Recientemente, el periódico El Mundo tuvo la oportunidad de entrevistar a John L. Espósito, profesor de la Universidad de Georgetown y director de la plataforma The Bridge Initiative, dedicada a combatir la islamofobia desde una perspectiva académica. Este prestigioso académico ha publicado más de una veintena de libros dedicados al estudio del islam y la promoción de un diálogo entre los países de mayoría musulmana y Occidente, además de dirigir la Enciclopedia Oxford sobre el mundo islámico. Espósito se encontraba en Madrid con motivo de su reconocimiento como doctor ‘honoris causa’ por parte de la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE.
La Universidad le ha distinguido por su trabajo en favor del diálogo entre religiones, en especial entre cristianismo e islam. ¿Después de siglos de existencia, todavía no hemos aprendido a convivir?
Creo que lo hemos estado haciendo bien en términos de coexistencia, pero en los últimos años ha habido significativos retrocesos. Si miramos por ejemplo la situación política global, vemos grandes divisiones entre Europa, EEUU, Rusia o China. Vivimos en un mundo globalizado y, nos guste o no, interdependiente cultural, política y económicamente. Pero hoy vemos cómo políticos de extrema derecha en EEUU y la UE predican un discurso de la exclusión, contra los inmigrantes y los musulmanes. Y como ejemplo tenemos la ridícula situación de países como República Checa, Polonia y Hungría donde ni siquiera hay un gran número de musulmanes o inmigrantes. Creo que la convivencia es un reto y no estoy exagerando cuando digo que son tiempos peligrosos para vivir.
Desde Donald Trump a Marine Le Pen o Viktor Orban, estamos viendo el aumento del populismo en todo el mundo. ¿Por qué su discurso común es una reacción contra el islam?
Hay una reacción, sí, contra los musulmanes, pero se enmarca en una reacción general contra los inmigrantes. Olvidamos que, para mucha gente en Europa y EEUU, su relación con el islam y los musulmanes comenzó con la Revolución Islámica de Irán en 1979. Cuando me gradué, en 1974, el islam y los musulmanes eran invisibles. Tras la Revolución del 79 -que fue seguida por el asesinato de [el presidente egipcio, Anuar] Sadat y luego por el ascenso de Al Qaeda-, se ve a los musulmanes desde una ventana muy estrecha a través de la que se generaliza. Los problemas que llegaron a partir de 1979, tuvieron una cobertura mediática que realmente exacerbó la situación.
¿Somos los medios responsables de la mala imagen del islam y de los musulmanes?
No, los terroristas son los responsables. Pero los medios son una gran influencia. No digo que ofrezcan una imagen negativa de una forma deliberada, pero es una realidad. Hay una disparidad muy grande entre la cobertura de noticias sobre las sociedades musulmanas y la cobertura de noticias sobre el extremismo. En un estudio en 2015 y 2016 en Reino Unido y Alemania, ocho de cada 10 historias eran negativas y trataban sobre extremismo religioso. Los líderes políticos y las élites educadas tienen una visión de la realidad basada en la que proveen la televisión, los medios de comunicación e incluso las redes sociales. El problema es cuando esta visión es utilizada como un arma por parte de políticos que juegan con el miedo porque les da votos y dinero.
¿Piensa que la islamofobia se está convirtiendo en un problema en nuestras sociedades actuales tal y como lo fue el antisemitismo en la Europa de los años 30?
Hay peligro de que la islamofobia se convierta en el nuevo antisemitismo. Es una idea sobre la que llevo años advirtiendo en mis escritos. En EEUU, incluso, hay organizaciones judías que han reconocido este problema y en los últimos años han apoyado proyectos contra la islamofobia, porque ven un parecido que les resulta familiar con lo que pasó en Europa. Estudios aparecidos en 2015 y 2016 constatan que la islamofobia ha llegado para quedarse y que además está siendo normalizada, en el sentido en que puedes decir cosas contra los musulmanes y el islam públicamente (en los medios, etc.) que se amparan en la libertad de expresión pero que no se admitirían si se refirieran a otros colectivos porque se considerarían racistas. Y eso lleva a un discurso de odio o a crímenes de odio como los ataques contra mezquitas que han ocurrido en el Reino Unido. Estamos haciendo oídos sordos a esas señales.
¿Ha cambiado el islam político a raíz de las revoluciones árabes?
No tanto el islam político. Yo creo que lo que ha ocurrido es que parte de la ola de cambio ha hecho a algunos países volverse más autoritarios. Egipto o los países del Golfo, por ejemplo. Túnez es un buen ejemplo de lo que el islam político puede hacer. En Egipto, hubo muchos errores, pero la manera de encauzar la situación con Mohamed Mursi, que fue democráticamente elegido, habría debido ser esperar a elecciones. Sin embargo, los militares temían lo que los comicios podían hacer. Así que lo que vemos ahora es que han gestionado las elecciones como en los viejos tiempos, cuando el líder se presenta y obtiene el 97% de los votos. Cuando a los islamistas se les permite participar en el sistema político como a cualquier grupo ciudadano y hay una sociedad civil amplia, se ve cómo se integran en ese sistema. En los últimos 20 años, hemos visto elecciones en Jordania, Kuwait, Malasia, Indonesia, Senegal, Marruecos, donde los islamistas participan en el sistema. Pero eso se oculta por parte tanto de políticos como de medios de extrema derecha, que ponen a todos los islamistas en el mismo saco y, en vez de hablar de cómo participan en la sociedad, sólo dirigen el foco a Al Qaeda y el Estado Islámico.
¿El islam necesita una reforma religiosa para adaptarse a los tiempos?
He escrito muchos libros sobre esto. La realidad es que los reformistas siempre han existido, pero su camino ha sido obstaculizado. Es muy difícil abogar por reformas en países autoritarios, especialmente si se habla de reformar las tradiciones religiosas porque todo lo que afecta a la sociedad en términos culturales y políticos es una amenaza para los regímenes autoritarios. Por otro lado, hay líderes religiosos conservadores que bloquearán cualquier cambio en este sentido. Para que las reformas puedan abrirse camino, necesitan una sociedad abierta.
¿Hemos superado el discurso del «choque de civilizaciones»?
Sí. Huntington y yo hemos compartido debate muchas veces. La expresión «choque de civilizaciones» se ha usado mucho a lo largo de los años pero ha significado cosas diferentes. Porque la pregunta es: «¿de qué va ese choque?». La noción de «confrontación» está siendo usada por ambas partes; lo utilizan también los extremistas musulmanes. Por otra parte, yo he trabajado muchos años con Gallup y en nuestros estudios vemos que los musulmanes admiran muchas cosas de Occidente: las libertades, la educación, la democracia, la economía, por ejemplo… Pero critican el doble rasero en cuanto a la defensa de la democracia. Dicen que Occidente sólo promueve la democracia para él mismo, mientras que para Oriente Próximo prefiere promover la seguridad y los negocios, como hizo [George W.] Bush y está haciendo ahora Trump. La seguridad está volviendo a ser el eje de las relaciones de EEUU y la UE con los países de Oriente Próximo. Trump ha vuelto a articular esta política en la que se dice a los autócratas: «Lo que hagas en tu país es cosa tuya».
Fuente: El Mundo
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