A raíz del repunte de la islamofobia tras los atentados en Catalunya el pasado mes de agosto, desde Radio Malva se plantearon la posibilidad de contar con testimonios que pudieran contrarrestar estos discursos racistas. En esta ocasión entrevistan a las antropólogas y activistas sociales musulmanas Salma Amzian y Fátima Aatar.
El pasado 17 de agosto, mientras ocurría el atentado en las Ramblas de Barcelona, Salma Amzian estaba junto a su madre en Marruecos, donde nació. Su padre y sus hermanos estaban en Vic, Barcelona, donde reside la familia habitualmente. Allí, cerca de su casa, encontraron una de las furgonetas utilizadas por los terroristas. Toda esa información llegaba a Marruecos de manera confusa y fragmentada. “Todo lo que nos llegaba se resumía en que la policía estaba matando moros en Barcelona y Cambrils. Lo vivimos con mucho miedo”.
Durante las primeras horas hubo ataques a las mezquitas y agresiones en las calles. La islamofobia saltó a los medios como un bombardeo, todo el mundo estaba en shock. “En esos momentos se hacía muy difícil pensar con claridad”. En los días siguientes el miedo no fue menor. “Sabíamos que el racismo estructural que existe en el Estado español se iba a recrudecer. Los atentados parecen legitimar que aumente la violencia contra nosotros. Esto no es nuevo. La violencia policial es una constante en nuestros barrios, pero, bajo el prisma islamófobo, parece que ahora está justificada porque somos potenciales asesinos”.
Fátima vive en Barcelona y aquel día se encontraba a diez minutos de Las Ramblas. Cuando salió del trabajo se encontró la ciudad cerrada, no se podía salir de Barcelona. “Mi miedo era que la información que llegaba hablaba de un terrorista de origen magrebí. Mi padre estaba yendo a trabajar en ese momento y lo que me aterraba era que pararan a mi padre, lo detuvieran, lo insultaran o lo agredieran”.
“Tiene que ver con que rápidamente se nos exige a los musulmanes que nos desmarquemos, que salgamos a las calles a decir que no somos terroristas, lo que en el fondo significa que te están diciendo que sí lo eres. Con ello estamos criminalizando a un sector de la población que no tiene herramientas”
Durante las siguientes dos semanas, las opiniones, los análisis, las reacciones de todo tipo se multiplicaban en los medios de comunicación y en la calle. Salma hace hincapié en cómo vive la comunidad musulmana toda esta avalancha en la que se la sitúa en el punto de mira. “A raíz de los atentados de Barcelona y Cambrils, muchos en mi entorno piensan que hemos fallado como comunidad y como musulmanes, por no ver venir los sucesos, por no estar más atentos a esos chicos… Creo que eso es un error, pensar que lo ocurrido tiene que ver sólo con nosotros, que es responsabilidad nuestra. Pensar así es asumir un autoodio, un odio hacia lo que eres y representas. Tiene que ver con que rápidamente se nos exige a los musulmanes que nos desmarquemos, que salgamos a las calles a decir que no somos terroristas, lo que en el fondo significa que te están diciendo que sí lo eres. Con ello estamos criminalizando a un sector de la población que no tiene herramientas para defenderse contra los ataques de la sociedad dominante y las instituciones. Se les/nos está culpabilizando. Incluso se pidió a la madre de uno de los chicos que saliese a pedir perdón, a renegar de su hijo. Esto tiene una función simbólica para el resto de la comunidad: tenéis que salir a pedir perdón con la cabeza agachada porque os merecéis cualquier cosa que os vayamos a hacer. Se necesita tener mucha sangre fría para pensar y vivir todo esto sin caer en el mea culpa”.
Por su parte, Fátima habla de una responsabilidad conjunta cuando suceden este tipo de cosas y reclama realizar análisis profundos de las causas para poder evitar hechos tan atroces. “Lo más significativo para mí fue que eran niños los que cometieron los atentados; por lo tanto, como sociedad hemos fracasado. Para que unos niños puedan haber cometido tal barbarie, lo estamos haciendo horroroso como sociedad. Tenemos que ser capaces de buscar explicaciones, lo que no quiere decir justificaciones. Siempre hay unas causas. Estos niños no deciden actuar así de un día para otro. Lo que pasa es que tenemos muchas lagunas para poder analizar lo ocurrido, ya que a estos jóvenes los han ejecutado en el momento, como ha sucedido en todos los atentados en Europa. Por lo tanto, no tenemos su testimonio para poder analizar qué les llevó a cometer tal horror, nos falta información para poder plantearnos acciones que puedan evitarlo”.
Fátima también huye de las respuestas fáciles: “Decir que lo hicieron por odio a Occidente me parece muy simplista, hacer un análisis tan abstracto es un error. Hay muchas cosas a nivel sistémico que considerar. Por ejemplo, el hecho de que los niños reciben mucha violencia a través de los medios de comunicación, las películas, la publicidad, los videojuegos. Esa normalización de la violencia hay que replanteársela, pero en este caso no se hace. Si estos actos los hubiera cometido un español blanco se habría hablado de un problema de salud mental, de familia, se habrían buscado explicaciones. Pero cuando el crimen lo comete un chico racializado viene muy bien para fomentar discursos racistas”.
Una identidad antimora
El día después de los atentados cuatro grupos neonazis organizaron una manifestación en las Ramblas. Había gente que no comulgaba con la ideología de los convocantes, pero habían sido captados por su discurso. Gente sin un odio interiorizado acudía pensando que iban a una protesta contra el terrorismo. Pero el lema de la convocatoria era claro: “Stop a la islamización de Europa”. “Es algo que ya te esperas. La islamofobia no es por los atentados, está latente y hay gente que instrumentaliza la situación para hacerla más grande, se aprovecha de las víctimas para sacar beneficio a su discurso. Manipulan a personas que lo están pasando mal para llevarlas a su terreno” Fátima pone como ejemplo la distinción de Hannah Arendt al hablar sobre quienes contribuyeron al fenómeno del nazismo en los años treinta: “Por un lado están los dogmáticos, por otro los nihilistas que actúan por interés y por último los ciudadanos influenciables. La ciudadanía que no está politizada es la más influenciable por los grupos fascistas. Esa es la gente preocupante”.
Fátima tiene claro que la islamofobia no es un fenómeno reciente. “Viene de lejos, no de la última década, es una constante histórica que se va reinventando según los contextos nuevos. Yo lo asimilo al antisemitismo que hubo en los años treinta y que ahora se enfoca a los musulmanes. Los mecanismos racistas y criminalizadores son muy similares. Por eso para combatirlo no hay que quedarse en los estereotipos, lo que nos hace daño es más profundo, hay que ir a la raíz de lo que va creando la islamofobia y que se va creando históricamente”.
“(La islamofobia) Viene de lejos, no de la última década, es una constante histórica que se va reinventando según los contextos nuevos.”
Salma trata de analizar el fenómeno de la islamofobia en nuestro contexto. “En nuestro país el racismo antimoro, antiárabe, la islamofobia tienen que ver con la construcción de la identidad española que forma parte del legado colonial del Estado español. Es un imaginario que viene construido históricamente desde la llamada reconquista contra los moros. Este racismo como parte de la identidad de un país ha ido evolucionando hasta hoy, donde se sigue viviendo la islamofobia institucional y social, el racismo antimusulmán. El racismo contra los moros está totalmente naturalizado. El 80% de las deportaciones son de marroquíes y argelinos, las cárceles también están llenas de magrebíes. Existe un imaginario racista donde el hombre moro es identificado como delincuente, machista, peligroso, terrorista. Una construcción que viene de esa herencia colonial que se ha sofisticado con la irrupción de la ideología del Daesh a escala global. Ahora se tiene una imagen perfecta para representar y justificar los peligros y la maldad del moro. De este modo se legitima la violencia contra esta parte de la población”.
Hay dos estereotipos que se imponen dentro de esta lógica; el del hombre musulmán como delincuente y el de la mujer musulmana como víctima. “A las mujeres se nos ha intentado convencer de que estos hombres son nuestros enemigos. Mientras el Estado criminaliza, persigue e incluso asesina al hombre moro en las calles de las ciudades europeas, a la mujer la constituyen como sumisa y la salvan en base a esos valores europeos de los que tanto hablan. Así, los buenos europeos salvan a las pobres musulmanas de sus hombres malos; este es el discurso. Se trata evidentemente de una construcción racista”.
Precisamente, uno de los discursos más recurrentes en estas ocasiones, es el de que están en juego los valores europeos en contraposición de la barbarie islamista. “Todos estos discursos tienen mucho calado entre las instituciones también dentro del feminismo blanco e incluso entre nosotras mismas, nos han hecho dividirnos. No se trata de negar el patriarcado que obviamente existe en el mundo musulmán, pero también en todas las sociedades. Este tipo de discurso consigue desviar la atención sobre un racismo que es pilar fundamental en este relato común europeo”.
Las identidades fronterizas
Otra de las cuestiones planteadas tras los atentados fue la pregunta de cómo era posible que estos jóvenes se hubieran radicalizado hasta el extremo de cometer tal brutalidad. ¿Por qué si han crecido aquí entre nosotros? Las respuestas que se dieron iban encaminadas a explicar que los jóvenes eran fácilmente reclutables por el Daesh porque tenían problemas de identidad. “Se dice que las familias no son capaces de lidiar con los problemas identitarios de sus hijos, que las mismas familias se autoexcluyen de la sociedad. Echan la culpa al otro. No están lo suficientemente integrados, es decir, europeizados. Porque, como todos sabemos, los europeos no matan, claro. Resumir el debate en cuestiones de identidad e integración es asumir que el problema es el bagaje cultural de origen de estas familias”.
Así, la cuestión de la identidad surge como central. Los hijos de los migrantes tienen identidades fronterizas, la de origen y la de destino. Si son criados aquí y muestran interés por su identidad de origen es que no se integran. “Se nos pide que seamos europeos, eso es que dejemos atrás el islam, que acojamos los valores ‘superiores’ europeos, los del relato colonial que la construye como éticamente superior. La forma de luchar contra el terrorismo es la integración que se resume en abrazar la identidad dominante”.
En este sentido, Fátima añade su inquietud ante las arengas en favor de la unidad por los valores democráticos y la libertad. “Cuando se apela a la unidad se está excluyendo a alguien. Cuando se dice que el islam no es terrorismo, inevitablemente se está relacionando los dos términos. Hay que tener cuidado con las narrativas que se están construyendo”.
Pincha aquí para continuar leyendo la entrevista. (Fuente: El Salto)
Sin comentarios