Los medios de comunicación informaron ayer, 20 de febrero, de un atentado terrorista en Hanau, Alemania, que acabó con la vida de 9 personas en un tiroteo contra dos locales de fumadores de shisha. El atentado fue perpetrado por Tobías R., ultraderechista con una fuerte motivación xenófoba, como él mismo admite en un vídeo y una carta redactados antes del ataque.
En la carta redactada por el asesino, cuyo cadáver fue encontrado junto con el de su madre la misma noche del atentado, éste defiende la supremacía de los ciudadanos alemanes y exige la aniquilación de distintas comunidades de inmigrantes procedentes de África y Asia y residentes en el país.
En los últimos años hemos sido testigos del aumento de movimientos y partidos de extrema derecha, muchos de ellos con representación parlamentaria, que abogan abiertamente por la discriminación y expulsión de distintas comunidades de otras nacionalidades o religiones, entre las que el islam ha ocupado un lugar destacado. Entre ellos, destacan en Alemania organizaciones como el movimiento islamófobo PEGIDA o el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD, conforme a sus siglas en alemán). Este último partido obtuvo el 13% de los escaños en las últimas elecciones federales en 2017.
La integración de la extrema derecha
Sin embargo, esta experiencia no es una singularidad alemana. Cada son más los partidos abiertamente xenófobos que concurren a las elecciones en Europa. La Agrupación Nacional (nueva denominación del Frente Nacional) en Francia tiene 8 diputados en la Asamblea Nacional; también tiene representación UKIP en Gran Bretaña, el Partido por la Libertad y el Foro para la Democracia en Holanda, VOX en España, la Liga Norte en Italia ha formado parte del gobierno hasta 2019, y presidentes como Viktor Orbán en Hungría o Andrzej Duda atacan abiertamente el islam y las comunidades musulmanes. Lamentablemente, la lista es demasiado larga para enumerar todos los movimientos existentes.
Es necesario insistir en la necesidad de combatir esta extrema derecha y de colaborar entre instituciones y sociedad civil para lograr medidas más efectivas que mitiguen su impacto y aíslen a estos movimientos.
Aunque muchos partidos han defendido la necesidad de establecer un cordón sanitario para la extrema derecha (en Alemania mismo, los dos principales partidos, la Unión Demócrata Cristiana y el Partido Socialdemócrata se han comprometido a no realizar pactos electorales con la AfD), cada vez son más los partidos abiertos a incluirles en sus negociaciones y acuerdos políticos. En España, sin ir más lejos, VOX es un socio indispensable para el gobierno de las Comunidades de Andalucía, Murcia y Madrid. Se observa, así, un cada vez mayor blanqueamiento de la extrema derecha, que ocupa las calles y las instituciones, y que legitima desde allí posturas excluyentes de discriminación y persecución por motivos de raza, religión y género.
No debería, pues, sorprendernos el aumento de la violencia contra las comunidades extranjeras. El atentado de ayer en Hanau es un ejemplo más de las consecuencias del crecimiento de la extrema derecha en Europa. Su presencia trasciende lo discursivo, para convertirse en políticas de calado estructural y, finalmente, desembocar en una violencia física y explícita contra los que consideran diferentes. El ataque vivido ayer no ha sido el primero, ni posiblemente sea el último, realizado contra comunidades extranjeras y que se cobran un alto número de víctimas. Es por ello que es necesario insistir en la necesidad de combatir esta extrema derecha, y de colaborar entre instituciones y sociedad civil para lograr medidas más efectivas que mitiguen su impacto y aíslen a estos movimientos.
Alfonso Casani – FUNCI
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