver con la falta de conocimiento que se tiene de este personaje fuera del país. En Libia es reconocido como un héroe de guerra y un ejemplo de la lucha nacional contra la colonización. De hecho, su retrato continúa ocupando los billetes de 10 dinares libios.
La ocupación del territorio por las tropas italianas, sin embargo, fue ignorada hasta prácticamente este siglo. Su colonización se ha mantenido al margen de las narrativas históricas principales que tratan la carrera colonial de principios del s. XX, que desembocaría en la Primera Guerra Mundial, y del ascenso de los autoritarismos, que precederían, a su vez, a la Segunda Guerra Mundial. La falta de análisis de este hecho es una consecuencia del excesivo foco que se ha puesto sobre Occidente, entendido como Europa y Estados Unidos, en la reconstrucción de acontecimientos de las guerras mundiales. El peso de los historiadores estadounidenses y europeos a lo largo del s. XX ha otorgado un excesivo protagonismo a estas regiones geográficas, ignorando con frecuencia la trascendencia que los acontecimientos internacionales han tenido sobre el resto de regiones[4].
La lucha por las independencias nacionales queda, así, circunscrita a los estudios de descolonización, un pequeño apartado del estudio de la historia universal que, a menudo, no logra trascender las fronteras para llegar a formar parte del conocimiento universal.
Muy notablemente, el coronel Gadafi trató de revertir este desconocimiento en torno al héroe nacional libio mediante la financiación de la película “El león del desierto” en 1981. Se trataba de una película de estilo bélico, enmarcada en los esfuerzos de Mussolini por lograr en control de Libia, que narra la persecución de Al Mujtar por parte de las tropas italianas. La película contó con un elenco de actores y una dirección prestigiosa, que incluyó a Moutapha Akkad como director y a Anthony Quinn en el papel de Omar Al Mujtar. Aunque la película no cosechó el éxito esperado, constituye un esfuerzo importante por cuestionar la narrativa oficial que hasta ese momento se tenía del conflicto libio de principios del s. XX. De hecho, su estreno fue prohibido en Italia, donde fue acusada de difamación y censurada hasta el año 2009[5]. Su difusión por la televisión pública hace tan solo 13 años constituyó la primera vez en que Italia cuestionaba la narrativa oficial sobre su pasado colonial.
Este acontecimiento ejemplifica bien los obstáculos a los que se enfrenta la difusión del conocimiento en torno figuras y relatos históricos no hegemónicos. Un hecho que a menudo alimenta los estereotipos y discriminaciones contra estas regiones. ¿Por qué no se desarrolló un pensamiento autóctono en África, acaso no había pensadores e ilustrados, héroes de guerra o acontecimientos cuya importancia llegaba hasta los confines del planeta? Por supuesto que los había, pero a menudo no los podemos o queremos ver.
Referencias
[1] https://www.monitordeoriente.com/20210917-recordando-a-omar-al-mukhtar-20-de-agosto-de-1862-16-de-septiembre-de-1931/
[2] https://africa.sis.gov.eg/espa%C3%B1ol/figuras-destacadas/figuras-pol%C3%ADticas/omar-al-mukhtar/
[3] https://www.monitordeoriente.com/20210917-recordando-a-omar-al-mukhtar-20-de-agosto-de-1862-16-de-septiembre-de-1931/
[4] https://www.africaye.org/eurocentrismo-y-mitos-sobre-la-historia-de-africa/
[5] https://blogs.20minutos.es/la-claqueta-de-la-historia/2020/10/12/anthony-quinn-como-el-leon-del-desierto-y-la-resistencia-a-mussolini/
Sin comentarios