Expertos anglosajones, franceses y por supuesto árabes han estudiado de forma recurrente la historia moderna buscando las raíces de los clichés que marcan la relación de los árabes con Occidente. En este excelente artículo, el investigador Francis Ghilès analiza algunas de las obras actuales más interesantes para combatir los estereotipos que rodean el desarrollo histórico de los países árabes.
La historia moderna de los árabes no es una historia feliz. Los historiadores suelen culpar del infortunio árabe a las mentiras y crímenes de las potencias occidentales o apuntar hacia el débil y corrupto liderazgo de Oriente Próximo y el norte de África. Ambos deben compartir la culpa por los “sentimientos de pesimismo para algunos, odio hacia uno mismo para otros, y el desasosiego que se extiende por el mundo árabe”, como el periodista libanés Samir Kassir lo expresaba en los albores del siglo XXI.
The Arabs: a History, de Eugene Rogan
Los turcos otomanos fueron los primeros extranjeros que gobernaron a los árabes y, tras un brillante primer siglo y medio que vio cómo las fuerzas otomanas sitiaban Viena y la flota argelina realizaba una incursión en Islandia, los dirigentes otomanos se volvieron cada vez más negligentes. El declive que se produjo a continuación en las tierras árabes y bereberes hizo surgir clichés que sirven de guía a muchos medios de comunicación occidentales, a políticos y a algunos académicos: la nación árabe es perezosa, fanática y renuncia a la responsabilidad sobre su bienestar a cambio de obedecer a sus gobernantes. Sin embargo, la nación árabe es una composición mucho más compleja de lo que a menudo se supone en Occidente.
Los británicos y los franceses no salen bien parados en este libro: su comportamiento en Irak, Palestina, Siria y Argelia a lo largo de dos siglos explica por qué algunos de los problemas de la región son tan difíciles de abordar. The Arabs: a History ofrece una descripción realista e inteligente que debería ser lectura obligatoria para cualquier interesado en Oriente Próximo.
El declive (otomano) que se produjo a continuación en las tierras árabes y bereberes hizo surgir clichés que sirven de guía a muchos medios de comunicación occidentales
Rogan inicia su historia con la derrota sufrida por el sultanato mameluco de Egipto a manos del ejército turco otomano el 24 de agosto de 1516 en la batalla de Marj Dabiq, al norte de Siria. La caballería de los mamelucos armada con espadas fue destruida por la superioridad técnica del fuego de mosquetes y la artillería del sultán Selim El Severo, lo que allanó el camino para 400 años de dominio otomano en prácticamente todo el mundo árabe. Desde entonces, los árabes han tenido que “negociar su lugar en el mundo mediante normas establecidas en capitales extranjeras, una realidad política que ha resultado ser una de las características definitorias de la historia árabe moderna”. Eso sigue siendo así actualmente y la pregunta que Rogan pretende responder es “cómo una cultura viva ha caído en el descrédito y sus miembros se han sumido en un culto de miseria y muerte”.
El libro arranca con dos asesinatos en Líbano, el del ex primer ministro Rafik Hariri y el de Samir Kassir, ambos eliminados por oponer resistencia al poder sirio. En los años noventa, destacados intelectuales argelinos también fueron asesinados, aunque no en todos los casos está claro por quién. El autor emplea una amplia variedad de fuentes de primera mano que hacen que la narración sea más interesante. El único episodio de la historia árabe moderna que no aparece reflejado es la guerra civil que bañó de sangre Argelia en los años noventa.
Independientemente de lo que los árabes pensasen de los turcos tras ser derrotados por estos en 1516, compartían con ellos el islam y se unieron al proyecto otomano. Durante los primeros años, el gobierno otomano fue competente y el historiador Nabil Matar recuerda en Europe through Arab eyes 1578-1727 que incluso tierras del Magreb muy distantes (de Estambul) como Argelia y Marruecos, que los otomanos nunca conquistaron, desempeñaron una función importante en la historia europea, tanto como Reino Unido, Francia y España. En 1603, el sultán de Marruecos propuso que las tropas marroquíes e inglesas, usando barcos británicos, atacaran conjuntamente las colonias españolas de América, expulsaran a sus enemigos españoles y gobernasen juntas dichas tierras. Semejante propuesta no sorprendió en Londres, ya que los ingleses eran aliados estrechos de los marroquíes, los argelinos y los otomanos. El Papa consideraba a la reina Isabel I una “confederada de los turcos”.
Rogan hace revivir a personajes poco conocidos, como Zahir al Umar, el hombre fuerte que gobernó Galilea y Acre durante 30 años, o el aventurero Ali El Atrapanubes, que gobernó Egipto; ambos fueron finalmente destruidos por el sultán. Jayr al Din Barbarroja fue uno de los más grandes almirantes de la historia otomana; un pirata para los españoles, al igual que sir Francis Drake, pero un hombre con un carácter extraordinario.
La conquista de Egipto en 1796 por parte de Napoleón se ajusta a lo que se convertiría en una tradición occidental muy arraigada consistente en conquistar las tierras árabes y disfrazarlo de modernización. Mehmet Ali subió al poder en Egipto después de que Napoleón crease un nuevo prototipo: el de la modernización secular. Abrió Egipto y el mundo árabe a las ideas y la cultura de la Europa del siglo XIX. La brutal conquista de Argelia por los franceses después de 1830 abrió ese país, pero a cambio de destrozar el tejido económico y social de tal forma que la violencia desatada durante los 132 años de gobierno colonial sigue castigando Argelia hasta hoy.
La caída del Imperio Otomano generó unas expectativas enormes, y luego una amarga decepción.
El reparto de Oriente Próximo entre británicos y franceses después de 1918 -muy mal efectuado- dio lugar al nacionalismo árabe moderno. La caída del Imperio Otomano generó unas expectativas enormes, y luego una amarga decepción. El inepto liderazgo árabe en la guerra contra un embrionario Israel en 1948 y la tremenda derrota árabe en 1967, después de que Gamal Abdel Nasser cayese torpemente en la Guerra de los Seis Días, se relatan con maestría en el libro de Rogan, que se cierra con el final de la guerra fría, la guerra de Irak y el ascenso del terrorismo yihadista.
Tal vez es inevitable que en la historia haya algunas lagunas: casi no se menciona a Libia y Túnez, ni la relación recíproca entre los acontecimientos de Argelia en los años cincuenta y noventa y la política de Oriente Próximo en general.
Rogan concluye diciendo: “Para que el mundo árabe rompa el ciclo de subordinación al dominio de otros pueblos, se necesitará una participación equilibrada de las potencias dominantes de la época y un compromiso de reforma dentro del propio mundo árabe”. ¿Se perfila en el horizonte ese ciclo virtuoso? Sea cual sea la respuesta, el impacto de cualquier cambio en el mundo árabe se sentirá rápidamente en Europa, especialmente en el Mediterráneo.
The future of Islam, de Esposito
En Occidente, muchos consideran que el islam no encaja en el mundo moderno, pero Esposito relata la historia de personalidades como el telepredicador evangelista egipcio Amr Jaled y Amina Nadud, una mujer de Nueva York convertida al islam que rompió un tabú que databa del siglo XIV, al ser la primera mujer que ha dirigido una congregación mixta de hombres y mujeres en las plegarias del viernes. “Jaled mezcla las creencias religiosas conservadoras con una personalidad y un estilo oratorio carismáticos, la jerga occidental de la autoayuda aplicada a la formación empresarial y una emotiva puesta en escena llena de historias, risas y temores que agrada a la multitud”. Los reformistas religiosos se han puesto manos a la obra en los países de mayoría musulmana y en las comunidades musulmanas minoritarias de Occidente, un grupo muy importante que ha pasado de 12 a 20 millones de personas desde el año 2000.
En un país como Francia, que alberga la mayor comunidad musulmana de Europa occidental, la mitad de los jóvenes y una cuarta parte de las jóvenes de ascendencia magrebí están casados o viven con cónyuges de origen europeo. Los musulmanes se están adaptando al mundo moderno en millones de pequeñas formas, y por lo general su vida guarda muy poca relación con la información, a veces histérica, que presentan los medios de comunicación.
Los musulmanes se están adaptando al mundo moderno en millones de pequeñas formas, y por lo general su vida guarda muy poca relación con la información, a veces histérica, que presentan los medios de comunicación.
Al contrario de lo que se transmite por los medios, el islam no representa una teología medieval incapaz de adaptarse al siglo XXI, ni tiene que imitar la experiencia reformista de la Europa cristiana y el horrendo baño de sangre e intolerancia que ésta trajo consigo. No hay ningún Martín Lutero a la vista en el mundo musulmán actual, pero muchas personalidades interesantes como el controvertido Tariq Ramadan y Abdelwahed Meddeb, que enseña en París y presenta un programa llamado Cultura e Islam en la radio France Culture, ponen en entredicho algunos supuestos tradicionales del islam y tratan de cambiar las reglas del juego para que los musulmanes puedan “entrar en la modernidad” como han hecho cristianos y judíos.
En libros anteriores como La enfermedad del Islam y en su último libro, Pari de Civilisation, Meddeb desmonta con brillantez la idea de que la violencia y el islam estén inseparablemente unidos. Su voz merece ser escuchada, pero no es apropiada para la ignorancia sobre el mundo árabe y el islam que caracteriza a demasiados medios de comunicación occidentales.
Esposito sostiene que la “islamofobia” es hoy tan peligrosa como el antisemitismo lo fue y podría llegar a ser, y que debe combatirse con la misma determinación. Concluye afirmando que el islam no necesita ninguna gran reforma, ya que los reformistas están trabajando por todo el mundo árabe, tratando de reescribir algunas de las normas. Si los dirigentes políticos occidentales fuesen menos cínicos, menos condescendientes y menos hipócritas en sus relaciones con sus homólogos árabes, podrían hacer muchísimo por fomentar un debate más libre al sur del Mediterráneo.
Esposito sostiene que la “islamofobia” es hoy tan peligrosa como el antisemitismo lo fue y podría llegar a ser, y que debe combatirse con la misma determinación.
Ofrecer cheques en blanco a los dirigentes árabes autoritarios que acallan el debate público sobre la mayoría de los asuntos (religión, economía y cuestiones sociales) en nombre de la lucha mundial contra el terrorismo es el aspecto menos agradable de la política occidental respecto al mundo árabe en la actualidad. Tampoco ayuda a aquellos que desean reformas en el islam. Esposito cree que, para combatir la islamofobia, debemos admitir que todos somos hijos de Abraham, parte de una rica historia y tradición judeo-cristiana-islámica. Este libro ofrece un rayo de esperanza en unos medios de comunicación saturados de habladurías sobre el choque de civilizaciones y el terrorismo.
Holy Warriors, a modern History of the Crusades, de Jonathan Phillips
Puede parecer ilógico concluir recomendando una relectura de la historia de las cruzadas, pero hay un hilo común en los acontecimientos que se suceden a lo largo de los siglos en Oriente Próximo: las negociaciones actuales sobre Jerusalén son asombrosamente parecidas al acuerdo de paz que trataron de firmar Saladino y Ricardo Corazón de León hace 800 años.
Jonathan Phillips ha escrito una conmovedora y refrescante historia de aquellos tres siglos, Holy Warriors, a modern History of the Crusades, llena de episodios maravillosos. Es una historia de matanzas y conquistas, arrogancia, fe y locura. Muestra que el papado forjó una nueva ideología cuando predicó la primera cruzada; que el islam poseía desde sus orígenes una idea de la guerra santa; que una mezcla de caballerosidad, religión, honor y poder aristocrático, difícil de entender hoy, cuando la mayoría de los europeos ya no se toman su fe en serio, hizo que miles de personas se pusieran en camino hacia Jerusalén; que las cruzadas deben ubicarse en un contexto más amplio de reconquista en España y a menudo campañas atroces contra la herejía de los cátaros en el suroeste de Francia y los paganos lituanos en el norte; y que en las culturas cristiana y musulmana, la expresión artística elevada y la literatura elegante coexistieron con la rigidez religiosa y la crueldad.
Puede que la última cruzada real de la historia europea moderna sea la de la Armada Invencible española en 1588, cuando los planes del papado y los de Felipe II de España coincidieron. A pesar de que la armada más poderosa que había existido jamás estuviese bendecida por la curia, cientos de barcos bien equipados fueron destruidos por las brillantes y novedosas formas de guerra naval inventadas por los capitanes de la armada de la “reina virgen”, como llamaban a la soberana sus súbditos, y por los temporales que algunos en Roma y El Escorial atribuyeron al “diablo protestante”.
Repasar este periodo arroja luz sobre acontecimientos más recientes. En el emotivo periodo que siguió a los atentados del 11-S, el presidente George W. Bush empezó a preparar su respuesta: “Esta cruzada, esta guerra contra el terrorismo va a llevarnos algún tiempo”. De este modo, involuntariamente o no, realizó uno de los comentarios más incendiarios de los últimos años. Su elección de la palabra “cruzada” fue un regalo para la propaganda de Osama bin Laden, quien podía afirmar que, del mismo modo que las fuerzas de los cruzados habían desencadenado la muerte y la destrucción en el Oriente Próximo musulmán, ahora Bush hacía un llamamiento para que se repitiese ese fenómeno.
Las complejas relaciones entre el mundo islámico y la cristiandad, entre árabes y europeos, entre el Oriente Próximo moderno y Europa quizá se comprendan mejor tras leer la novela, Desierto, que el ganador del premio Nobel de Literatura de 2009, Jean Marie le Clézio, publicó hace 30 años. Describe la historia de la Francia colonial en el mundo musulmán como una serie de narraciones con multitud de capas que todavía tienen que ser correctamente comprendidas en Francia, y de hecho, en todo el mundo. Lo que es cierto en el caso de Francia, también lo es en el de Reino Unido, España y, de manera más general, de Europa y EE UU. Debido a que Europa y el mundo árabe están separados por una estrecha franja de agua, debido a que nuestras historias están tan entremezcladas, debido al enorme número de musulmanes que viven en Europa actualmente, tendremos que esforzarnos y entendernos mejor los unos a los otros. La alternativa da miedo sólo pensarla.
Fuente: Política Exterior
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