Este repaso histórico demuestra cómo muchos de los clichés y prejuicios contra el Islam y los musulmanes que se arrastran hoy en día no son nuevos. De hecho, las primeras manifestaciones de diabolización del Islam comenzaron en el siglo VII y se centraron en la figura del Profeta. El propósito era frenar la supremacía de la cultura islámica en el Mediterráneo, que se iba extendiendo con fuerza.
Lo curioso, es que, en esa época, el Islam era considerado como una herejía más del cristianismo. Es decir que, el mundo de pensamiento cristiano establecido antes de la aparición del Islam, no era en absoluto un mundo unificado en su ideología religiosa, un mundo de pensamiento homogéneo, sino que desde el siglo I al VII, muchos cristianos doctos, monjes y obispos la mayor parte, habían manifestado sus teorías sobre Jesús y su mensaje, a veces vinculándose únicamente a la sencilla doctrina de los apóstoles palestinos que rodearon y convivieron con Jesús, y en desacuerdo con la teoría paulina imperante, propugnada por Pablo de Tarso, de familia judía, nacido en territorio griego y educado en la esfera del helenismo, con ciudadanía romana, quien no conoció a Jesús en vida.
Juan Damasceno
Retomando nuestro tiempo histórico, en el Damasco del siglo VII, bajo el gobierno del califa omeya Muawiyya, nació, de familia cristiana bizantina vinculada a la administración califal, Juan, o Yahya, conocido más tarde como Juan Damasceno. Desempeñó, al igual que su padre, un alto cargo en la administración de la hacienda califal, y al parecer, fue compañero de infancia del príncipe Yazid, heredero del califa Muawiyya. El Príncipe omeya no se caracterizó por ser un piadoso musulmán, sino que demostró un carácter violento, tiránico y amigo de las prácticas mágicas, no aceptadas en el Islam.
El Damasceno, renunciando a su cargo funcionarial, se retiró al monasterio cristiano de San Sabas cerca de Jerusalén, donde murió. Durante su vida monástica escribió una serie de libros de exégesis cristiana, entre ellos el titulado “La fuente del conocimiento”. En dicho tratado hay un capítulo sobre las herejías cristianas, tan numerosas en ese tiempo, y entre ellas sitúa al Islam.
Con una virulencia que no se correspondía con su convivencia pacífica en el mundo islámico, pero que quizá era producto de la frustración generada por la conquista islámica de Siria, o por el hecho de que su antepasado suyo había muerto, al parecer, en la batalla de Yarmuk, para la conquista de Siria, el Damasceno muestra una hostilidad especial hacia el Islam, y esencialmente hacia la figura del Profeta del Islam, Muhammad, a quien, indudablemente no conoció, ya que no fue coetáneo de él.
Califica al Islam de superstición de los ismaelitas, descendientes de Ismael, hijo de Abraham y Agar. Al Profeta del Islam, lo tacha de falso profeta que conoció el Antiguo y Nuevo Testamento, gracias a las conversaciones con un monje arriano, y se consideró un iluminado que había recibido una revelación celestial.
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