Este artículo analiza las relaciones entre el Islam y la cristiandad a partir de las Cruzadas, época en la que se alimentó de forma consciente la animadversión hacia los musulmanes, como un modo de proteger la indentidad y defenderse de la hegemonía y el avance del Islam. Sin embargo, como vimos anteriormente en la primera parte de este artículo (La visión distorsionada del Islam, siglos VIII-XII), también se produjeron puntos de encuentro y hasta cierta admiración hacia los científicos y filósofos musulmanes medievales, a través de las escuelas de traductores.
Este acercamiento también fue posible gracias al intenso comercio que se estableció, debido a la demanda por parte de Europa de los artículos de lujo importados por los árabes. Por otra parte, en un plano completamente distinto, aparecen puntos de encuentro entre cristianos y musulmanes, en el reconocimiento del valor del adversario, que entra dentro de los códigos de honor caballerescos. De la “diabolización” maniquea del enemigo político-ideológico, como se había considerado siempre al Islam en Europa, se pasó a concepciones más matizadas, fruto de esos contactos mercantiles e incluso bélicos, que habían generado acercamientos con el orbe islámico en determinados círculos, aunque bien es cierto que aquellas imágenes negativas e injuriosas que se habían implantado en Europa hacía siglos, continuaban influyendo en las masas ignorantes, a través de cierta literatura popular.
El crecimiento del Imperio Otomano a partir de finales del siglo XIV, avanzando por la Europa cristiana de los Balcanes, y la toma de Constantinopla en 1452, hace que vuelva a aparecer en los medios europeos un interés por la cultura islámica, incluso desde el punto de vista religioso; pero ello lleva implícito el deseo de reunir conocimientos para refutar la influencia del Islam, que se temía se propagara en las tierras europeas conquistadas por los otomanos.
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