Los integrantes de la célula yihadista que el pasado jueves atentó en Barcelona y Cambrils (Tarragona) tenían entre 17 y 34 años y todos vivían desde hace años en Cataluña. Los autores de los últimos atentados europeos tenían nacionalidades de los países en los que perpetraron sus matanzas y la mayoría tampoco había cumplido los 30 años. ¿Qué factores hacen que estos jóvenes europeos se radicalicen y decidan luchar en las filas de Estado Islámico sin salir de su país?
Javier Lesaca, investigador en la Universidad George Washington y colaborador de Naciones Unidas en materia de terrorismo, responde a esta pregunta en su libro Armas de seducción masiva, en el que analiza las estrategias de comunicación utilizadas por este grupo terrorista. Lesaca habla con el periódico infoLibre para explicar cómo son las herramientas que emplea el Dáesh y gracias a las cuales ha conseguido un ejército global tan complicado de combatir por Occidente.
Pregunta. ¿Qué lleva a un joven a alistarse en las filas del Dáesh?
Respuesta. Esa es la pregunta del millón. Probablemente no te voy a responder con algo concreto porque te estaría engañando, nadie puede dar una respuesta concreta. En primer lugar, es un fenómeno extremadamente complejo, cualquier persona que te dé una respuesta a esto está negando la realidad. Los fenómenos de radicalización que estamos viviendo en esta primera década –o ya segunda– del siglo XXI son enormemente complejos. Aquí juegan varios factores. Hay autores que hablan de una rebelión global contra la modernidad, por tanto, estos fenómenos hay que encajarlos dentro de la posmodernidad, dentro de la incapacidad que han tenido los Estados-nación, las instituciones públicas, de seducir a una parte de sus generaciones más jóvenes, que están buscando alineaciones identitarias con movimientos totalitarios, movimientos fanáticos que les llenan y les seducen mucho más que sus instituciones públicas. De ahí viene la primera reflexión: ¿Qué ha pasado para que siga habiendo esta ola de fascinación por movimientos extremistas y totalitarios por todas partes del mundo? Probablemente, desde el surgimiento de los totalitarismos nacionalistas europeos a mediados del siglo XX no se había vivido una ola de seducción con movimientos extremistas tan grandes. Por eso digo que hay que encajarlos dentro de esta crisis de legitimidad de las naciones-Estado que se está viviendo por todas las partes del mundo. Por eso, está habiendo grupos como ISIS que están siendo muy hábiles a la hora de seducir ese malestar, esa frustración. Aquí la palabra clave es frustración. El elemento común entre el que asesinó a una chica en Charlottesville o gente del Frente Nacional o gente que va a al Dáesh es la frustración.
P. A la hora de utilizar estrategias de comunicación para captar a estas personas, ¿qué tipo de referencias culturales utiliza el Dáesh para captar a jóvenes occidentales?
El elemento común entre el que asesinó a una chica en Charlottesville o gente del Frente Nacional o gente que va a al Dáesh es la frustración.
R. Lo que estamos viendo es que esa frustración es global y está basada en percepciones, no en hechos objetivos. Si se analiza el caso de los terroristas de Barcelona, ninguno, objetivamente, tenía motivos para estar frustrado. Viven en un Estado de bienestar, en un Estado de derecho, han tenido educación y sanidad públicas, han tenido oportunidades… No es un caso de pobreza o marginación. Son entornos con una calidad de vida aceptable, o mucho mejor de la que tuvieron sus padres. El problema es la frustración, meterse en Internet y ver que todo el mundo parece que tiene mejor vida. Ven que no encajan, que sus padres viven en una cultura, ellos en otra, y no se sienten encajados en ninguna de ellas. Se han publicado en varios medios de comunicación los perfiles sociales que utilizaban estos jóvenes y ninguno tenía una estética yihadista, sino que formaban parte de la cultura occidental global que es universal. No hay un choque de civilizaciones. La civilización occidental, al menos a nivel cultural y estético, se ha universalizado y estos jóvenes tenían los mismos gustos culturales y estéticos que cualquier otro joven de Barcelona, de Madrid, de Nueva York… Juegan a los mismos videojuegos, escuchan la misma música… Les gustaba lo mismo que a todo el mundo.
P. Precisamente por eso, ¿qué utiliza el Dáesh en sus mensajes, en sus vídeos –ya que el lenguaje audiovisual es muy importante– para que acaben en sus filas?
R. He analizado desde todos los vídeos de Estado Islámico desde enero de 2014 –cuando empieza su campaña de comunicación– hasta hoy. Los vídeos tienen cuatro temáticas muy claras que van a diferentes audiencias. Todas están presentes por igual, en un 25% cada una. La primera temática está dirigida a la población suní de Irak y Siria y es una temática de servicios públicos. Es decir, el ISIS se presenta ante la población suní de Irak y Siria como una institución pública capaz de proveer los servicios públicos básicos. Digamos que intenta ser percibido como una institución que llena el hueco que habían dejado los Estados. Se trata de una comunicación muy populista en el sentido de que se presenta como el partido o la organización que se encarga de esto.
Luego, otra temática iría destinada a una audiencia extranjera. Un 25% de los vídeos son jóvenes de todo el mundo explicando por qué se han unido a Estado Islámico. El líder, Abu Bakr al-Baghdadi, no sale en ningún vídeo porque hasta ellos saben que sus propios líderes no son creíbles ante sus audiencias potenciales. Un tipo con barba, vestido con una túnica en una mezquita no resulta atractivo para un joven de cualquier lugar.
El Dáesh lo que hace es imitar esas escenas. Los vídeos de batallas están todos editados como si fueran un videojuego de tal manera que, para la audiencia potencial, ir a combatir al Dáesh es estéticamente igual que jugar al Call of Duty.
En las otras dos temáticas el Estado Islámico se muestra como victorioso en escenas de batalla o como ejecutor de violencia extrema, que son básicamente los vídeos de los asesinatos de rehenes. El 50% de los vídeos de las escenas de batalla y de las ejecuciones de rehenes está directamente inspirado en los videojuegos más populares del mercado. Esto es un análisis que hice buscando enfoques en los vídeos y comparándolos con escenas de los videojuegos y de las películas más populares entre el público adolescente global. Las imágenes del 50% de los vídeos están basadas en juegos como Call of Duty, Grand Theft Auto y Mortal Combat y, además, hay una referencia constante a las sagas Saw de terror, a Hostel y a series de ficción de Estados Unidos creadas para justificar la lucha antiterrorista comoA merican Sniper o La noche más oscura, Person of ineterest o Homeland. El Dáesh lo que hace es imitar esas escenas. Los vídeos de batallas están todos editados como si fueran un videojuego de tal manera que, para la audiencia potencial, ir a combatir al Dáesh es estéticamente igual que jugar al Call of Duty. De esta manera que no sabes dónde empieza la verdad y dónde empieza la mentira, la ficción. Han creado una narrativa que es muy sugerente y muy atractiva y que compite de manera directa con la narrativa que puede crear cualquier Estado a la hora de seducir a sus generaciones más jóvenes.
Los atentados como el de Barcelona –que ya llevamos nueve en Europa– están siguiendo una misma metodología sugerida por Estado Islámico en noviembre de 2016. En ese momento, empezaron una campaña de comunicación exclusiva para alentar este tipo de atentados y lo hicieron utilizando el lenguaje audiovisual occidental, desde jóvenes youtubers que salen explicando cómo conducir un coche y provocar una matanza, cómo utilizar bien un cuchillo de cocina para asesinar a una persona, cómo fabricar una bomba en la cocina… Están seduciendo a toda una generación para provocar cambios de comportamiento.
No es el único elemento, el Dáesh no radicaliza por un vídeo. Como he dicho antes, es un fenómeno muy complejo en el que se mezcla la frustración propia de la generación que les ha tocado vivir, la comunicación a la que han estado expuestos y elementos directos como puede ser la influencia de un imán o un grupo de radicalización física. La suma de todos estos elementos es lo que produce esos procesos de radicalización.
P. ¿Qué diferencia hay fundamentalmente entre los métodos de captación que utiliza ahora el Dáesh y los que utilizaban otros grupos como Al Qaeda? ¿Cómo ha sido ese proceso de sofisticación audiovisual?
R. Al Qaeda era un grupo moderno y Dáesh es un grupo posmoderno. Con moderno me refiero a que confiaba en el liderazgo de una persona, era una organización jerárquica. Todos sus vídeos están interpretados por Bin Laden desde un lugar recóndito haciendo referencias o interpretaciones muy particulares del Islam y haciendo referencia a elementos más religiosos o culturales. En esos vídeos no se cuidaba ni la estética, ni la imagen cultural y, por supuesto, no estaban pensados para comunicar de manera directa con sus audiencias. Estos vídeos están pensados para tener impacto en los medios de comunicación tradicionales porque sabían que tenían que pasar sí o sí por el papel mediador de los medios de comunicación.
Los vídeos de Estado Islámico están pensados para interactuar de manera directa con sus audiencias. A ellos les da igual lo que digan los medios de comunicación porque, además, saben que sus audiencias potenciales ni siquiera los leen. Por eso, su comunicación está totalmente basada en las redes sociales a través de una estructura de medios propios. Utilizan mensajes enviados por esa vía que están pensados para el lenguaje audiovisual, que lo ha creado Occidente, por eso lo utilizan.
Es una comunicación totalmente diferente a la de Al Qaeda, y los resultados han sido completamente satisfactorios para Dáesh. Según Naciones Unidas, en los últimos tres años 35.000 jóvenes de 100 países distintos se han unido al Dáesh. Estas son las cifras de captación que conseguía Al Qaeda en 20 años.
P. ¿Qué importancia adquiere la religión en la comunicación del Dáesh?
R. En lo referente a los vídeos, la temática religiosa apenas aparece. Estado Islámico no utiliza de manera sistemática la religión o los elementos religiosos a la hora de seducir a sus audiencias. Utiliza mucho más referentes culturales o discursos propiamente antisistema de luchar contra el capitalismo, contra lo que ellos llaman el petrodollar system, contra regímenes corruptos… Utilizan mucho más este lenguaje que el religioso porque saben que sus audiencias están más familiarizadas con eso.
En lo referente a los vídeos, la temática religiosa apenas aparece. Estado Islámico no utiliza de manera sistemática la religión o los elementos religiosos a la hora de seducir a sus audiencias.
En cualquier caso, todo está contextualizado dentro de la dialéctica del islamismo radical suní. El mundo suní no tiene una doctrina, es lo más parecido al protestantismo del cristianismo. Por eso, la interpretación de las escrituras sagradas es individual, de ahí la gran diferencia con el mundo chií que se rige por lo que diga el ayatolá.
La dialéctica del islamismo radical va, de alguna manera, impregnándolo todo, pero no es el elemento principal que utiliza el Dáesh, al menos no en primera instancia, para seducir.
P. ¿A qué audiencias se dirigen fundamentalmente?
R. Podemos hablar de forma clara de jóvenes entre 15 y 25 años de una generación global –sus vídeos están hechos en varios idiomas– y frustrada o enfadada con el concepto de Estado-nación y con la imagen de sus instituciones públicas. Es una generación muy global, incluso jóvenes que para nada han tenido ninguna vinculación con el mundo musulmán o árabe. Los primeros que fueron a luchar con el Dáesh eran unos hermanos de Toulouse de apenas 20 años que nunca habían tenido ninguna vinculación con el islamismo. Otro ejemplo es uno de los primeros portavoces del ISIS, que degolló a los primeros periodistas y apareció en los primeros vídeos. Este tipo no era un imán de una mezquita o un estudioso del mundo suní, era un cantante de hip hop frustrado.
Este es el perfil, jóvenes de una generación perdida entre 15 y 25 años y, sobre todo, global.
Pincha aquí para continuar leyendo la entrevista.
Sin comentarios